Still de Vikingland (2010) de Xurxo Chirro |
Éstas son algunas ideas que surgen del visionado de Vikingland, un “documental ficcionado” que
Xurxo Chirro “manipuló” entre 2006 y 2011. El término aquí es “manipular” y no
“dirigir” ni “montar”, más afines estos al arte cinematográfico. Como pone en
los títulos de crédito, se trata de una “idea y una manipulación” del citado
realizador. En 2006 Xurxo encontró en casa de sus padres unas cintas de vídeo
donde se podía leer “Vikingland 1”, “Vikingland 2”, etc. Las halló mientras
cambiaba el reproductor doméstico de VHS a DVD. Toda una señal. Estas cintas
analógicas las grabó Luis Lomba “O Haia”, un marinero gallego compañero de
faena del padre de Xurxo, entre octubre de 1993 y marzo de 1994. Desde el
primer momento quedó fascinado por unas cintas en las que se puede ver la vida
de un marinero en el mar del norte, en el interior de un gran barco en medio
del frío y el hielo.
Lo primero que cabe destacar es qué se puede llegar a
hacer con un material así, a priori desprovisto de cualquier atisbo de calidad
o artisticidad en la imagen. Si Xurxo Chirro tardó tanto tiempo en definir una
forma para Vikinglad se debe precisamente a esta pregunta: ¿Qué hacemos o qué podemos
hacer con la infinidad de documentos del dominio doméstico y la esfera íntima
de la era analógica ahora que todo ese mundo de recuerdos parece desvanecerse?
¿Qué hacer con un material encontrado, literalmente found footage, que respete la integridad y la
intención misma de las imágenes que fueron grabadas? En este sentido, hasta el
título venía ya dado: Vikingland (Tierra de Vikingos). Porque este audiovisual no parte
de la premisa de que el found footage es un material real o ficcionado (simulado) que sirve
para recrear una historia (documental o ficticia) salida de la mente del
realizador o director. No. Lo que aquí tenemos es más bien un ejercicio de
restauración de la memoria, un cuidado del registro.
Por esto, Vikingland no abusa de la técnica del montaje ni del
ensamblaje los cuales, como bien sabemos desde las vanguardias, se caracterizan
por crear una tercera imagen o idea mental a partir del cruce y la
superposición. Al contrario, aquí tenemos un ensayo de arqueología puramente
documental, pero cuyo material “amateurista” en manos de Xurxo es capaz de
crear todo un enjambre de significados y asociaciones poéticas (por ejemplo con
Moby Dick de
Melville). El registro del tiempo de las imágenes de la cámara de vídeo, abajo
a la derecha, nos informa de la cronología de las grabaciones y el respeto
hacia la sincronicidad con la que fueron tomadas. Las secuencias son pautadas
por distintas temáticas; tripulación, Navidad, frío, trabajo, travesías, etc.
En el centro de Vikingland está la persona de Luis Lomba “O
Haia”. Luis compró una cámara de vídeo doméstico sin la más remota idea de cómo
funcionaba ni tampoco del uso que le iba a dar. Dentro de la embarcación, la
cámara se convierten en testigo, mientras que la función que Luis otorga al
aparato tecnológico bien podría servir para un estudio o manual de antropología
o sociología urbana (o marina, si se prefiere). Existe aquí un primitivismo,
una ingenuidad y una intencionalidad candorosa y honesta. Se ha comentado en
algún lugar que el uso que hace Luis de la cámara recuerda al de los pioneros
del cine (los hermanos Lumière o Meliès), en lo que tiene de acto
cinematográfico puro, especulativo, sin convenciones que seguir. A mí me ha
recordado más a cuando la cámara de vídeo hace su aparición en los 60 y en los
70 en una primera generación de artistas conceptuales o performers o, más
concretamente, a la posibilidad de un arte conceptual en latitudes geográficas
descentradas. Obviamente, nada de esto estaba en la cabeza de Luis Lomba. Hay
una escena en la que coge una naranja, la pela y se la come gajo por gajo. Sin
más. En otras ocasiones, posa delante de la cámara sin saber muy bien qué hacer
y mucho menos cómo “actuar.” Simplemente está ahí, se viste a drede y se
desviste para la cámara. Podría decirse que la cámara es un espejo para él,
aunque hablar aquí del “narcisismo” de Luis me parece muy poco apropiado. Más
bien se trataría, quizás paradójicamente hablando, de ejercicios de
autoconciencia un tanto inconscientes. El arte de retratar y del autorretrato
sin ninguna intencionalidad artística y mucho menos estética. Pero es en esa
misma actitud involuntaria que todo un inconsciente político puede emerger a la
superficie y, de hecho, lo hace.
Por ejemplo, queda perfectamente registrado el mundo del
trabajo, y podría decirse que la cámara pertenece a esa franja trifásica de las
8 horas en un trabajador que es el tiempo de ocio. Pero lo interesante está en
que la cámara de vídeo, aún perteneciendo a este tiempo, hace su entrada en el
otro, el del trabajo. Resulta en este sentido ilustrativa la escena en la que
Luis coloca el vídeo en la transpaleta mientras graba el acto monótono de
vaciar un palé. Como efecto de la inercia la transpaleta se desplaza cogiendo
el visor un fuera de campo (las ventanas del barco). Pasa un tiempo hasta que
Luis se da cuenta y vuelve a enderezar y a encuadrar la imagen mientras
terminan de vaciar el palé. Toda esta escena documental, genial en cuanto que
da cuenta del trabajo físico y los dispositivos técnicos inventados por el
trabajador para documentar la labor, se muestra completa, sin cortes. Es a
través de escenas como ésta que Xurxo Chirro no solo enseña el mundo del
obrero, el trabajador, el inmigrante gallego, sino que realiza un ejercicio de
pensar la imagen, en su ontología más elemental, dentro de las coordenadas de
clase social. Aunque sea cierto que la cultura de clases ya no existe en lo
sucesivo en nuestra parte del mundo, sí que lo es que la clase no ha
desaparecido aunque permanezca oculta bajo retóricas liberales o
social-demócratas. Se me ocurren pocos artefactos culturales realizados estos
últimos años donde la representación de algo que cada vez más escapa a la
representabilidad, se muestre tan abierta y desprejuiciadamente como Vikingland. La vieja categoría (a recuperar)
del orgullo de clase, hace aquí su aparición, y no por nada esta realización,
cuya temática está profundamente inmersa en la problemática histórica de
Galicia, tiene una especial relevancia en la actual renovación de cine gallego
de la que todo el mundo parece estar hablando ahora mismo en España.
Hay evidentemente otras capas a explorar, como la relación
entre lo analógico y el digital, y la fantasmagoría de un mundo de imágenes
destinadas a desaparecer, pero quisiera por último destacar Vikingland de Xurxo Chirro en esa
cartografía (o mapa cognitivo) del capitalismo global a través del mar y sus
representaciones, y que tuvo en Allan Sekula (1951-2013) a uno de sus más
imperturbables exploradores. Es en esta estirpe donde me parece hay que
situar esta modesta pero imperecedera película.