Que el musical es un género
cinematográfico denostado es algo bastante evidente. Al esplendor de otro
tiempo, donde el musical era capaz de levantar el ánimo colectivo o incluso
conseguía convertirse en una suerte de espejo de las transformaciones de las
esperanzas e ilusiones de la juventud y la clase media, le ha seguido una
decaída aunque todavía existan títulos que sin ser estrictamente “musicales”
sitúan la música en el centro; desde Velvet
Goldmine de Todd Haynes o 24 Hours
Party People de Winterbotton hasta Sugar Man, pasando por los biopics de
Jim Morrison, Kurt Cobain e Ian Curtis.
God Help The Girl, escrita y
dirigida Stuart Murdoch, viene a romper esta inercia con un musical pop en toda
regla en la que el carismático y polifacético líder de Belle and Sebastian sale
por todo lo alto. Aunque las expectativas eran más bien bajas, la curiosidad
estaba en comprobar cómo un producto de masas, la música pop, puede
reproducirse y extenderse a través de otros medios (el cine). La película es un
musical pop, esto es, supedita su forma, estructura y estilo a una coreografía
colectiva. Su argumento es, como no podía ser de otra manera, típica,
recurrente. El argumento es lo de menos: chica con problemas psicológicos se
escapa del hospital para convertirse en cantante de grupo pop con compositor outsider y pianista “pija” victoriana.
Todo ello para gloria del talento compositivo de Murdoch y de la mayor
“exportación” escocesa al mundo: la banda Belle and Sebastian.
Pero God
Help The Girl no sólo sacia esta curiosidad por la elasticidad del pop, sino
que en sí mismo se convierte en algo placentero, un videoclip de larga duración
con una variada paleta de recursos formales y giros narrativos. Se trata de una
película muy estetizada, pues el valor de superficie (casi epidérmica), del
estilo florece como en una primavera musical llena de color. En lugar del ya
clásico documental à la Pennebaker o
incluso al margen de la confusión buscada entre verdad y ficción de gran parte
del docu musical, esta aportación al cine de ficción ofrece un magnífico
retrato de la juventud europea actual y también sitúa a Belle and Sebastian
como una de las principales bandas mundiales en la colectivización del consumo indie, hipster, o cualquier otro valor diferencial. Evidentemente hay ironía,
humor y también distanciamiento. El alma hipster
supone todo un filón emocional a explorar, aunque quizás, God Help The Girl nos recuerde que más
que un estilo o una moda, lo hipster es
ante todo una economía.
God Help The Girl está hecha de lo
único con lo que puede armarse una película de este tipo: de la suma de
detalles y de la amalgama de fragmentos. Desde la moda, por ejemplo, existe una
infinita gama de detalles estilísticos a decodificar, a cada cual más sutil y
preciosista. Desde el baile y la coreografía: una amplísima articulación de
movimientos, pasos y gestos pop. Desde el cine, referencias que no son citas
sino elementos culturales ultradigeridos por décadas de consumo pasivo pero que
puestos en pantalla no molestan o suenan pretenciosos debido, como digo, al
divertimento y hedonismo que desprende la película: la Nouvelle Vague y Godard
(Emily Browning se parece y lleva el corte de Anna Karina y además lee Ana Karenina de Tolstoi); tampoco puede
faltar guiños al baile y la carrera de Band à part;
el cine independiente americano, Hal Hartley; los psicodramas de Todd Solondz
para quien Belle and Sebastian compuso la banda sonora de Storytelling; algo del compromiso social y el retrato de clase de
Ken Loach; mucho de Jacques Demy, y no solo en el uso del color en la ropa,
etc.
Políticamente God Help The Girl nos devuelve una imagen de la juventud indolente
y con dificultades para la autorrealización que no se aleja demasiado de
grandes franjas de gente predispuestas para la moda y lo cool. Nunca le ha faltado conciencia social ni a Murdoch ni tampoco
a Belle and Sebastian y, como he señalado más arriba, God Help The Girl es como si Ken Loach rejuveneciera de golpe y
decidiera hacer un musical pop. Murdoch estaría posiblemente encantado con esta
comparativa, él que siempre ha abogado públicamente por la izquierda y el
socialismo (siendo Belle and Sebastian una banda inusual de muchos miembros y
colaboradores, algo parecido al Berliner Ensemble de Brecht pero en música pop,
pero donde además, valga la contradicción, siempre hay espacio para cierto
misticismo e incluso religiosidad como también lo hay en God Help The Girl).
“No ha habido tanta represión desde la
Rusia estalinista” dice uno de los protagonistas en un momento, exportación
desde lo político a la sexualidad y al ansia de liberación de la identidad, del
género y de la clase. Sobre la clase hay también bastantes guiños, como
“Glasgow como una ciudad victoriana llena de paletos”, a la vez que la identidad
británica (ingleses en escocia) es también objeto de comentario. (Al parecer Murdoch
votó YES). Todo esto articulado, más las canciones, bailes musicales y otros
elementos de orfebrería pop hacen de God
Help The Girl un musical pop que los devotos de Belle and Sebastian sin
duda disfrutaran, pero que los no iniciados también apreciarán.