1/19/2007

Maria Antonieta o, ¿el regreso del Posmodernismo?



La película Maria Antonieta; la Reina Adolescente de Sofia Coppola debe verse como si de un ejercicio de estilo se tratara. Sin embargo, dificilmente una mirada distanciada e irónica puede salvar un producto bien empaquetado y envuelto en celofán por mucho que nos empeñemos en ver el filme de la manera más posmoderna posible. Su posmodernismo es el del "pastiche", es decir, esa forma que adopta la tendencia a historizar de manera que los clichés, las ideas y los estereotipos que tenemos del pasado simplemente convergen en una representación ficticia. Su historicismo (que no historicidad, pues ésta entiende la posibilidad de experimentar la historia de una manera activa, que reoriente nuestro futuro colectivo), es el de la acumulación de convención sobre convención, el de la pérdida de la "historia radical" o simplemente el regreso de la moda nostalgia.
Una pelicula como ésta sobre el personaje Maria Antonieta podría haber tenido lugar en un momento más concreto del desarrollo posmoderno. Sin embargo, su llegada tardia añade todavía una capa significante más. Ya no se trata sólo de historizar banalmente la frivolidad cortesana de la monarquia francesa y europea en un momento pre-revolucionario, sino que su historicismo se concentra en otro momento cumbre; ese que señala un instante post-punk a finales de los 70 y comienzos de los 80, o ya un instante new wave muy concreto (Ceremony de New Order y All cats are grey de The Cure como elementos clave). Lo que Coppola recrea es el mito de Maria Antonieta bajo coordenadas de la historia del pop.
Si bien ese segmento temporal de finales de los 70 y comienzos de los 80 alberga en su seno el propio germen periodizador (los regresos al pasado de los Nuevos Románticos, el diseño gráfico de Factory Records y otras claves de "white label" en las poéticas post-punk, new wave y pop, mezclados por tendencia en moda de miradas hacia atrás). La complejidad de estas referencias vistas desde el momento presente quedan aplanadas en el film. Los títulos de crédito son ya de por sí una declaración de intenciones: Tipografía rosa sobre fondo negro abusando de la estética del collage en claro homenaje a la estética punk (¡Never Mind the Bollock!) y mezclado con la del estilo revista/fanzine. Lo mismo con el poster, una imagen irónica de Kirsten Dunst con la ya mencionada tipografía debajo. ¡Puro The Face, puro ID del comienzo! ¡Y qué decir de la elección de The Strokes!
Un detalle que no pasa desapercibido es el de un elemento deliberado que juega al olvido o al gazapo. Me refiero a ese instante en el que conscientemente aparecen unas zapatillas de la marca Converse o John Smith (de color lila) en medio de una orgia de zapatos de época. Es como si la Coppola tuviera asesores teóricos del mundo del arte o de la teoría posmoderna. Esa escena está literalmente inspirada en Andy Warhol, como si una orgía de zapatos y pasteles de crema y fresas se mezclaran impúdicamente.
Pero lo de las zapatillas tiene su doble vuelta, pues ese modelo permanece ya como un prototipo de zapatilla típicamente ochentera. Además en uno textos canónicos de la Posmodernidad, La lógica cultural del capitalismo avanzado de Jameson, la comparación entre el cuadro de Van Gogh Un par de botas (y el análisis de este cuadro por Heidegger en su célebre El origen de la obra de arte) contrasta con la mirada distanciada de los Diamond Dust Shoes del propio Warhol (a lo que hay que sumar otro análisis deconstructivo de los zapatos de labriego de Van Gogh por parte de Derrida). Quiero decir que, uno de los análisis más rigurosos entre modenirmo y posmodernismo se estableció durante los ochenta en esos dos ejemplos de zapatos (Van Gogh y Warhol) y algo parecido, inconscientemente claro está, viene a hacer Coppola con la mezcla azarosa de unas Converse ochenteras con unos zapatos cercanos a los de Warhol pero en clave pre-Revolución Francesa. Es sabido, también, que el eclecticismo fue uno de los recursos que predefinieron la estética posmoderna.
Una vez cerrado este paréntesis formal, lo que visualemente el filme traslada es similar a lo que se vio en la celebrada Lost in Translation. Largas divagaciones visuales donde pasa poco o nada mezclado con planos esteticistas más propio de anuncios comerciales televisivos dirigidos al sector femenino. ¿Es acaso el buen gusto del que hace gala la directora una garantía de cara al espectador? Lo que mejor el filme rezuma es todo el catálogo de Vogue y Elle (de la que la directora es un nuevo icono, enblema de cierta modernidad consumista donde parece haber encontrado un nicho de mercado). Porque Maria Antonieta es inofensiva y no hiere. Tampoco provoca. El hedonismo soft de la reina es ajeno a la provocación y al odio. En su lugar, activa una más que buscada identificación con el/la espectador/a. Ante tanta convención y trampa, horas de visionado de películas mainstream sacadas de los alumnos de su padre y de Martin Scorsese, lo que uno desea es que el cuento se acelere hacia su trágico final. No tenemos que exigirle a Sofia Coppola que nos dé una clase de Historia (con la masa revolucionaria diluida y inexistente, que apenas aparece en escena) sino al menos que mantenga el pulso narrativo y que su barroquismo se traslade no sólo en los bellos planos, las pelucas y el paisaje de Versalles, sino también al modo de hacer cine. Pero tampoco roza el neo-barroco.
¿Y qué decir cuando la reina y sus cortesanas descubren la naturaleza, el campesinado, la vida en el campo? Esa visión no debe estar demasiado alejada de la propia mirada de la Coppola.
Se nota igualmente que la directora es gran aficionada al arte, siempre Warhol pero también Karen Kilimnik (esa imagen final del salón versallesco destrozado por la revuelta podría estar entresacado de algún cuadro de la pintora norteamericana).
Se podría decir incluso más, que Coppola ha tenido a mano unos buenos catálogos de Kilimnik para inspirarse, si es que no posee ella misma unas cuantas pinturas...
Sofia Coppola es al cine lo que Heineken a la cerveza (Maite dixit). Tanto por sus intereses, más concentrados alrededor de todo lo que rodea al cine (y a la cerveza) como por las intenciones distraidas del espectador cinematográfico (y por ende del consumidor de cerveza).
La Coppola continua su trayectoria cinematográfica con la convicción de que acudir a fiestas, inauguraciones y saraos, y un eclecticismo consumista en arte, moda, música y demás tendencias es suficiente para ser considerada como una autora.