Only lovers left alive, Jim Jarmush |
6/25/2014
6/20/2014
Crítica de cine
Hace algunos años, leyendo por Internet, anoté
una frase sacada de un blog de cine que decía así: “Me gustaría que se siguiera
ejerciendo una crítica cinematográfica pero no ideológica…”
Al releer esta frase pienso sobre el modo
de ejercer una crítica no-ideológica. Me parece imposible. Ésta es la norma y
éste es el modo en el que hoy en día se practica la crítica de cine. En mi
opinión, sin embargo, toda forma de crítica debe ser en última instancia una
crítica de la sociedad.
Es precisamente esto lo que Kracauer exigía a la crítica cinematográfica cuando afirmaba que “en breve, un crítico de cine al nivel de su
tarea no es concebible sino como un crítico de la sociedad. Su misión: desvelar
las representaciones e ideologías sociales escondidas en las películas de tipo
medio, y a través de este desarrollo, quebrar la influencia de las películas
allí donde sea necesario”.[1]
Tampoco estoy seguro que ser ambicioso en las formas y humilde en las
intenciones (o lo contrario) sea garante de éxito. La ambición debería situarse
como premisa tanto en la forma y el contenido desde el comienzo. Una crítica
que no se pretenda ideológica es cómplice de un aparato cinematográfico que considera al
espectador como mero perrito faldero que recoge el palo que le lanza su amo. Cualquier
crítica debe abrir una brecha en la mente del lector/espectador, y conectar la
pantalla con la realidad exterior a través de una renovada articulación.
[1] Siegfried Kracauer, “La tarea del crítico cinematográfico”,
en Estética sin territorio. Colección
de arquitectura, Murcia, 2006, p. 349.
Etiquetas:
crítica,
crítica dialéctica,
Critica práctica,
ideologia,
Kracauer
6/14/2014
EDITORIAL: "Shock de modernidad"
El recurso a las palabras “modernidad” y “modernización”
en boca de la clase política es una constante. El último en apuntarse ha sido
la nueva “esperanza blanca” del partido socialista. “España necesita de un
‘shock’ de modernidad”, ha dicho. La elección y el énfasis en la palabra
“shock” responde a alguna estrategia de marketing. Pero lo que llama la
atención es la combinación de ambas palabras juntas. Se diría que el joven
socialista, o sus asesores, han hecho un curso rápido de estética o un
seminario en las vanguardias artísticas. No en vano, el “shock” era uno de los
efectos de la obra de arte moderna en las clases burguesas en las primeras décadas del
siglo XX. La retórica del “shock” en la modernidad se extiende a la obra de arte
y al mundo industrializado y su mecanización. Es el “shock” de la máquina y la
transgresión de los límites establecidos. Seguro que el joven socialista no se
refería a esto, pero entonces ¿qué tenía en mente?
La historia de España con la modernidad es complicada.
Conviene separar los términos modernidad de modernización. El llamado “milagro
español” de los 50 fue un proceso de modernización; la industrialización del
país. La modernización hay que leerla en clave económica mientras que la
modernidad es siempre algo cultural. La modernidad, en este sentido, parece que
no llegó a este país hasta los 80 con la victoria del Partido Socialista y la
instauración de la “Movida Madrileña” como la cultura oficial. ¿A qué clase de
modernidad se refiere la “esperanza blanca”? ¿Inversión en trenes de alta
velocidad o regreso al pasado repitiendo la fórmula de la chaqueta de pana? Charles
Baudelaire decía que “la modernidad es lo transitorio, lo fugaz, lo contingente”.
¿Se refería acaso que lo que España necesita es lo transitorio, fugaz y
contingente? Lo dudamos.
Lo interesante de las apelaciones a la modernidad es que
sirve para cualquier ideología. Ya lo decía Jameson en Una modernidad
singular, el
sinónimo último de modernidad es el capitalismo. Los nacionalistas recurren en
sus discursos a la modernidad como garante de sus reivindicaciones
identitarias; los “socialistas” lo asumen como propio en aras a un
universalismo fraternizador; la derecha, ellos también la reivindican, pues la
modernidad no es más que el mercado libre y las innovaciones que la competencia
trae consigo. Todos son, o quieren ser modernos. Históricamente una pequeña
porción de la gloria se la lleva quien fuera canciller alemán, el
socialdemócrata Gerhrard Schröder (1998-2005), al conducir a su país a una de
las mayores modernización económicas de todo el siglo (eso sí, en ausencia de
una guerra con la que acelerar la industria). Schröder hacia campaña conscientemente a favor de la modernización. Este
ejemplo socialdemócrata parece estar (inconscientemente) en mente de algún
gabinete del partido socialista obrero español. Para ellos, la modernización no
es, parece ser, derrocar la vieja institución de la monarquía. Más que una promesa utópica, esta apelación al “shock de
modernidad” suena a propaganda de agencia de marketing con licenciado en
bellas artes de por medio.
6/12/2014
POP POLÍTICO: "World in Motion" (1990) New Order
Comienza el Mundial de Fútbol en medio de las protestas de la ciudadanía y la represión policial en Brasil. Un acontecimiento de estas características suele ser momento para meter el turbo de la opresión económica del capital global. Mientras tanto, durante un mes, el mundo entero prestará atención a lo que sucede dentro y fuera de los campos de fútbol. La sociología del fútbol emite siempre diagnósticos fidedignos del estado global del capital. Ya lo cantaban los New Order en 1990: World in Motion. Mundo en movimiento. Eso es lo que consigue el fútbol, y en concreto, un Mundial. Se trata por otra parte de uno de los mejores temas de la banda inglesa. (Es una pena cómo ha acabado NO con Hooky. No Hooky no New Order).
World in Motion fue compuesta por NO como canción de apoyo a la selección inglesa de fútbol para el Mundial de 1990 en Italia. Un tema perfectamente pop que tiene aspecto de himno. El videoclip rodado para la ocasión introduce a la banda conjuntamente con jugadores de la selección así como la inevitable figura del hooligan, que como todo el mundo sabe, en el Reino Unido tiene no pocas connotaciones de clase. Aquí tenemos un hooligan simpático bromeando con John Barnes, un jamaicano inglés que ganó un concurso interno de rap a otros miembros de la selección. Este rapeado final me parece genial, al mezclarlo con los coros de los jugadores entre los que no podía faltar el mítico Paul Gazza Gascoigne. Genio y figura. Lo interesante de la canción es que siendo completo New Order el rap final se mezcla con cierto “carabinero mix” italiano muy años 80. Mientras las palabras arrivederci o Express yourself se introducen con ironías sobre England o “Engerland”. La canción en cuestión fue todo un hit en el Reino Unido y en todo el mundo, y tiene todos los componentes para ser apropiado y reivindicado como himno por la cultura gay. Casi 25 años han pasado de este tema, pero está bien volver a recordarlo en estas fechas.
Etiquetas:
new order,
pop político
6/06/2014
CRÍTICA: La Bienal de Berlin y la globalización
Sin título pero con eslogans que van apareciendo y un gran diseño gráfico de Zak Group (Zak Keys) |
A
grandes rasgos, esta bienal prioriza el arte a las palabras. Después de la de
2012, en la que Artur Zmijewski
tensionó la institución hasta el límite con un
programa de urgencia activista, la que ahora supone un retorno al orden. Por
“orden” puede leerse otros epítetos como “amable”, “calmada” y hasta “clásica”.
Sin duda estos adjetivos entran en conflicto con la propia intención curatorial
consistente en subvertir, desde el arte, los principios canónicos de las
grandes narrativas coloniales y del imperio, ergo la tradición y el clasicismo.
Esto se explicita en la elección de los lugares para la bienal: el Museem
Dahlem, un cluster de tres museos
etnológicos; el Haus am Walsee, una villa campestre reconvertida en lugar de exposiciones,
además de la habitual sede del Kunst-Werke. También en el llamado Crash Pad, concebido por Andreas
Angelidakis como un espacio “extra” en el KW para alojar eventos y que decorado
con alfombras y falsas columnas establece conexiones transhistóricas,
culturales y económicas entre Grecia, Alemania y el imperio Otomano.
Crash Pad de Andreas Angelidakis |
El
modo con el que la bienal interroga el mapa de Berlín, todo un espejo de
procesos sociales a mayor escala, es principalmente estético. No hay grandes
gestos ni proclamas. Tampoco título (más allá del diseño gráfico de un 8
diseñado con paréntesis). Si bien hay texto (principalmente en el
catálogo-guía), éste no resulta excesivo. En lugar de la publicación de readers teóricos y seminarios, se
propone una serie de pósters que irán apareciendo en la ciudad o un libro de
imágenes realizado por los cincuenta artistas participantes. Se plantea aquí
una interesante tesitura ante la actual proliferación de discursividad en las
artes visuales, esto es, si el arte necesita de las palabras o si, por el
contrario, el exceso de éstas acaba convirtiéndose en un problema.
La
ventaja de esta ciudad para inscribir cualquier elemento artístico en compleja red
de significados pasa por la fascinante historia de sus instituciones. Aunque el
eje temático Este-Oeste está presente (en Olaf Nicolai, quien reproduce un
patrón geométrico encontrado en unos grandes almacenes abandonados en la zona
este susceptible en un principio para ser una de las desde de la bienal), es el
cuestionamiento de la noción de lo “global” lo que se destila. No sólo por la
procedencia de cinco continentes de los artistas, sino por los diversos retazos
de arte asiático, polinesio, precolombino y otros artefactos etnológicos que
conforman el complejo de Dahlem. Parte de todo esto será en breve alojado en el
macroproyecto del Humboldt-Forum, un nuevo espacio reconstruido en el Palacio
de Berlín el cual, situado en la llamada “Isla de los Museos” de Mitte, servirá
como espacio de diálogo entre culturas o, lo que es lo mismo, para el multiculturalismo.
Una
de las contradicciones más productivas al respecto se produce precisamente en
el Dahlem, cuando el arte se instala en medio de todo ese material antiguo
produciendo desviaciones de la atención constantes. Es el caso de Wolfgang Tillmans
y sus fotografías que cuestionan la política de la verdad instaladas en una
sala donde se ha dejado elementos que ya estaban allí, paneles informativos
sobre el “mapa del algodón”, tres pantalones vaqueros vintage idénticos, una zapatilla Nike y una chaqueta tipo aviador,
todo ello en vitrinas; o Carsten Höller, quien en lugar de añadir más arte ha
modificado percepción de la sala de antigüedades de oro pre-andinas,
literalmente haciendo parpadear la luz; o Mariana Castillo Deball, al colocar
sus esculturas de moldes inspirados en vestigios arqueológicos; o Tarek Atoui,
que ha escogido distintos y exóticos instrumentos musicales del Ethnologisches
Museum e invitado a una veintena de artistas a tocarlos.
Dialéctica Este-Oeste en Olaf Nicolai |
La
cuestión principal aquí es determinar si este “diálogo” es más una mimetización
que una confrontación, y si la propia bienal queda subsumida dentro de la
neutralización de las ideas de la diferencia y lo “global” que el propio
capitalismo multinacional promociona. Quedan lejos los días de exposiciones
míticas como Les Magiciens de la Terre
o incluso de la Documenta XI de Okwui Enwezor en 2002 como para que lo “global”
sea considerado como un tema para el arte, precisamente porque a la
globalización económica le ha seguido la propia del mundo del arte, incluida la
globalización de la figura del curator
y el fenómeno del bienalismo. Esta Berlin
Biennale sirve para confrontar algunas de estas ideas, a la vez que para
cartografiar nuevas economías no-europeas cada vez más potentes en el mercado
del arte, lo que nos recuerda que la globalización no es sólo algo con lo que
comenzar, sino casi siempre aquello en lo que se acaba.
* Publicado en A-desk, Barcelona, 6-05-2014
* Publicado en A-desk, Barcelona, 6-05-2014
Etiquetas:
Berlin Biennale,
comisariado,
globalización
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