El pasado mes de noviembre moría Nicolas
Roeg (1924-2018), cineasta tardío y de culto cuya luz brilló especialmente en
los años setenta y ochenta. Su cine ocupa un lugar destacado en el archivo
sentimental de quien esto escribe. Performance,
Walkabout, Dont’ Look Now, The Man Who
Fell To Earth, Bad Timing y Eureka son las películas que he podido
ver, a lo que sumar el recuerdo juvenil de The
Witches. Cuando digo “ver” quiero decir disfrutar y repetir, una y otra
vez, pues las películas de Roeg no están hechas para un único visionado, sino
que en cada nueva mirada ganan en amplitud y profundidad. Nic Roeg fue un representante
británico de aquella “teoría de autor” cinematográfico promulgada en el cine
europeo de la época, en la que el cineasta es la primera y última fuerza
rectora en la producción de la película.
Sus inicios en el cine fueron modestos, y
él siempre dijo que entró en el cine porque en frente donde vivía en Marylebone
había un estudio cinematográfico. De chico del té pasó a implicarse en otros
aspectos de la producción, para más tarde convertirse en director de fotografía
al servicio de cineastas tan renombrados como David Lean (Lawrence de Arabia, Doctor
Zhivago), Roger Corman (La máscara de
la muerte roja) y François Tuffaut (Fahrenheit
451). Para estos realizó una fotografía en la que resaltaba una cualidad
estética inherente y un uso del color personal y subjetivo. El uso icónico del
color rojo une las películas de Corman y Truffaut, estableciendo una identidad visual
donde se destacaba el rol creativo del director de fotografía.
Cuando tenía planificado el rodaje para
su primera película como director en Australia, Walkabout, le ofrecieron poner imágenes al guión de Donald Cammell
que daría como resultado Performance
(1968-1970), una película epocal inclasificable realizada por artistas, sobre
artistas en la que es una de las grandes obras del cine británico. Performance ejemplifica lo mejor de Roeg
como alquimista y montador, recurriendo a rápidos cortes en la imagen para
generar un efecto de shock en la
memoria del espectador. Un agujero similar al que atraviesa el techo de la casa
de Powis Square en la que Chas (James Fox) se fusiona con su doble y antagonista Turner
(Mick Jagger). Junto al montaje como la quintaesencia del arte cinematográfico,
el deleite en una fotografía barroca llena de sensualidad, primeros planos y
efectos artesanales que ensalzan el componente contracultural de una película
de culto. Performance era, no
obstante, una producción en la que Donald Cammell era el alma mater, la
biografía que daba cuerpo al retrato del London Swinging, y Mick Jagger el “vehículo”,
la estrella (en crisis) que habría las puertas a los grandes productores y al
gran público. El resultado habla por sí solo.
De Walkabout
(1971) destacaría los primeros diez minutos, que parecen sacados de una
novela de J.G. Ballard, en la que el contraste entre la vida alienada en la
gran ciudad y el desierto australiano se engarza de manera elegante sin
recurrir a los diálogos. Una innovación importante en Walkabout es el uso de la moviola o mecanismo por el cual un mismo
plano acontece dos veces a distintas velocidades, uno para el ojo-mente del
espectador, y otro donde se recrea esa misma imagen en el ojo y en la mente del
protagonista. Este uso del montaje tal permanece como uno de los sellos
distintivos al desafiar la lógica lineal del cine narrativo convencional. La
escena en Don’t Look Now (otra obra
maestra) en la Donald Sutherland y Julie Christie mantienen sexo mientras al
mismo tiempo se preparan y visten para salir a cenar en Venecia es otro ejemplo
virtuoso de lenguaje cinematográfico como sintaxis, el cual genera pensamiento
y subjetividad a partir del corte y empalme. The Man Who Fell to Earth es otra joya que rehace los géneros
cinematográficos refundiéndolos en una realización que a cada visionado añade
una nueva capa de significado. Una película de ciencia ficción sin apenas “aparato”
sci-fi que hace efectivo aquel
apelativo dado a la ciencia ficción como el género del extrañamiento cognitivo. Una muestra del talento de David Bowie como un ser camaleónico, único en su especie utópica.
Resulta difícil resumir el impacto de
cualquier filme de Roeg en la memoria y la retina, en la mente y el ojo al
mismo tiempo y en un solo golpe. Su cualidad principal residía en la propia
química del medio cinematográfico, de la cual él era un alquimista. Un mago que
nos entregó poderosas imágenes de terror, psicosis, subjetividad, extrañamiento,
ternura y también imaginación desbordante.
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Escena del merging entre Chas (James Fox) y Pherber (Anita Pallemberg) en Performance (1968-1970) dirigida por Nic Roeg y Donald Cammell |
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Dos libros imprescindibles sobre Nicolas Roeg. The World is Ever Changing (2013, Faber and Faber), David Bowie in The Man Who Fell to Earth (Taschen) |