7/24/2013

Pop Político: El amor como construcción burguesa


Pet Shop Boys son unos artistas multimedia: música, estilo y diseño, escenografía, danza, imagen en movimiento y arquitectura. Neil Tennant y Chris Lowe entregan ahora un nuevo álbum titulado Electric en donde merece la pena fijarse en un tema concreto como amalgama definitorio de cierto posmodernismo tardío. La canción “Love is a Bourgeois Construct” suena como puro PSB en su más íntima codificación referencial. La querencia de PSB por el imaginario comunista es conocido desde que hace ya algunos años pusieran banda sonora a El Acorazado Potemkin (1925) de Sergei Eisenstein.

Ahora, el explícito título del amor como construcción burguesa sirve como disparadero para la introducción de temática marxista en el interior de una de las bandas pop más respetadas y admiradas. La espectacularización de la ideología es propia de una sociedad donde el consumo necesita colonizar todos y cada uno de los rincones de resistencia y negatividad. El empleo artístico de símbolos de la izquierda no hace a ningún artista ser más de izquierdas, aunque el hallazgo de briznas de utopía en el interior de los productos de la cultura de masas nos redima de nuestro conformismo ideológico.

El despliegue en concierto de “Love is a Bourgeois Construct” es todo un derroche de artisticidad. Lo que en el arte contemporáneo se denomina como “artefacto cultural”. Si para mucha gente escéptica la capacidad crítica del arte contemporáneo ya no se encuentra en el propio arte sino en aquellas esferas de circulación cultural de lo popular, esto es, en la música, las series de TV, Internet y el cine, entonces definitivamente no está de más mirar a PSB. Lo que ahí se genera es una situación “en escena”: desde la imagen de Marx proyectada a partir de diferentes keywords, el dueto coreográfico de referencialidad pop, y la cabina post-constructivista con toque a microchip donde el profeta Tennant lanza sus soflamas acerca del amor, la burguesía y la búsqueda del alma inglesa.


Pero lo que merece destacarse de “Love is a Bourgeois Construct” es su referencialidad musical. Para cualquier melómano la primera escucha supone sumergirse en la memoria personal. Así, el riff que crece orgánicamente no es sino un fragmento del King Arthur del gran maestro barroco Henry Purcell (el más grande compositor británico de todos los tiempos). Esta melodía es más conocida colectivamente desde que el conocido compositor minimalista Michael Nyman la rehiciera para la banda sonora de la película El contrato del dibujante (1982) de Peter Greenaway. De este modo, de un solo plumazo, PSB condensan en una melodía todo un bagaje cultural e histórico como síntoma de una creatividad retromaníaca donde todo es una versión de otra versión, donde el original nos es inalcanzable. Esta es nuestra cultura y en ella estamos.

* Publicado en A-desk, 24-07-2013, Barcelona


7/11/2013

Jóvenes e investigadores


Si no bastaban Facebook, Twitter y Lindkelin ahora hay que añadir una nueva red social que apunta alto. Me refiero a Academia.edu, la web que permite hacerte un perfil y acto seguido subir textos de todo tipo en formato word y pdf. Descrita en alguna parte como el “Facebook de los nerds”, esta red social cuenta ya con 1.5 millones de papers subidos. Su acceso es restringido a los miembros. Con motores de búsqueda en Google y mediante tags y otros recursos web (estar en Facebook es un must), Academia.edu permite hacer un seguimiento de cuales son los textos más “vistos”, de donde vienen las consultas, etc. Analytics al poder. Huelga decir que esta red social en boga es una herramienta adecuada para la “investigación”, sobre todo cuando se refiere al dominio tradicional de las artes y las letras.

El interés de Academia.edu reside no ya en compartir los frutos de años de investigación sino en la creación de un network donde cuenta más el propio medio y la conectividad que la lectura propiamente. De hecho, es el medio perfecto para la pasividad y el voyeurismo.
Quizás también por ello, un pequeño icono de ojo marca cada paper ojeado, que no leído. El deseo de controlar al otro es proporcional al deseo de que los demás tengan acceso a nuestras fuentes, en definitiva, de que nos controlen. El deseo es de ida y vuelta. Como un Facebook intelectual, Academia.edu no es el espacio donde la educación aspira a redimirse del contrato social que la ata a los poderes económicos y políticos, sino más bien la prolongación de ese espacio de mercado que es también la academia y la universidad. Un espacio, éste, que ya no está restringido al aula sino que está expandido por los cuerpos (en sintonía con aquel paso de las sociedades disciplinarias a las de control descrita por Deleuze a propósito del estudio de su amigo Foucault). La academia es ahora refugio y no un espacio del que se desea salir a toda costa. Educación perpetua, sin fin. Nunca estamos lo suficientemente preparados, etc. ¿Acaso la última ilusión neoliberal?

Roland Barthes escribió en 1972 un texto que tituló “Los jóvenes investigadores” en donde exponía las constantes divisiones a las que se enfrentan los estudiantes. Su labor está marcada por la improductividad. El investigador (interpretemos todo esto con perspectiva) está socialmente excluido y su labor está abocada a la represión de los discursos; el de la cientificidad (la Ley) por un lado y, por otra parte, el deseo, la escritura. Barthes recomienda que el trabajo de investigación debe estar inserto en el deseo. Si no es así, el trabajo es moroso, funcional, alienado, movido por la pura necesidad. En este sentido, las tesis son discursos reprimidos. Y escribe: “Es necesario que la investigación deje de ser ese parsimonioso trabajo que se desarrolla ya sea en la ‘conciencia’ del investigador (forma dolorosa, autista, del monólogo), ya sea en ese miserable vaivén que convierte al ‘director’ de una investigación en su único lector. Es necesario que la investigación alcance la circulación anónima del lenguaje, la dispersión del Texto”.

Como toda herramienta del capitalismo tardío, cognitivo e inmaterial, Academia.edu es otro producto ambivalente capaz de cambiar sus valencias y convertirse en un instrumento para la producción social (de dispersión de texto) o de control social. Barthes deja caer que la toma de conciencia de que esto circula es la divisa de toda escritura. Pongámonos a que así sea.

* Publicado en A-desk, Barcelona, 10-07-2013

7/05/2013

CRÍTICA: Boards of Canada, "Tomorrow's Harverst"



La última entrega de los hermanos Mike Sandison y Marcus Eoin, es decir, Boards of Canada, no solo acaba con la sequía de ocho años sin publicar un álbum, sino que además consiguen posicionar este Tomorrow’s Harvest entre lo mejorcito de su producción. El principal valor de propuestas como la de Boards of Canada (o también otras como Autechre, por ejemplo) reside en la constancia y la autoafirmación. Esta música es un auto de fe. La no necesidad de testear la adecuación de su música a la tendencia gobernante de su tiempo hace que este tipo de propuestas reflejen el espíritu oculto de la contemporaneidad de la manera más elevada.
Lejos queda su debut Music Has the Right to Children (1998), sin duda una de las bandas sonoras del final de milenio. Ahora, Tomorrow’s Harvest se presenta como la oportunidad de comprobar el punto en el que los hermanos se encuentran. Y los resultados, lejos de decepcionar, los reafirma. El nuevo álbum suena compacto. Te lleva a una dimensión paisajística árida y desolada; desiertos, tormentas y grandes espacios devastados. Después de un comienzo abrasador y misterioso, con “Jacquard Causeway” el sonido regresa a su punto de origen. Solo pueden ser ellos. Lo interesante de este álbum está en lo compacto que suena, de modo que una vez acabada la hora de duración podría comenzar de nuevo haciendo imperceptible el loop. No hay grandes hits y la “suciedad” de los aparatos analógicos marca de la casa se convierte en una coda vírica. Hay temas que son no-temas, como entrantes que se elevan progresivamente para acto seguido extinguirse. Oscuro, triste y cercano al ambient, se trata de una banda sonora apropiada para el abandono y la contemplación en momentos de dificultad. Cuanto más glaciales se presentan más profundo se penetra. Como un diamante duro. 

En este álbum, la estética de Boards of Canada despunta artísticamente consiguiendo aunar sonido e imagen de una manera indeleble. Polaroids desgastadas de no lugares, paisajes y fragmentos de una industrialidad entrópica (lo que parecen satélites y aparatos de control remoto en desuso) sitúa este trabajo artístico en el interior de una hauntology que lejos de convertirse en mera etiqueta pasajera puede condensar todo un presente cultural. 
La superposición de un skyline y un páramo en el ocaso de sol ofrece una hermosa representación para tiempos como los actuales. Post-Apocalipsis. 
Cualquier nostalgia por el futuro tiene aquí una obligada estación. Lo interesante de la tendencia analógica produciendo digitalidad en nuestra cultura reside en la confusión de ambas a la que nos obliga. La imperceptibilidad de ambas agudiza el oído, recordándonos la necesidad de una escucha atenta que combata lo fetichizable del sonido mercancía. La trascendencia y el ascetismo cósmico de equilibrio y armonía con una naturaleza no-idealista puede suponer un escollo a la hora de acercarse a Boards of Canada. Sin embargo, como en todo buen arte, es siempre la calidad y la firmeza de la música la que consigue redimir, acercando de este modo mundos que parecen demasiado lejanos o inalcanzables.


7/04/2013

CRÍTICA: "The Whole Earth", Haus der Kulturen der Welt, Berlin

 
Portada Whole Earth Catalog, Access to tools, Fall 1968


La recién finalizada exposición “The Whole Earth” en la Haus der Kulturen der Welt de Berlín apunta a ser una de las más recordadas de toda la temporada. Comisariada por Diedrich Diederichsen y Anselm Franke, la exposición partía de la imagen de nuestro Planeta Azul en su primera representación difundida por la NASA en 1967 (captura realizada por un satélite). Un año más tarde, en la víspera de la Navidad de 1968, un astronauta de la expedición Apolo 8 realizaba una toma todavía más inquietante; la imagen del planeta Tierra vista con un trozo de la luna en primer plano. La Tierra desde otro cuerpo celestial. Estas icónicas fotografías transformaron por completo la imaginación del mundo. La investigación de “The Whole Earth” –literalmente un ensayo textual y visual transportado a un espacio expositivo–, se centra en los efectos que estas representaciones en la conciencia de la época; desde el nacimiento de los movimientos environtmentales a la contracultura hippie pasando por una renovada imaginaría en plena Guerra Fría.

Se insiste aquí en que esta imagen terráquea vino a suplantar esa otra representación especular dominante desde el final de la Segunda Guerra Mundial; la gran nube hongo de la explosión nuclear. El descubrimiento del Planeta Azul sirvió como un símbolo calibrador de prácticamente todos los sistemas de representación, desde el poder hegemónico determinado por el control del espacio a una nueva conciencia global –la antesala de la actual globalización– fundada en una noción de totalidad orgánica donde todos los sistemas aparecen interconectados. El subtítulo de la exposición resultaba en este sentido clarificador: “California and the Disappearence of The Outside”. Con ello, lo expuesto se ha centrado en las consecuencias que esta nueva imaginería en la representación y la conciencia del arte, la música, el cine así como en los movimientos contraculturales, con California como epicentro.

Stewart Brand (Ed.): Whole Earth Catalog. Access to Tools,
Spring 1969 (Backcover)


El activista Stewart Brand sobrevuela alto. Fue él quien en 1966 lanzara una decisiva pregunta a la NASA, “¿por qué no hemos visto todavía una fotografía completa de la Tierra?” Brand es aquí una figura pivotal, pues en 1968 ilustra el primer número de su revista Whole Earth Catalog con esa misma fotografía difundida por la NASA un año antes. Los sucesivos ejemplares de esta revista sirvieron como manual para los modos de vida comunitarista tan en boga en los Estados Unidos – se calcula que entre finales de los sesenta y comienzos de los setenta alrededor de 10 millones de estadounidenses vivían en comunas o a partir de modos de vida alternativos. El Whole Earth Catalog ayudó a romper la oposición entre cultura, tecnología y naturaleza, promulgando una nueva concepción de la cibernética como un territorio naciente. No en vano, es en California donde el desarrollo de la informática y los ordenadores personales va a tener lugar en décadas sucesivas (léase Silicon Valley y Apple).
El siguiente proyecto de Brand ya en los ochenta, la comunidad virtual The WELL (acrónimo de Whole Earth ‘Lectronic Link), deja claro que la evolución natural del zeitgeist comunal es el mundo virtual y, claro está, Internet. Del Whole Earth Review a Wired.

La desaparición del afuera a la que se refiere el subtítulo debe entonces enmarcarse en la pérdida de hegemonía de todo lo relacionado con el espacio exterior, en una nueva configuración de los bordes en un retorno a la tierra como un todo o sistema interconectado. Las visiones holísticas, de completitud, vinieron entonces a inaugurar una nueva armonía cósmica. Esta idea de lo completo o la totalidad (aquí bajo el término whole) está desarrollada por los comisarios a partir de diferentes teorías científicas, ecológicas y contraculturales. Estas nociones sistémicas son muy ricas y abren toda una serie de interrogantes. Sin embargo, los comisarios no introducen la categoría de totalidad (totality) tal y como éste concepto ha venido dándose profusamente dentro del marxismo occidental (de Lukács a Jameson pasando por Adorno). No obstante, esta totalidad fue sugerida por el propio Franke en la conferencia al invocar la noción del Capital.

He aquí una exposición que habla acerca de los misterios de lo existencial sin ser existencialista. He aquí una exposición historicista sin quedarse en el simple archivismo. He aquí una exposición y un debate contemporáneos. Cuando ya no es posible colonizar el espacio exterior, se pasa a la colonización del alma, dijo Diederichsen en un momento. Sobre esto va el neoliberalismo; la cibernalización del alma y la subjetividad. El recorrido trazado va entonces desde las influencias de las filosofías orientales y el nuevo espiritualismo en los setenta, a los manuales de autoayuda y equilibrio Zen de cualquier directivo de marketing hoy. Siguiendo con toda esta impresionante narrativa, la conferencia se celebró los días 21 y 22 de junio en loor de multitudes. En un solo día se pasó de la eco-psicodelia al neo-liberalismo de Internet, de Marcuse en California a complejas lecturas (muy alemanas) acerca de lo “contra” y la negatividad (Hegel mediante). Un libro publicado por Sternberg Press recogerá todo esto y más. Todo un must.

* Reseña publicada en A-desk, Barcelona, 4-07-2013

* ENGLISH HERE


© Jacob Hoff / Haus der Kulturen der Welt

7/01/2013

Imágenes que piensan


Vista display de la exposición “The Family of Man” por el arquitecto Paul Marvin Rudolph, exposición comisariada por el fotógrafo Edward Steichen en 1955 en el MoMA Museum of Modern Art de Nueva York.


Pocas veces un plano en planta puede ser tan hermoso, erigiéndose en todo un mecanismo activador de significado del concepto de display. Aquí, display no es eso que en los cursos de comisariado se utiliza como límite;  el “no gastéis demasiado en el display” o, por el contrario, “el display lo es todo”. Como si de una noción barthesiana se tratara, el display, como el estilo, resulta instransferible. Es el sello inequívoco de una escritura blanca. El display es una imagen que piensa, como aquellas otras tan del gusto de Walter Benjamin. Un display con sombra, el doble especular de lo expuesto, oculto y presente al mismo tiempo.