Se le debe al historiador
alemán Reinhart Koselleck la distinción entre historia con h minúscula o con H
mayúscula. No se le debe, sin embargo, el habitual recurso a multiplicar las
visiones unívocas de la historia apelando a las múltiple(s) historia(s). Podemos
acordar que toda Historia es una construcción articulada de relatos en continua
sucesión, esto es, una suma de interpretaciones en disputa. Uno de los dilemas
de la posmodernidad estaba en que al desmontar los llamados “grandes relatos”
(el primero la propia noción de Historia) el historiador se encontraba con qué
hacer con todas esas piezas sueltas; dar sentido a cualquier relato histórico
es de por sí toda una empresa.
Actualmente coinciden en San
Sebastián dos proyectos expositivos paralelos que basan su punto de partida en
un hecho histórico que ahora se celebra: el incendio, saqueo y posterior
reconstrucción de la ciudad en 1813. Aquel año, una San Sebastián ocupada por
los franceses fue destruida por tropas inglesas, españolas y portuguesas. De
allUna suma de interpretaciones en
disputa. Koldo Mitxelena que reune titruccií nació la ciudad tal y como
la conocemos hoy. Este acontecimiento es el punto de partida para Historia (s) incomparable(s). Himnos,
callejones y astillas, comisariada por Haizea Barcenilla en el Koldo
Mitxelena y que reúne a una docena de artistas internacionales interactuando
con la efeméride. (Alex Reynolds, Lene Berg, Marine Hugonnier, Juan Pérez
Agirregoikoa, Oriol Vilanova entre otros). Lo que se resulta problemático aquí
es la filiación del arte contemporáneo con respecto a un acontecimiento
histórico tan puntual (o local) como el mencionado. En la actualidad, el
comisariado construye cadenas de pretextos a modo de argumentos. Los artistas,
por su parte, tienen que negociar constantemente para que su obra no quede a
merced ni de la celebración ni de la anécdota o la ilustración.
Esta problemática se halla
también en el otro evento llamado Tratado
de Paz y que se extiende por diferentes sedes de la ciudad (Museo San
Telmo, Museo Naval, Casa de la Paz), así también en otras localidades y que es
un proyecto-faro de San Sebastián Capital Europea de la Cultura 2016. Esta
primera fase se presenta a modo de “episodio” y está comisariada por Pedro G.
Romero en colaboración con BNV Producciones con el título 1813. Asedio, incendio y reconstrucción de San Sebastián. Se trata
de una gran exposición donde Pedro G. Romero somete (nunca mejor dicho) una
cantidad de material a su particular lógica warburgiana
donde prevalecen la yuxtaposición, la descontextualización, el desconcierto, la
heterodoxia, la mezcla de pasado y presente, arte y no-arte, etc. En lugar de
intentar una imposible narración coherente, el artista-comisario tiende a la
que es una de sus marcas identitarias, esto es, operar desde el desbordamiento
tanto de las formas como del sentido. La dificultad para el abarcamiento de la
totalidad (piezas de arte a las que
sumar innumerables documentos, objetos de época, material de archivo histórico,
etc.) no debe confundirse con el caos y la arbitrariedad. Su método es
sistémico, próximo a la taxinomía. La confrontación de materiales dispares
genera cierto Síndrome de Diógenes donde el espectador tiene que arreglárselas
como pueda. Cada objeto pierde parte de su autonomía al servicio de una
narración que la engloba.
El arte contemporáneo cumple
en este marco una función bastarda, agujereando el discurso como el gusano en
la manzana. A esto hay que sumarle el énfasis puesto en las formas
contestatarias de la Ilustración, el caricaturismo del siglo XIX, las formas de
arte popular y como una presencia obligada, Goya y sus Desastres de la Guerra. La multiplicidad de significados del arte
sirve a los propósitos intencionales de Romero (quién además obvia la
distinción entre copia y original); así, y según su lógica, una nariz de payaso
de hierro de Juan Luis Moraza enrojecida por un fuego incandescente bien puede
significar el asedio de 1813.
Este asociacionismo de ideas
alcanza su cima con Décor, A Conquest by
Marcel Broodthaers, instalación presentada en el ICA de Londres en 1975 y
que giraba alrededor de la batalla de Waterloo desde la perspectiva poética y
crítica típica del artista belga, y que ahora ocupa uno de los salones del Palacio
de Aiete, bautizado recientemente como Casa de la Paz y Derechos Humanos y que
es escenario del actual Proceso de Paz en el País Vasco. El arte contemporáneo
se introduce en la política real ejecutando quizás la archiconocida sentencia
de Walter Benjamin, repetida hasta la saciedad, de que todo documento de
cultura es un documento de barbarie.
* Publicado originamente en A-Desk, Barcelona, 14-08-2012