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"Picturing 'Greatness'", comisaria invitada Barbara Kruger, MoMA, Nueva York, 1998 |
Siguiendo la lectura del post anterior
sobre el display y Christopher
Williams, éste comenta en la siguiente entrevista (aquí) la importancia que
para él tuvo una exposición titulada Picturing
‘Greatness’ en el MoMa de Nueva York con la artista Barbara Kruger
ejerciendo de “guest curator”. Esta exposición fue en 1988 y en ella Kruger
ejercía de artista, editora de imágenes y organizadora del trabajo de otros sin
la inflación del comisariado tal y como ahora mismo se da. La exposición,
realizada con los fondos fotográficos del museo, era todo menos neutra. Es
decir, estaba completamente “comisariada” en el sentido de que la voz de Kruger
tensionaba los límites del propio museo y su propia historia pues la muestra se
encontraba en la llamada Edward Steichen Photography Center, en alusión a uno
de los “grandes” fundadores del medio fotográfico en los Estados Unidos de
América. Esta idea de “grandeza” era lo que se ponía en cuestión. Retratos de
Robert Capa de Matisse y Picasso, o los retratos de Man Ray de Cocteau,
Duchamp, del propio Steichen de Rodin y Brancusi, o Aldred Stieglitz de su
mujer Georgia O’Keeffe. (Para una mayor comprensión de la intención de la
exposición lean abajo uno de los mejores textos expositivos impresos en una
pared). Me interesa el modo en que una crítica feminista puede utilizar
elegantemente obras realizadas por hombres y escribir un texto de exposición
como el que se reproduce abajo. A alguna fracción de la crítica newoyorkina le
parecía que con exposiciones de ese tipo (y algunas otras, como la de Vito
Acconci) el museo estaba programando su suicidio. (Leer aquí). Claro está que
esto se daba en un contexto pre-curatorial o en un momento en el que la
institución-arte y los museos no habían comenzado el proceso
autosaboteador/renovador de la institucionalización de la llamada Institutional
critique que hoy es una convención más de cualquier museo que se pretenda
progresista y avanzado.
Resulta completamente llamativo también
en términos en los que ese texto expositivo se presenta: como un gran wall label de dos caras y una secuencia
de tipologías de exhibición de fotografía en blanco y negro en pequeño formato.
Hay aquí un descentramiento de la posición de Kruger, y también un
deslizamiento crítico que prefigura una posibilidad crítica para el
posmodernismo. Barbara Kruger es ahora un nombre que irremediablemente
permanece vinculado a los años ochenta. Su influencia y valía lejos de ser
subestimado ha de ser ensalzado desde una perspectiva histórica del arte en
estas últimas décadas. La unión de signo y texto alcanzan un grado de análisis relacionable
con la Internacional Situacionista y el Punk. (En esto segundo, la unión de
punk con posmodernismo inevitablemente deriva en post-punk, inundado por un
sentido del collage y el montaje profundamente modernista). El perfil de Kruger
es singular, habiendo trabajado a una edad temprana como directora de arte para
la revista de moda Mademoiselle y
posteriormente como diseñadora, tipógrafa, editora de imagen para Aperture, House and Garden. Hay aquí algo típico de posmodernismo del periodo,
una interrelación de las artes donde cierta noción editorial de “estilo” las
atraviesa. Una noción de estilo que une moda y arte, una pasión que compartía
con Ingrid Sischy (editora primero de Artforum
y después de Interview).
Mucho del trabajo de Kruger es aplicado,
especialmente a portadas de libros. Como crítica escribió columnas de cine para
Artforum en la época en la que Sischy
ejercía de editora, y toda su faceta como escritora está recogida en el volumen
Remote Control: Power, Cultures, and the
World of Appearances publicado en 1994. Es este perfil híbrido y en
continúo desplazamiento el que resulta interesante, y que le ha permitido
indagar en las fisuras del poder y las convenciones del género y el discurso
racial de una manera única. En ella puede comprobarse las posibilidades de “lo
editorial” como un compendio de técnicas y procedimientos contextuales y,
asimismo, certificar las posibilidades de una práctica “contextual”.
Desempolvar el volumen Mando a distancia supone
reconocer un momento de efervescencia crítica alrededor de las posibilidades de
lo posmoderno en los que durante la década de los noventa crecí.
Volviendo al display, el documento que queda de Picturing ‘Greatness’ resulta de lo más sugerente, al ampliar
tipográficamente lo que puede verse como la paginación de un libro al muro
(incluso las barras negras a cada lado “enmarcan” más esta relación),
ejerciendo este muro una función de soporte textual pero a la vez reivindicando
el muro como un soporte, digamos, autoconsciente. Verso y reverso. Al mismo
tiempo, el siempre chocante contraste de las imágenes de Kruger en los que
yuxtapone texto e imagen es llevado al espacio tridimensional bajo el
procedimiento de la separación. Por un lado las fotografías, por otro el texto.
En cuanto al texto, lo transcribo completo
en español aquí debajo. Una pena no tener la fotografía del reverso del muro
para tener el texto completo.
Pintando la “grandeza”
Las imágenes que cubren las paredes de
esta habitación son fotografías hechas por artistas en su mayoría famosos, la
mayoría de los cuales están muertos. Aunque muchas de estas imágenes rezuman
una especie de caballerosa elegancia, otras presentan al artista como un
malhadado Houdini tocado con un birrete, un embobado mediador entre Dios y el
público. Vibrando de una inspiración hoy marcada por los buenos modales,
visceral pero atestada por todo tipo de refinamientos, los artistas en cuestión
son casi todos machos y casi todos blancos. Estas imágenes de “grandeza”
artística pertenecen a la colección de este museo. Mientras pugnemos por llegar
a ser quienes somos dentro de esa estrepitosa amalgama de concesiones y negaciones, inclusiones y
ausencias, podemos hacernos una idea de cómo se concita la aprobación a través
de los lenguajes de la “grandeza”, ese brebaje embriagador elaborado con una
rodaja de placer visual, sazonado con dotes de connoisseur, una mención del mito y una buena dosis de dinero. Pero
estas imágenes también pueden sugerir cómo somos seducidos hacia el mundo de las apariencias, hacia una
pose que figura quiénes somos y quiénes no. Pueden mostrarnos cómo la vocación
cae en la emboscada del cliché y es estereotipada en una instantánea por la
cámara, y cómo la fotografía congela instantes, da importancia y hace historia.
1988
Barbara
Kruger, en Mando a distancia. Poder,
culturas y el mundo de las apariencias, Tecnos, Madrid, 1998, p. 225.