9/22/2018

La justicia, ayer y hoy

Peter Lorre en el juicio organizado contra su persona en M (1931) de Fritz Lang





El visionado de M. El Vampiro de Dusseldorf (1931) de Fritz Lang puede ofrecernos una interpretación de nuestro mundo actual. Ahora que el uso de la palabra "fascismo" es moneda común y se usa con una gratuidad ahistórica para acusar a todo que no coincide con nuestra cada vez más atomizada e individualizada subjetividad, regresar a esta obra maestra presciente del verdadero fascismo histórico resulta iluminador. Es célebre la escena final en la que M, de mörder, asesino, es perseguido, acorralado y capturado por la mafia de los bajos fondos la cual, debido a la presencia policial que trata de localizar al asesino, no puede ya ejercer el negocio con la impunidad deseada. M, un violador asesino de niñas, no puede refrenar su impulso criminal. La identidad misteriosa de M trae de cabeza a la policía y a las autoridades, y del creciente clima de terror y psicosis social se hacen eco los periódicos con grandes titulares y una cobertura que todavía aterroriza aún más a los habitantes de la ciudad.

Cuando Hans Beckert, M, es capturado, literalmente, por el pueblo, un juicio popular se pone en marcha en un sótano (literalmente un bajo fondo y submundo) donde una muchedumbre aireada (the mob) lo juzga no sin antes darle la oportunidad de defenderse (un defensor improvisado hace el rol de abogado del diablo). La tesitura es bien sencilla: dado que M es un asesino, ha de ser ejecutado para que deje de ser un peligro para la sociedad. Es entonces que Peter Lorre realiza el célebre monólogo (expresionista) en la que asume su instinto irrefrenable y se presenta como un ser enfermo, un monstruo, el cual, según su improvisado defensor ha de ser encerrado de por vida en una institución psiquiátrica. De lo que se trata para la mob es que la policía no lo capture, pues entonces el Estado intervendrá con su justicia frustrante y apaciguadora. La justicia popular como justicia de los enfurecidos. No comentaré aquí el final de la película, pero la actualidad de M recuerda los peligros de la masa cuando ésta se encuentra sometida a una situación límite y termina por estallar. Cuando el debate deja paso al encontronazo y la violencia (como sucedía en la Alemania de finales de 1920 y 1930) entonces esas mismas se prestan ávidas a escuchar a los nuevos mesías de tiempos vulgarmente calificados de “interesantes”. 

No hace falta señalar que aquella era todavía una sociedad de clases, donde la masa, la muchedumbre y la multitud tenía aún un deseo de subversión de los de abajo contra los de arriba (pensemos en la “picaresca” de aquel submundo que bien reflejara Bertolt Brecht), mientras que la nuestra es otro tipo de sociedad de masas sin conciencia de clase e individualizada y conectada por la red. Aquella mob es ahora nuestra red social. Y es allí donde la justicia popular se imparte, sin posibilidad de cuestionarla.


9/21/2018

El arte del poster. New Order design