Finalmente he visto Poison (1991) de Todd
Haynes, una tarea pendiente en mi lista filmográfica. Se trata de uno de esos
títulos que cualquier condición de cine posmoderno ha de reivindicar. A medio
camino entre el cine underground (o indie) y el art-film, Poison permanece
registrado como uno de los títulos más representativos del cine gay. Es una
condición de lo posmoderno jugar con los géneros cinematográficos hasta
retorcerlos, y éste es uno de los méritos de esta película experimental y
avanzada. El pastiche es aquí la forma para la renovación de contenido. Más que
un cine gay se trata de uno queer, pues a partir de tres historias entrelazadas
describe distintos tipos de estigmatización hacia lo homosexual, así como traza
complejas conexiones psicoanalíticas sobre la mirada homofóbica y el deseo
erótico. Aparentemente Poison parece un saco de estilos remezclados pero lo que
realiza es reinscribir la sexualidad queer sobre los géneros heteronormativos.
El logro de esta articulación está en la estructura formal de la triangulación
de tres historias independientes pero que se desarrollan entrecortadas,
apelando a la capacidad del espectador para seguir la línea narrativa de cada
una de las tres a lo largo del conjunto del filme.
“Horror”, “Homo” y “Hero” (tres Hs) son
cada una de estas tres historias. “Horror” recurre al blanco y negro, y al
estilo de las series de cine B de los 50 del tipo The Twitlight Zone, a través
de una mirada inquieta de picados y contrapicados y jazz. En su tarea de conseguir el
secreto hormonal de la sexualidad humana, el Dr. Graves es rechazado por la
comunidad científica. Recluido en su laboratorio, y despistado por el contoneo
femenino de su nueva asistente, el doctor ingiere por error el elixir,
generando una epidemia que se extiende a través de un beso en una versión de Dr
Jekyll y Mr Hyde en la era del SIDA. Aunque la trama y la forma fílmica no se
alejan un ápice de la convención del género que imita, la lectura es del todo
alegórica. Lo interesante del relato es el modo en que relaciona homosexualidad
con ciencia sexual, al plantear la epidemia como algo científico y con ello la
homosexualidad como construida a partir de la mirada homofóbica que en el
relato per se es una infección que alude a invasiones de ultracuerpos
alienígenas y demás convenciones de género, mientras que en la realidad del
SIDA se generó partir de la ansiedad y la paranoia de la circulación de fluidos
corporales. Aún siendo fiel a la convención del horror-film, Haynes destila
referencias veladas y transferencias
culturales europeas a la cultura norteamericana a través del pastiche, como por
ejemplo en la escena en la que comen perritos calientes y que está sacada de
una escena de Todos nos llamamos Alí (1974) de Rainer Werner Fassbinder.
“Homo”, como bien indica su título, es la
más explícita sobre la homosexualidad y está inspirada en varios relatos de
Jean Genet, desde Diario de un ladrón, Milagro de una rosa a la adaptación
cinematográfica de Un chant d’amour. Posiblemente sea “Homo” la historia
vertebradora de Poison, o la que permanece como su origen, pues además de un
homenaje a Genet es la que ocupa un mayor espacio en el metraje. Resulta
realmente logrado la síntesis que hace de Genet en lo que podría ser un corto o
mediometraje, pues no es tampoco un remake de Un chant d’amour sino un
compendio de algunos de los temas más obsesivos de Genet. “Homo” narra el
encuentro en la cárcel entre dos presos que comparten un pasado en común en un
reformatorio. Para este efecto, Haynes utiliza un cualidad fílmica de
claroscuros y apenas color, una estética sombría que refuerza la tensión
erótica. La parte del reformatorio, sin embargo, aparece iluminada con el color
kitsch de la estética de Pierre et Gilles, dando a entender que se trata tanto
de un pasado que es un sueño para el preso, como una fantasía. Recuerda
igualmente al pasaje de la memoria que el personaje interpretado por David
Bowie tenía de su juventud (y su hermano jorobado) en Merry Christmas Mr.
Lawrence (1983) de Nagisa Oshima. “Homo” plantea el deseo erótico sometido a la
ley y a la norma (carcelaria, social), y los límites de las transgresiones en ese marco
discursivo donde deseo y violencia van de la mano. Siguiendo a Genet, “Homo”
plantea el deseo homosexual como un crimen o un hurto que es castigado con más
punición (homosexual).
“Homo” deja entrever la relectura que
Haynes hace no solo de las convenciones del género cinematográfico, sino del
legado de una serie de artistas radicales europeos, Genet, Fassbinder, Pasolini
y también Jean Cocteau en sus películas sobre Orfeo.
“Hero” narra la historia de un niño de
siete años que descubre a su madre con su amante y más tarde mata de un disparo
a su padre maltratador para a continuación desaparecer por la ventana. “Hero”
está narrado desde el punto de vista de los documentales televisivos
sensacionalistas o de reality, imagen pixelada de vídeo y entrevistas
post-facto a testigos, vecinos, etc. Las únicas imágenes del niño emulan las
recreaciones de los acontecimientos de esos mismos TV documentales. La
homosexualidad no es explícita sino sugerida, de nuevo elípticamente, a través
de los testimonios de compañeros de clase y profesores acerca de la
personalidad y extraño comportamiento del pequeño. El final de este relato
cierra la película, en lo que es una apelación a lo sobrenatural y lo
misterioso. Literalmente un niño se evade, desaparece en el aire o asciende al
cielo, aunque no lo vemos, únicamente la narración así lo sugiere.
Poison reinventa el lenguaje fílmico
deconstruyendo los códigos cinematográficos a la vez que propone un artefacto
coherente dentro de la fragmentación de estilos y ritmos. Lo que nos ofrece es
una coherencia en el lenguaje y en la estructura narrativa, pues no se contenta
con una alternancia sucesiva de las tres historias sino que procede despiezando
secuencialmente la narrativa de manera que el espectador no sabe a priori cual
de las historias le sucederá en el continuo fílmico. Es al mismo tiempo un
objeto único para el que quiera profundizar en la semiótica de un cine queer
militante.
Imagen de "Homo" en Poison (1991) de Todd Haynes |