4/26/2020
Nota sobre "El topo", (2011) Tomas Alfredson
Nota: En su texto sobre la adaptación al cine de la novela de John le Carré, Tinker, Tailor, Soldier, Spy por Tomas Alfredson en 2011, Mark Fisher la compara con la serie de televisión de la BBC de 1979. Fisher encuentra la nueva adaptación carente de profundidad, mientras que el nuevo Smiley, Gary Oldman, no es Alec Guinness. Al margen de la comparativa y el trabajo de la melancolía, El topo (título en español) es un ejemplo de cine comercial que no renuncia a la complejidad. La escena central del filme, la que concentra la esencia de la trama y se erige en un condensador de energía, la fiesta de fin de año en The Circus, está troceada en tres partes. Merece la pena contemplarla ahora seguido, y disfrutarla una vez más, como una de las mejores secuencias del cine de la última década.
Etiquetas:
cine posmoderno,
Mark Fisher,
montaje
4/11/2020
Chris Marker, "Junkopia" (1981)
En este cortometraje bastante inédito de Marker aparecen algunos de sus rasgos como el extrañamiento y la contracultura. Filmado en San Francisco en el tiempo que rodó en los lugares de Vertigo de Hitchcock para Sans Soleil, este breve film se detiene en formas de creatividad a partir de desechos, troncos de árbol y otros detritus arrastrados por el mar, en composiciones de civilización contracultural y hippie que recuerda a algún intento fallido de sociedad salido de una novela de J.G. Ballard. Especial atención a la banda sonora.
Etiquetas:
Chris Marker,
marxism and science fiction,
sci-fi,
Utopia,
Utopia y ciencia ficción
4/08/2020
Iniciar el movimiento. Sobre la exposición de Steve Paxton, gurú improvisado de la danza
La documentación visual de lo inmaterial, típico del arte experimental de los años sesenta y setenta, se presenta de ese modo sin la fetichización de “obra”. Lo que encontramos aquí son grabaciones, documentos. Así como muchos sistemas corporales, técnicas y terapias de conexión mente-cuerpo, fueron acuñados desde los setenta, Paxton rechazó mercantilizar la “improvisación de contacto”, su contribución principal a la danza y al movimiento del cuerpo, dejándola como una praxis que crece ingobernable y en comunidad por el mundo. Fue a partir de piezas como Magnesium y Contact Improvisation (1972), que se dio a conocer esta forma de improvisación inspirada en artes marciales como el Aikido, y en la que dos personas permanecen unidas moviéndose al unísono en una dialéctica de pesos y contrapesos, cuerpos entrelazados que se sostienen y se levantan. En el ejercicio, se abandona el uno, el yo, lo individual, para unirse a un otro, convirtiéndose en un dos. Piel con piel, lo que importa es el “entre” dos cuerpos. Mientras su figura sigue inspirando a miles de practicantes, su legado es decisivo para el arte contemporáneo. Paxton comenzó temprano en la compañía de Merce Cunningham, en 1958, para a continuación comenzar lo que poco después llegaría a ser la Judson Dance Theather junto con Lucinda Childs, Trisha Brown e Yvonne Rainer, quien dijo de él que “parecía como un saltimbanqui que acaba de saltar fuera de una pintura de Picasso”. Colaboró tempranamente con Cage y Rauschenberg, y su obra ha de leerse en paralelo a la de Vito Acconci, Bruce Nauman y Richard Serra.
Paxton
habla desde una atalaya zen, fascinante y seductor. Ejercita una filosofía de
la vida cuya radicalidad le convierte en emblema e inspiración. Una forma de vida
y un cuerpo que camina. Gestos cotidianos como sentarse, permanecer de pie,
sonreír y andar, sirven a la pregunta: “¿Qué hace mi cuerpo cuando no soy
consciente de él?” La gravedad, la desorientación, la inercia, lo táctil. Hay
en la filosofía de Paxton una licencia para diferir, distinguirse, improvisar.
Una anarquía y un espíritu libertario en la desinstitucionalización de la danza
y el cuestionamiento de la autoridad; un planteamiento de la cultura muscular
del deporte; una crítica a la militarización de las compañías de danza y el
ballet; una normalización de la indumentaria del bailarín y más.
Si
bien los museos y las instituciones del arte hace tiempo se convirtieron en
espacios interactivos donde tumbarse, jugar e incluso echar la siesta, en esta
ocasión la exposición funciona no solo como espacio para sesiones Jam de improvisación, sino como divulgación
de un estilo de vida y una ética corporal.
Lo que artistas como Steve Paxton realizan es principalmente conceder permisos:
permisos para inventar de nuevo, para reestructurar el sentido de la danza por
completo. Como él lo hacía en su improvisación con música de Bach
(grabación de Glenn Gould al piano de Las
Variaciones Goldberg). Y todo esto sin hablar del Giro coreográfico en el arte contemporáneo actual.
* Steve
Paxton, Drafting Interior Techniques,
Azkuna Zentroa, Bilbao, hasta el 10 de mayo
Etiquetas:
danza,
minimalismo,
steve paxton
4/02/2020
"R de radio", Xabier Salaberria en galería Carreras Múgica, Bilbao
Las curvas de las carreteras comenzaban a diseñarse cuando en al arte el lenguaje de la abstracción hacía suyo lo curvilíneo. Las aparentemente aleatorias curvas en el arte neoconcreto brasileño, por ejemplo en Lygia Pape, indican modulaciones y fluctuaciones, compensaciones, ritmos orgánicos entre lo abierto y lo cerrado que surgen del alargamiento melódico de la línea.
Antes de la programación numérica, al artesano se le planteaba un reto técnico cuando a la curva se le añadía un material como el cristal. Material moderno por antonomasia, el cristal delimita siempre; los cristales en el interior de los buses públicos adoptan formas que lejos de ser casuales informan de los usos y separaciones de los cuerpos en el espacio; barreras físicas, fronteras visuales, tramas, que delimitan la mirada y los bordes entre dentro y afuera. Otras pantallas de cristal, estas táctiles, conectan el mundo físico con lo “virtual”. Paradójicamente, cuando se craquelan en forma de tela de araña corporizan su propia función de red.
Esta exposición de Xabier Salaberria habla de todo esto sin hacerlo explícito, sin referenciarlo. Convergen aquí las cualidades de su hacer por las que se le conoce: la escultura, el diseño, el display, las técnicas artesanas… amalgamado todo ello en formas y siluetas silentes que expresan un contenido alojado en las formas mismas. Difuminando la separación que en la obra de arte divide el contenido (lo que está dentro del marco) del contenedor (el enmarcado mismo, el marco y la protección transparente con la que protegemos el arte), estas obras hacen de la transparencia del cristal tema y materia a la vez. Se plantea aquí un juego, una relación, una resistencia entre el material y su herramienta. La mano (la herramienta) quiere someter el material y su caprichosa fragilidad. Docilidad y resistencia son dos atributos de todo trabajo manual.
Pero además, las piezas aquí presentes nos reenvían a un paisaje aun
presente en la periferia urbana: el de la decadencia industrial que anuncia el
actual orden posindustrial en esos edificios abandonados con sus “láminas” (por
su endeble delgadez) de cristal hechas añicos que dejan entrever formas
arbitrarias a la imaginación. Esas fábricas que se resisten a dejar de existir
porque su desaparición testifica el final de un periodo mítico, la modernidad.
Más que una reverencia a las virtudes del transparente muro cortina
pregonada por la Bauhaus y sus acólitos, el cristal es en esta exposición de
Salaberria sinónimo de disrupción, protesta. Un material sensible, difícil. El
objetivo de un acto vandálico o, la simple y llana canalización libidinal de la
rabia. Más allá de asociaciones trágicas a los “cristales rotos”, estos son
también material para el arte. Pensemos en Window Blow Up (1976)
de Gordon Matta-Clark, disparando a las ventanas del Instituto de Arquitectura
y Urbanismo de Nueva York como protesta hacia la institucionalidad de la
arquitectura para, acto seguido, después de que su director, Peter Eisenman,
los reparara de inmediato, colocar fotografías de ventanas rotas en el Bronx en
los vanos de la oficialidad del urbanismo. O también el guiño crítico del
artista mexicano Jorge Satorre —compañero de Salaberria en esta misma galería—
a la obra de Matta-Clark a partir de un reenactment realizado
en una casa abandonada en Cork, en 2005.
Hay en esta exposición Gestalts, siluetas de ventanas rotas
sacadas, por ejemplo, de una fotografía de Matta-Clark; otra es el cristal roto
de una fotografía de Brassaï; otras son inventadas por Salaberria, trazadas
todas ellas a partir del logiciel que Bézier inventara. Hay
cristales reposando y superpuestos, como restos de protecciones de obras de
arte que después de un accidente hubieran decidido emanciparse de aquello que
protegían para encaramarse de nuevo a sus marcos. Hay, para terminar, una trama
de relaciones conscientes e inconscientes, límites y provocaciones amables que
estimulan la mirada y el contacto con el observador.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)