9/27/2006
This is a diagram I made as a scheme for an essay I was writing on artist Ibon Aranberri. The essay atempted to draw the "wholeness" of his body of work, focusing in the analytical side both in methods and procedures as well as in his discoveries of "new" content. I was doing this graphic in order to explain myself how the essay should be drafted. At the same time, I was editing and coordinating a catalogue together with Ibon, namely the new Wiro-Containment publication. We were at the decissive moment of closing the whole stuff at the printer, when I showed him this sheet of paper, just in order to discuss further developments in the essay. He suddenly said: "It's done, this goes in the publication!". So actually it is published at the last page of the Wiro-Containment
Here are some short excerpts of the essay published by Afterall # 14 in London and Los Angeles.
"Throughout this process, the wheel of the production system keeps turning. The original cycle (melted snow, sea water and rain) is constantly intervened. Here the mountain documentary overlaps with the sea of mountains, as it adopts as a leitmotif the political management of water. Questions of domination and control reveal an underlying will to power. The damns, catastrophic zones with an appearance of normality, propose an imaginary space in which the kindest metaphor is that of the flood. The cartographies of disappearance empower these non-places as fictional stages. This poetics is based on contents that incite social debate in order to open new reflective territories".
Another excerpt in Spanish. "Las grandes infraestructuras del desarrollismo construidas en las décadas de los 50 y 60 sirvieron como tests del anacronismo del Estilo Internacional, mutaciones del brutalismo convertidas más tarde en fuente de atracción para visionarios de la arquitectura fascinados por el influjo dominador de una estética capaz de abarcar cualquier cosa. El “milagro español”. Ésta fue la expresión acuñada por el régimen franquista para definir la aceleración de la industrialización durante aquel periodo. El crecimiento de España en el sector industrial y económico fue el mayor de las sociedades Occidentales. (...) De nuevo el espectro del totalitarismo hace su aparición. Esta vez en una red de enclaves artificiales, presas y embalses con los efectos ecológicos, sociales y económicos que generan."
9/08/2006
Conspiradores del futuro
Existe también la extendida idea de que
sólo cuando algo ocurre lo bastante cerca de uno, es posible empezar a tomarse
las cosas seriamente. La coyuntura actual de sobresalto se presta al juego de
la predicción, la especulación y el deseo de ganar terreno al control del día
después. En la radio se habla del nuevo desorden internacional.
En esta nueva esfera pública global, como
la teórica Susan Buck-Morss ha definido, analizar el curso de los
acontecimientos, ¿es necesario resucitar para estos tiempos modernos la vieja,
setentera y excitante trama de las teorías conspirativas y el complot como
estrategias analíticas al servicio de la explicación de la realidad? La
creencia en la existencia de las conspiraciones es como la superchería.
La totalidad como conspiración. Éste era
el título de un texto de Fredric Jameson donde el teórico norteamericano
ofrecía una teoría de la conspiración en relación a formas de cultura
(principalmente cinematográficas) donde lo que cuenta es “el propósito y el
gesto, y no estar convencido de la verosimilitud de ésta o aquella hipótesis
conspirativas”, pues es en este intento de aventurar hipótesis donde se realiza
el deseo de trazar mapas cognitivos que designen la totalidad ausente o lo
irrepresentable.
Esto es algo que ocurre históricamente en
momentos de crisis: Watergate, la guerra fría, la ex Unión Soviética, Irak,
etcétera. Instantes cinematografiables todos ellos. Nuestro recuerdo permanece
gracias al imaginario del cine. La fantasía de que el Pentágono está agujereado
como una madriguera por galerías subterráneas que bien podrían equivaler en
kilómetros andados a los pasillos del edificio de arriba. Pero la ficción no es
más que la realidad de vuelta de todo.
Existe un abuso de las teorías
conspirativas para explicar cualquier acontecimiento nacional o internacional
sólo comparable a la fascinación y atracción que esas mismas teorías ejercen.
Éstas han servido para explicar tanto el asesinato de Kennedy como la
desaparición de Brian Jones, miembro fundador de los Rolling Stones fallecido
bajo extrañas circunstancias, pero también se han convertido en tendencia de
análisis político tanto para la derecha como para la izquierda.
La hipótesis de que los acontecimientos
no son fruto ni del azar, ni mucho menos de la lógica de las instituciones y
sus correspondientes políticas sino son el resultado de obstinadas
maquinaciones secretas de individuos antidemocráticos reunidos, actuando en la
sombra y usando maniobras excepcionales.
La conspiración también como un método
para sublevar el orden establecido, pero, ¿cuál? Para alguien como Brecht, el
del comunismo o “Gran Orden”. O el capitalismo como “Gran Desorden” y viceversa.
Dialécticamente ejemplificado en este fragmento: “De momento estáis aquí
dispuestos para el gran desorden, luego tendréis que estarlo para el Gran
Orden. En realidad, para vosotros se trata de poner orden en vuestros asuntos,
al hacerlo, crearéis el Gran Orden”. Y añade: “Las malas experiencias que
habéis tenido con el Gran Desorden puede que os guíen un poco…”
La seducción y el misterio que provocan
estas teorías siempre sorprendentes de la conspiración, y que hoy día sirven
para cualquier acontecimiento, se explica en parte en que en su tentativa a
trazar hipótesis muchas veces inverosímiles, reflejaría alegóricamente este
Gran Orden Mundial ausente.
¿Qué era sino sutil conspiración la
guerra de desprestigio entre ciudades rivales, principalmente Londres y París,
en su lucha por ser sede olímpica? ¿Interpretaba Chirac un papel de teatro
comentando la escasa calidad culinaria de los británicos? ¿Simples golpes bajos
que no vienen a cuento? ¿ Qué decir acerca de la incómoda pregunta del monarca
Alberto de Mónaco a la candidatura de Madrid en materia de seguridad
anti-terrorista un día antes del 7-J? ¿Una pregunta insidiosa y casual
proveniente de un intento desestabilizador por parte de algún rival?
Ya hemos empezado aquí mismo a urdir
teorías, pero éstas no son más que eso, simples teorías. Sin embargo, el grado
de especulación que conllevan animan a crear un juicio crítico en el seno de
grupos de análisis e personas con sentido crítico. En el fondo, todos tenemos
nuestras propias teorías al respecto en base a ésta o a aquella hipótesis
pergeñada por este medio de comunicación o aquel otro. Y este juicio crítico
forma parte ahora de una esfera pública globalizada a escala mundial. Slavoj
Zizek nos recuerda que “hoy, el colmo de la ideología sería el rechazo
crítico-ideológico autosatisfecho de las teorías conspirativas como meras
fantasías” para acto seguido comentar que la destrucción de la red de
transportes de Los Angeles no fue una expresión de la lógica objetiva del
capital sino el resultado de una conspiración efectiva por partes de compañías
auto-motrices, constructoras de caminos y otras fuerzas en el desarrollo
urbano.
Otra autoridad en la materia, Don
DeLillo, autor de la voluminosa reveladora y metafórica Submundo (Circe), ha
sugerido que nuestra pasión contemporánea por las teorías de la conspiración es
en parte una reacción a la secularización de nuestra época – fantaseamos con
una autoridad invisible, poderosa, pero conocida e identificable-.
Esta fascinación arquetípica está
descrita irónicamente como lugar en el siguiente pasaje de Submundo: “Había un
lugar llamado el Café de la Teoría de la Conspiración. Estantes llenos de
libros, bobinas de películas, cintas magnetofónicas, informes oficiales del
Gobierno encuadernados en tapas azules”.
Los anteriores narraciones conspirativas
(residuos de la guerra fría, espionaje industrial, Doctores Strangeloves y
demás) son antiguallas que renacen a la luz de nuevos géneros. La anterior
literatura conspirativa (la gran novela norteamericana de Thomas Pynchon a
DeLillo) deja paso ahora a una ciencia ficción asentada en el presente.
En este contexto, es preciso analizar
formas de narración visual y textual.
Mundo espejo (Minotauro,
2004) hasta ahora la última novela del autor de Neuromante, William Gibson, sitúa la acción en un esquema de
espionaje donde la conspiración ya no es la de los gobiernos ni tampoco la de
las super-potencias, ni siquiera la de las grandes corporaciones
multinacionales, sino la mediana escala de los free-lance cazatendencias con
sus hipersensibilidades hacia las marcas. Una conspiración que también es
global. Orbitando alrededor de Londres, Tokio y Moscú en una delirante
secuencia de análisis estilísticos, fobias y sutilezas del mercado.
Aquí, las técnicas conspiratorias son
sencillas, equivalen a generar rumores, dejarse caer por un bar para acto
seguido mencionar en voz alta al hilo de una conversación éste o aquel producto
que todavía no existe. Ver los efectos en la gente. Generar nuevos modelos de
comportamiento y consumo. En esto se ha convertido la conspiración, en generar
nuevos patrones de consumismo.
Gibson sitúa por primera vez en su
escritura los acontecimientos en el presente. Nos encontramos en un momento
donde la ciencia ficción como producto colectivo se refunde con el género del
espionaje y el complot, no ya en ningún futuro cercano, sino en el mayor de los
presentes convertido ya en escenario de zozobra. Otro ejemplo no muy lejano, Milenio Negro (Minotauro, 2004) de J. G.
Ballard, el más distópico de todos los novelistas actuales, es otro de esos
libros basados en un presente que funcionan como escenarios de futuro que se
adelantan a los acontecimientos. Como si la fantasía de cualquier escritor de
ciencia ficción no fuera ya imaginar el futuro, sino predecirlo. Conspiradores
del futuro. La clase media de Inglaterra inicia una revolución en las lujosas
urbanizaciones de Chelsea Marina. Escribe Ballard: “Allí empezó la revolución
de la clase media: no el levantamiento de un proletariado desesperado, sino la
rebelión de la clase profesional que era la flor y nata de la sociedad”. Esta
rebelión genera formas de violencia incontrolada, salpicadas por un atentado
con bomba en la Terminal 2 de Heathrow con la ex-mujer del protagonista como
víctima. “La clase media era el nuevo proletariado, la víctima de una
conspiración secular, que por fin se deshacía de las cadenas del deber y de la
responsabilidad social”. Si bien, lo que la novela parece respirar más que el
ambiente terrorista de Londres, es ese otro olor a multitudes, manifestaciones
anti-globalización con sus formas de violencia anti-sistema. A la luz del
presente, la confusión lo contamina todo.
Lo decía DeLillo: la secularización
creciente tiene la culpa. Pero nunca hay conspiración sin su otro par, que la
recorre y le es consustancial en su función y en su forma, y que no es otro que
la paranoia, ahora colectivizada. La paranoia como fantasía de la conspiración
contra uno o una. Inicialmente individualizada (pues la paranoia es básicamente
egocéntrica y vinculada el ego) y ahora trasmutada ya en producto colectivo, al
igual que la ciencia ficción.
Un mundo subterráneo de cables y
conexiones, grandes hermanos, inspectores de internet y cámaras de vigilancia
controlando el espacio público 24 horas alimentan este delirio paranoico. La
vigilancia de la más estricta intimidad y el control de la mala privacidad en
nombre de la seguridad.
El deseo paranoico (a la inversa que la
esquizofrenia) es típicamente derechista según Deleuze y Guattari. Sólo así se
explica el populismo que rodea a las teorías conspirativas, ahora también
usadas profusamente por estamentos progresistas. Esto no lleva a considerar un
nuevo estadio; aquella de las teorías paranoicas de las conspiración.
Pero el último eslabón debamos quizás
trazarlo en la forma de conspiración más inimaginable, terrorífica e igualmente
irrepresentable, aquella que la une con el bíblico Apocalipsis, el fin del
mundo.
Si La
guerra de los mundos, Steven Spielberg reinterpretando a H. G. Wells, nos
ha permitido regresar a un momento pre-trauma y contrastar el antes con el
después, el pasado con el presente, quizás sólo nos quede ver películas de
entretenimiento como retratos alegóricos esperando que nos informen
fehacientemente del estado de las cosas aunque sea en su caótica y progresiva
autodestrucción.
Poster designed by Xabier Salaberria for the workshop We Rule the School, coordinated by Peio Aguirre and Leire Vergara during September and October 2005 in Arteleku, San Sebastian. This was an experience based in exchange and learning, conversation and research. One of the main contradictions in this context (the so called debate in between art and pedagogy) is maybe that art can’t be taught but at the same time it is education in itself. This leads to an art that doesn’t speak on education, but it is an educational experience. People like Apolonija Sustersic, Lars Bang Larsen and Soren Andreasen, Pavel Buchler, Haegue Yang and Hyunjin Kim, Pavel Buchler, Asier Mendizabal and Tone Hansen help us to understand those things a bit further.
Etiquetas:
diseño gráfico vasco,
Xabier Salaberria
9/07/2006
This is a image that enable us to think about differences. Those of design, those of identities: those of designed identities. At the end it doesn't really matter, being the beret as universal as some typefaces are: Avant Garde, Benguiat, Poster Bodoni... it only lacks the Helvetica, the most universal one, which represents somehow the aesthetics values of modernity. But one can imagine easily. Below there is a political code: Electoral Lessons. As if politics could be just a question of choice, the choice of a typeface. Appropriation can be a temporal solution.
This is a logotipe designed by Xabier Salaberria for Coop (2006). Coop stands for Cooperative Labor. This is a modest publisher platform I am trying to establish.
The first publication published of this series is Smaller than a Mass ISBN 84-611-0974-0 by the artist Asier Mendizabal.
Coop is a keyword I used strategically previously, around 1997 and 1998, both as a curatorial motto and as a name.
Etiquetas:
co-op,
Xabier Salaberria
LA NUEVA CORPORACIÓN INSTITUCIONAL
(Con este título provisional inauguro un texto a ser completado en el tiempo). Estoy abierto a propuestas y comentarios sobre el mundo de las instituciones y museos como base de una reflexión sobre su origen, función presente y futuro. (A completar).
-La estrategia de los museos (grandes corporaciones) tiende a la diversificación de sus actividades, los esfuerzos tienden hacia la singularización y heterogeneidad. Ningún museo propone hoy en día “unicamente” exposiciones. La paradoja es que al seguir casi la totalidad de los museos y nuevas instituciones estas pautas, terminan pareciéndose terriblemente unos a otros. Los intentos de singularización tienen finalmente a la homogeneización. Entiendo por globalización este tipo de fenómenos sincrónicos, inconscientes en sus efectos, pero estratégicos en cuanto a sus aspiraciones.
-¿Tiene el Museo, en cuanto institución-tipo, algo que decir sobre el Estado? ¿Qué tiene que decir el Estado sobre los museos o sobre el Museo como institución?
-Museos sin poder. Instituciones sin poder.
-Los Museos son lugares donde la lucha de clases tiene lugar, el Museo es el lugar donde para la lucha de clases.
-¿Alguien ha comprobado el simultáneo crecimiento de las industrias culturales -equipamientos museísticos, palacios de congresos, instituciones culturales de todo tipo- en paralelo a las industrias gastronómicas -llámesele nueva cocina o cocina de autor?
-"La identidad corporativa de los museos se asienta en la promoción turística de la provincia, en el reclamo publicitario de una serie de empresarios que ven en museo el lugar adecuado para lanzar sus productos, donde no es casualidad que una industria tan sofisticada y avanzada como la vinícola lleve la iniciativa (vino del Duero, Rioja, Txakolí… unido a sus respectivos museos…)
Todo esto nos hace pensar que la obsoleta idea de que la globalización elimina las diferencias culturales locales ha girado definitivamente hacia una globalización bien enraizada en valores de singularidad y tradición, es decir en lo local, por no mencionar el exiguo término de lo “glocal”.
-Llegará un día en que la gastronomía ingrese entre las artes aplicadas al modo del diseño, la arquitectura o la moda. En este país vamos por esa vía y la celebración de conferencias sobre cocina ya está empezando a tener lugar en los otrora llamados Museos de Arte Contemporáneo.
9/05/2006
Archaelogies of the future, Fredric Jameson
Reseña sobre "Archaeologies of the future: the desire called utopia and other science fictions" de Fredric Jameson, (Verso, 2005)
El 24 de Noviembre de 2005, Fredric Jameson se encontraba en Madrid, y de paso presentaba en petit comité su libro Archaeologies of the Future; the Desire Called Utopia and Other Science Fictions (Verso, 2005). El lugar de encuentro era la librería La Central del Museo Nacional Reina Sofía. Sentado en un silla alta, rodeado de libros, esbozaba algunas ideas fundamentales de su -hasta la fecha- último y ambicioso libro. Presentar un volumen como éste no es sencillo por la simple razón de que necesita de una mayor envergadura de estudio y análisis. Quizás nos encontremos ante su magnum opus de mayor alcance desde su célebre Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism. En el camino han quedado algunos trabajos que vendrían a completar su basta obra, como Las semillas del tiempo (Trotta), Brecht and Method (Verso, 1998) y A Singular Modernity: Essay on the Ontology of the Present, (Verso, 2002, Gedisa, 2004), libros que lejos de presentarse como complementarios se antojan fundamentales a la hora de reconstruir un itinerario movido por la necesidad de rastrear las condiciones de la totalidad “irrepresentable”. En España, gran parte de sus trabajos sobre marxismo, formalismo e historicidad permanecen sin traducir, cosa que ha llevado a Jameson –especialmente en el ámbito de la teoría sobre artes visuales- a permanecer confinado a la etiqueta de lo posmoderno. Lástima de inscripción.
En Madrid, Jameson comenzaba con su ya célebre proclama: “Parece que hoy día nos resulta más fácil imaginar el total deterioro de la tierra y de la naturaleza que el derrumbe del capitalismo; puede que esto se deba a alguna debilidad de nuestra imaginación”. (Las semillas del tiempo, Trotta, p.11.) Esta sentencia es sintomática de una atrofia, una parálisis en el pensamiento contemporáneo que intenta imaginar y construir el futuro. En medio de este escenario, quizás ya sólo el pensamiento utópico es capaz de imaginar el final del capitalismo, una vez que todos parecemos aceptar que éste está definitivamente para quedarse.
Es entonces, que la reivindicación de la Utopía -como forma de pensamiento y como deseo- sobre el final del capitalismo se nos presenta, aquí y ahora, a nosotros, como opción política. Esta nueva incursión jamesoniana tiene algo de autobiografía, pues recupera todo su bagaje de lector –desde fantasiosas lecturas juveniles hasta grandes manuales políticos- en un sentido homenaje a esos “fellow travellers to Utopia” que se alojan en las narraciones de ciencia-ficción como personajes comprometidos y batalladores.
El libro está estructurado en dos partes. En la primera se describe la Utopía como forma, mientras que la segunda se analiza como contenido. Para el autor, la Utopía enseña los deseos inconscientes sobre la colectividad. Para ello es necesario bucear en el inconsciente político del texto literario. Una regla que se obtiene en él es que cuanto más se indaga, mayor esfuerzo uno realiza sobre el texto, mayores y más prolongados son esos silencios en los cuales el lector abandona el texto, hace una pausa y se abandona distraídamente a algo que se asemeja a la acción de pensar. A su vez, cuanta más dificultad –como bien ha sugerido Terry Eagleton al hablar del enorme placer que obtiene de leer a Jameson.
Así, la función política de un género como la SF no es pues imaginar simplemente el futuro –cosa que parecería relativamente sencillo y que tendría a gobiernos enteros destinando recursos a la tarea- sino hacernos ver la imposibilidad que tenemos para imaginarlo. Jameson enfatiza el fortalecimiento de la SF a mediados-finales del s. XIX (Verne, H.G. Wells) coincidiendo con el brote de literatura utopista (Edward Bellamy, William Morris) y lo analiza en paralelo con una obra influyente como es La teoría de la novela de Georg Lúkacs; con el nacimiento de la Novela Histórica (Flaubert, Zola), es decir, hace confluir diferentes géneros narrativos en un periodo en el que por primera vez se piensa el tiempo presente a partir de una auto-conciencia histórica. No es tampoco desdeñable que esta múltiple coincidencia vaya a la par con el desarrollo de una primera fase del capitalismo industrial.
Es este sentido que la función política de dos géneros convergen en uno sólo; la literatura utopista y la SF unidas ahora en un solo cuerpo, (Wells con Bellamy pero también LeGuin). Jameson insiste en que nuestra relación con la realidad está mediada y que sólo mediante el estudio del inconsciente político escondido en el seno de productos narrativos comerciales es posible aprehender las claves que gobiernan nuestra situación embrionaria. “The social totality is always unrepresentable, even for the most numerically limited groups of people; but it can sometimes be mapped and allow a small-scale model to be constructed on which the fundamental tendencies and the lines of flight can more clearly be reach. At other times, this representational process is imposible, and people face history and the social totality as a bewildering chaos, whose forces are indiscernible”. (Archaelogies of the Future, p. 14.)
Esto es algo que Jameson ha venido repitiendo una y otra vez (por ejemplo en La estética geopolítica), y que resulta válido en un análisis comparado entre las películas de la cartelera del cine con las imágenes de los Telediarios sobre la guerra en Oriente Medio o las catástrofes naturales. A la lectura de películas conspirativas -o a un cine de la conspiración-, hay que unir el papel desarrollado por otros géneros como la novela policíaca (un Chandler por ejemplo), y ahora también las formas de calitée de la SF, y también sus subproductos. Un ejemplo no muy lejano en el tiempo lo constituye La guerra de los mundos (2005) de Steven Spielberg, filme basado en la novela de Wells; una mercancía de entretenimiento de masas al que se le puede aprehender desde el puro disfrute –cine de acción o de desastres naturales- o como una alegoría del horror de aquello irrepresentable -lo traumático, las secuelas post-11S y la amenaza terrorista que llevaría a una hipotética destrucción total de la tierra (a falta de mejores argumentos).
Estos son apenas algunos argumentos sobre el porqué de la actualidad de la SF. Pero en su amena presentación, Jameson también hizo repaso de algunas representaciones de la Utopía que aparecen a lo largo del libro, siempre camufladas en estructuras analíticas más imbricadas, más dialécticas. Por ejemplo, Jameson distingue diferentes modos de Utopía, como aquellas basadas en la satisfacción del deseo con aquellas otras centradas en su incumplimiento –modo característico del cuento de hadas- y ejemplificado en la fábula de los tres deseos que el pez mágico le ofrece al pescador.
Otro modo de Utopía es tan sencilla y a la vez tan poco viable que se antoja irrealizable: Trabajo para todo el mundo, o lo que es lo mismo, pleno empleo. ("La Política de la Utopía", New Left Review, 25). De igual modo, Utopias existen de todos los colores: la franciscana, reeducación del deseo, renunciación a la “commodification”. Las basadas en la abundancia, o aquellas otras en las restricciones más absolutas. Igualmente a nivel espacial, existen las utopías del campo, las comunas, donde reina la armonía y la naturaleza, y esas otras urbanas, imágenes de la gran ciudad, congestión, superpoblación y caos. Pero algunas de estas oposiciones son expresiones del mismo impulso o anhelo. Se tratan de representaciones de lo utópico, no Utopías sobre sociedades perfectas.
Si Jameson vuelve su mirada hacia el día de mañana, es porque el capitalismo ya coloniza el futuro. La imaginación de las personas está ya conquistada por el mercado y los media. Incluso la medicina no resiste. Una aspirina convertida en una forma utópica que inconscientemente ayuda a la transformación del cuerpo humano. “Utopian corporeality is however also a haunting, which invests even the most subordinate and shamefaced products of everyday life, such as aspirins, laxatives and deodorants, organ trasplants and plastic surgery, all harboring muted promises of a transfigured body”. (Archaelogies of the Future, p. 6.)
No acabó aquí la cantidad de referencias posibles y acercamientos al objeto de discusión y ya en el turno de preguntas éstas giraron más hacía cuestión del orden político mundial. Jameson argumentó que la organización anarquista es un problema –antes y ahora- y que en los 60 cuando pararon la guerra ya no fueron más allá. Lo que a muchos de los que escuchaban les venía a la cabeza eran la nueva oleada de violencia anti-globalización –distinguida para algunos como de movimientos de los verdad y esos otros llevados por las modas. A este respecto, Jameson sacó a relucir en ese momento el término Western Marxism (Marxismo Occidental), situación en la que cultura e ideología se entremezclaban de manera compleja y productiva. Pero si hay que buscarle un comienzo a este voluminoso "Archaeologies of the Future", éste ha de hallarse en el párrafo final de su libro anterior sobre la modernidad donde escribe: “lo que verdaderamente necesitamos es un desplazamiento generalizado de la temática de la modernidad por el deseo llamado Utopía. Debemos combinar una misión poundiana para identificar las tendencias utópicas con una geografía benjaminiana de sus fuentes y una estimación de su presión en lo que hoy son múltiples niveles del mar. Las ontologías del presente exigen arqueologías del futuro, no pronósticos del pasado”. ("Una modernidad singular", Gedisa, p. 180.) Amén.
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