1/27/2013

Cupcakes


No sabemos lo que dos estetas de lo cotidiano como Adolf Loos y Roland Barthes, de vivir en nuestros “tiempos interesantes”, hubieran dicho sobre esta moda reciente del consumo obsolescente, a saber, esas magdalenas decoradas también llamadas cupcakes.
Seguro que ambos hubieran tenido algo que decir; el primero podría tranquilamente sacar su arsenal violento anti-ornamental, desquiciado por la fantasía gratuita y decorativa de dichas magdalenas, mientras que el segundo bien podría referirse al desplazamiento de los usos y las costumbres en Occidente. A falta de ambas reflexiones, solo nos queda estudiar el fenómeno sin la menor de las culpabilidades. Los cupcakes son esas magdalenas coloridas y decoradas en su cabeza que comienzan a aparecer en centros urbanos masificados de consumo elevado, de manera que su simple aroma ya denota una inmediata gentrificación de la zona; también se las puede rastrear en la publicidad, a través de blogs o en talleres especializados. En su apariencia resultan inofensivas; graciosas pequeñas magdalenas embutidas en su papel de molde con azúcar glaseado y coloreado y con un exceso de creatividad. Su origen parece ser anglosajón. Sin nada en contra de su sabor (el bizcocho y la magdalena siempre se mueven en un radio gustativo más que agradable) lo que las hace realmente detestables es su gratuita iconicidad que sencillamente encumbra la vaciedad del consumo y la publicidad.

Un cupcake sería como un dulce posmoderno a la vieja usanza, esto es, un objeto diseñado que significa para la moda y el estilo actuales lo que en el dominio de la arquitectura fueron el pastiche (Jencks), el regreso de la decoración y el ornamento (Venturi), o incluso el kitsch (Graves). Desde un punto de vista artístico y cinematográfico también tiene referentes; sin duda Warhol lo hubiera empleado o, ¿quizás haya que encontrar en esa cima de la ironía post-posmoderna como es Maria Antonieta (2006) de Sofia Coppola su precisa apropiación contemporánea? Recordemos la escena en la que a ritmo de “I Want Candy” de Bow Wow Wow se sucede una orgía coloreada de zapatos y pasteles. Pero quizás la emergencia actual del cupcake, en tanto indicador de la moda retro tan en boga, parecería señalar no un retorno estilístico sino más bien un cambio en los hábitos de consumo que ya no encuentran en las franquicias globales tipo Starbucks o Costa’s un reclamo para una nueva clase de jóvenes expertos con auténticos radares para detectar lo alternativo, lo nuevo-viejo y las semióticas de estilo más sofisticados. Este consumidor es el hipster, y son legión. Del mismo modo que un bigote hipster es uno que se lleva irónicamente, por motivos cómicos o estéticos, los cupcakes son “productos” igualmente irónicos, cuyo exceso ornamental únicamente sirve a la gratuidad de una creatividad retroalimentada y sin ninguna otra aspiración que la del perpetuo consumo.



* Publicado en a-desk, 26-01-2012


1/24/2013

Pop político: Belle and Sebastian




Belle and Sebastian
 “Marx and Engels”


There's misery in all I hear and see
From people on TV
After their tea when life begins again
They'll be happier than me

There are a thousand meals being made on Saturday
From the view I saw today
I took a bet inside the launderette
With a girl from Wallasey

She spoke in dialect I could not understand
But one thing that she made clear
There was no coming on to her
There was no way

Instrumental

There's misery in all I hear and see
From people on TV
After their tea when life begins again
They'll be happier than me

There are a thousand meals being made on Saturday
From the view I saw today
I took a bet inside the launderette
With a girl from Wallasey

She spoke in dialect I could not understand
But one thing that she made clear
There was no coming on to her
There was no intellect
That she could respect
If it couldn't see
That the girl just wants to be
Left alone with Marx and Engels for a while
She's writing in the style
Of any riot girl

Quote: “The bourgeois, historically, has played a revolutionary part to end all feudal, idyllic relationships. It has resolved personal worth and, in place of freedom, is exploitation for profit alone. There is a spectre of the past in my bold assertion. We could learn much from the past.”


1/18/2013

Metacomentario: El fin del celuloide



El actual eclipse del celuloide como materia prima fundacional para el medio del cine tiene consecuencias en la economía de su producción. Los principales damnificados son los laboratorios, y estos están cerrando. La empresa Kodak, mayor productora de film a nivel mundial, alcanza perdidas anuales en cientos de millones. En la lógica actual, los productores de material analógico destinado al cine y a la fotografía desaparecerán en pocos años, y solo una resistencia de guerrillas fanáticas de la materialidad fílmica seguirá perseverando en el mantenimiento y preservación de un mundo analógico en desaparición. Comenta Peter Wollen que fue a partir de la década de 1940 cuando los laboratorios se estandarizaron hasta un punto que el proceso de revelado dejó de estar controlado por el autor. La separación de las tres fases del medio fílmico, 1) filmación, 2) revelado, 3) proyección/distribución se dio de tal manera que los directores solo respondían a la primera, mientras la segunda fase quedaba completamente mecanizada y industrializada, deviniendo el proceso de revelado un momento opaco y misterioso para cualquier autor. Cuando habitualmente se menciona la “magia del cine” ¿acaso no se piensa en ese momento donde se pasa de la nada al todo? Es decir, ¿acaso no es en la química, más incluso que en el propio dispositivo fílmico o cámara, donde reside esa magia asociada al cine? Un pasaje contenido en La mirada de Ulises (1995) de Theo Angelopoulous ilustraría ese instante en la que una imagen encerrada necesita salir a la luz. “A” (Harvey Keitel) emprende un viaje por los Balcanes a la búsqueda de sí mismo con el pretexto de hallar tres carretes sin revelar de los hermanos Manakis, y que podrían ser el primer documento cinematográfico griego, pero también balcánico. Cuando “A” encuentra finalmente a Ivo Levy, quien custodia las bobinas, éste le cuenta sus esfuerzos por hallar la fórmula química necesaria para dar con esas imágenes, las cuales contienen una primera mirada, la mirada inocente de los pioneros del cine griego. En la película de Angelopoulous, la exageración sobre la necesidad alquimista adquiere una dimensión más metafórica que realista: el cine pertenece al mundo de las sombras y es en ellas donde se aloja la memoria, el pasado, la historia, en definitiva, el sujeto. Solamente la química puede envolver esa memoria de misterio, haciendo del cine un medio ambivalente y especular. 


1/14/2013

El fin del celuloide: sobre "The Master" de Paul Thomas Anderson




El estreno de The Master de Paul Thomas Anderson en las salas comerciales resulta todo un acontecimiento, pues no es frecuente que la crítica especializada valore de manera tan unánime una película. Los calificativos elogiosos y las exégesis se pueden encontrar tanto en críticas profesionales (u oficiales) como en las amateurs (blogs). No cabe duda de que estamos ante un film muy poderoso, con unas actuaciones actorales impresionantes, y un fondo que cobra actualidad (y morbo) al tratarse del origen de esa religión llamada Cienciología y que tan de moda parece estar en Hollywood. Conviene, sin embargo, preguntarnos por la facilidad con la que la cinefilia se saca de la manga “obras maestras” cada poco tiempo. Obra maestra aquí, genio cinematográfico allá. El todavía joven Paul Thomas Anderson (PTA) lleva una gran carrera a sus espaldas, alguien que parece no ser capaz de hacer una mala película. Hay algo en él típicamente americano, muy conocedor del producto que maneja. La tendencia a la Gran Novela Americana o al Gran Cine Americano parecen ya géneros estandarizados, y si la primera tuvo en David Foster Wallace a su embajador (cogiendo de Pynchon y de DeLillo), PTA parecería encarnar a un nuevo mesías del cine (cogiendo un poco de todos los clásicos modernos, Douglas Sirk, John Huston, Kubrick…). Pero una de las novedades de The Master se encuentra más allá de la narrativa.

PTA ha realizado el film usando película de 70 mm, lo que equivale a una dimensión para la imagen de 65mm, dejando el resto de los 5 para la banda sonora. Es la primera vez, desde que Kenneth Brannagh realizara Hamlet en 1996, que se rueda en este formato, y hay que retroceder a las décadas de los 60 y 70 para encontrar películas rodadas de este modo. A diferencia del habitual 35 mm, 70 mm supone una mayor amplitud de pantalla y una calidad de imagen insuperable en el cine. Este formato fue popular en los 50 y 60, y en películas de estreno mundial que tenían en los géneros del musical y el cine épico sus demandantes, al ofrecer grandes panorámicas en color que inundaran la pantalla. Actualmente, no solo no se rueda en 70 mm, sino que para hacerse una idea de lo que supone, en Estados Unidos solo hay unos 70 teatros y cines capaces de proyectar algo así. En España dos o tres. Pretender ver The Master en 70 mm es una quimera, aunque en los Estados Unidos se está produciendo un movimiento purista con respecto a los modos de percepción. PTA prefiere que se vea en el original celuloide, aunque sabe que la inmensa mayoría lo verá en el nuevo formato digital, en 4k o equivalente.

La desaparición de lo que conocíamos por cine es ya una realidad, incluido en nuestro país. La digitalización ha ganado la batalla. Ante el visionado de The Master, y a mi priori ignorancia sobre los procesos de digitalización, me esperaba algo que no ocurrió: que el celuloide crujiera y se expandiera en pantalla, que la consciencia de estar viendo cine se confirmara. No fue así. En su lugar, la proyección comenzó como una rutinaria sesión de video. En un viejo ensayo de Peter Wollen titulado “Cinema and Technology: an Historical Overview”, el crítico trazaba la evolución del cine en base a su evolución en la química de la película (film stock); no -sonido versus sonido, color versus no color, etc. Asimismo, trazaba una triangulación sobre las tres fases en las que se asienta el cine: grabación, procesamiento/revelado, y distribución/proyección. Durante décadas, la segunda y tercera fase se han mantenido estáticas, siendo la primera allí donde se innovaba. Esto está a punto de cambiar con la revolución digital a la que se enfrenta el cine. Los movimientosluditas, o contrarios a la innovación de las máquinas, pueden encontrar en esta desaparición del cine, una de las muertes más serviles a los fines del capitalismo multinacional. Los nostálgicos del cine lo tienen difícil, y uno también se pregunta qué va a ser de un cineasta como Philippe Garrel.

Pero lo que PTA ha realizado con The Master es un gesto heroico (a lo Wells), que contentará a esos nostálgicos, aún al precio de saber que el 99% verá la película no en el formato realizado.
PTA quiere que usted mire esto en 70mm. No en vano, ha estado de gira por salas de cine para asegurarse personalmente de que la presentación está a su altura. Esto va mucho más allá de cualquier ventaja técnica o demostrable a la proyección analógica, se trata de un fetiche, puro y simple. Por supuesto, este fetiche es lo que mucha gente desea compartir con él. Las diferencias de matiz entre una proyección de 70 mm y una de 4k (salvando el tamaño de proyección quizás) es tan sutil que solo un ojo muy experimentado podría adivinarlas. Es muy posible que The Master sea la última ocasión para experimentar colectivamente una obra contemporánea rodada en gran formato negativo, sin ser una acción de extravagancia para el formato IMAX. Sin duda, el proyecto es lo suficientemente digno como para celebrarlo sólo por esta razón. Estamos viviendo en una época interesante en el devenir de la imagen en movimiento, y en muchos sentidos, The Master ayuda a exponer la historia de las presentaciones de calidad y el futuro de las audiencias que van al cine para ser arrastradas por el trabajo de un gran director.

Ocurre entonces una inversión dialéctica a ser tenida muy en cuenta, pues si los cineastas aceptan la digitalización de su medio (algo a lo que están condenados) ¿en manos de quién queda el cine, el celuloide? No hace tanto que la fetichización del 16 mm y el 35 mm en manos de artistas era objeto de celebración y crítica al mismo tiempo. El vídeo no parecía satisfacer la búsqueda de una ontología y una materialidad propia del cine. Sin embargo, exponiendo cine dentro de los museos, replicaban el trabajo de los cineastas. Ahora que estos últimos regresan a una fase negada o reprimida de su propio medio, los artistas usando cine encuentran el camino despejado, y quizás el arte devenga ahora en el único lugar donde todavía el cine, el celuloide, sea todavía posible. El genio de PTA va todavía más lejos, al colocar al actor Joaquin Phoenix (Freddie Quell) en su papel de fotógrafo ocasional mostrando el dispositivo fotográfico vintage del periodo post-World War II. La calidad y la luz de la imagen y la auto-consciencia de PTA con respecto a la historicidad de la evolución de la tecnología fílmica y fotográfica, sitúan a The Master en una dimensión donde las categorías de realismo e hiperrealismo se engrandecen. En definitiva, una película donde el fondo y la forma se engarzan de tal modo que solo por contemplar ese despliegue, merece la pena ser visto en el cine más cercano.

* Publicado originalmente en a-desk, 14-01-2013