Karlos Gil, Untitled (french curves) I y II, García Galería, Madrid |
La coincidencia en el tiempo del estreno
de Blader Runner 2049 con la reciente
exposición del artista Karlos Gil en García Galería contiene más de una
fructífera analogía. El título de la exposición, No Fish, Snake Scale, es una frase sacada del Blade Runner dirigido por Ridley Scott en 1982. La frase, de
significado misterioso, recuerda una de las claves de la ciencia-ficción
literaria consistente en la reinvención del lenguaje mutado en su uso ordinario
o en el sentido común. Esta lógica lingüística parece encontrar aquí un nuevo
escenario para la decodificación de los signos. La colisión entre dos Blade Runner, viejo y nuevo, parecería
igualmente el escenario donde las piezas encuentran un fondo residual que las
envuelve.
Una obra concreta, French Curve, recupera dos logotipos del león de la marca de coches
francesa Peugeot. El león, en su versión años 30 y 50, difiere
estilísticamente, aunque ambos conservan la misma función que es ser el emblema
que corta el aire en su aceleración e impulso hacia el futuro. Montados en
simples accesorios de plexiglás y sin intervenir, el león de Peugeot es la
insignia de una escudería y un recuerdo colectivo incorporado al subconsciente.
Pocos días después de observar la intención semántica del artista con esta
pieza, la marca Peugeot salía de nuevo a mi paso, y no era sino en un plano
concreto de Blade Runner 2049. Sí, el
coche volador negro de puertas deslizantes hacia arriba conducido por K (Ryan
Gosling) es un prototipo Peugeot. para sorpresa de muchos internautas que han
reparado en ello. Es una elección extraña, dado que se trata de una película
estadounidense ambientada nuevamente en Los Ángeles en 2049, y los Peugeots no
se han vendido en este país desde 1991, así como tampoco otras marcas francesas
como Renault y Citroën. ¿Acaso Peugeot trataría de introducir un mensaje en el
subconsciente sobre su futura introducción en el mercado norteamericano?
Las piezas de Karlos Gil contribuyen a
ese viaje en el tiempo a través de los signos, o en medio del influjo narcótico
de su imperio. El pasado es un repositorio de significados añadidos que
recuerda un porvenir maquinizado, perfeccionado, mediante un anagrama barroco
pulido y la carrocería metalizada donde se lo incrusta. No es la primera vez
que Peugeot aparece en una obra de arte. En Out
of Projection (2009), el artista croata David Maljkovic usaba como escenario
la central de Peugeot en Sochaux para mostrar prototipos de coches futuristas
sin uso real, o que quedaron descartados en su día debido a una futuridad
obsolescente en su diseño. (Out of
Projection adoptaba la forma de una instalación audiovisual para la
exposición individual de Maljkovic en el Museo Centro Nacional Reina Sofía de
Madrid). El arte de Gil comparte no pocos intereses con este y otros artistas
inmersos en una arqueología de la modernidad donde se desvelan futuros
solapados y jeroglíficos que parecen fantasmas.
Hace poco tiempo oía decir a Franco
“Bifo” Berardi que la modernidad es el resultado de una inflación de signos.
Caos y modernidad están estrechamente relacionados: el orden semiótico de la
modernidad no consigue reducir la realidad, no la somete a una Gestalt o a una forma predeterminada. El
caos es una cuestión de temporalidad, un producto de la aceleración. En toda
aceleración, las líneas lumínicas de neón son como puntos de fuga en una línea
del horizonte. Fue en la modernidad donde nació el cartel mediático moderno, y
de ahí el anuncio publicitario y reclamatorio de la fusión entre nueva
tipografía y anuncio luminoso. Las dos piezas de Gil con neón, Redundancy (de-extinction), parten de
neones reciclados de antiguos letreros de Hong Kong donde la nueva tecnología
LED les ha sustituido. El neón es a la luz lo que el corte láser es a la
materia. Como ocurre con el celuloide y lo analógico en le era digital, el
imaginario de Blade Runner no hace
sino aumentar la obsolescencia de tecnologías como el neón y el holograma.
El universo sígnico y cultural de Karlos
Gil es sofisticado y nunca evidente. No es espectacular, sino codificado y
reconcentrado en una ontología de la escultura-objeto-signo. Adquiere consistencia en una galería
joven cuya línea artística favorece a artistas cuyo trabajo se centra en la interrogación
del objeto de arte y su semiótica. Dicho de otra manera, ¿cómo pueden convivir
armaduras medievales, órganos corporales y un esquematismo minimalista
futurista y lingüístico?
Karlos Gil, Redundancy (de-extinction) II, 2017 |