El pasado 15 de marzo una conferencia reunió en el Royal
Collage of Arts de Londres a las luminarias teóricas Richard Sennett, Chantal
Mouffe y Paul Gilroy ante una audiencia mayoritariamente estudiantil, con la
intención de debatir sobre sociedades no-consensuales en la actual configuración
de Europa. La heterogeneidad de los perfiles de los hablantes ya marcaba de
entrada la situación. Sennett, sociólogo y urbanista; Mouffe, post-marxista
convencida; y Gilroy, abogado del multiculturalismo racial en el ámbito
anglosajón. Ante el reto de tener que debatir sobre la dañada idea actual de
Europa, los tres centraron sus intervenciones en la posibilidad de imaginar una
Europa que no esté ocupada (como ahora lo está) por el neo-liberalismo reinante.
Mouffe siempre acaba por recordar sus postulados, en este
caso, la descripción del consenso como un obstáculo para la Democracia. Un
consenso que ella identifica en el nacimiento del discurso neo-liberal del “centro”,
sin partidos ni de izquierda ni de derechas. Estas posiciones marcadas por la
centralidad y las medias tintas lo único que vienen haciendo desde los 80 es
fortalecer la expansión ideológica neo-liberal. Mouffe habló de política y de
partidos, y ante su escepticismo sobre la anarquía o los movimientos sociales
como los “Indignados” o el movimiento Occupy, defendió la necesidad de nuevos
partidos fuertes de izquierdas como SYRIZA en Grecia o Jean-Luc Mélenchon en
Francia. Recordó Mouffe, que a un populismo de derechas le corresponde un
populismo de izquierdas (por ejemplo Beppe Grillo en Italia) y que resulta
limitado pensar el populismo como únicamente de derechas. Parecía transmitir
Mouffe que el choque de trenes de distinta naturaleza siempre producirá algo
nuevo o desconocido, en lugar de esta prolongación de desidia social en la que
la política ha caído y donde la ciudadanía ha perdido ya su total confianza.
Todo esto le sonaba extraño a Sennett quien, en lugar de
partidos, prefiere hablar de ciudades. El consenso le dio pie a referirse a su
concepto de espacios dialógicos (diálogo), que él opone a los espacios dialécticos.
Sennett habla de la cooperación dialógica entre distintos. Su último libro Juntos.
Rituales, placeres y políticas de cooperación (Anagrama, 2012) incide en esa línea,
es decir, una experiencia de la que se deduce su preferencia en el diálogo
entre diferentes al consenso de los semejantes. Bien, aquí Mouffe y Sennett
hablaban de lo mismo. Pero en una muestra de cómo la izquierda puede ser tan
distinta, o plural (los tres hicieron alusiones a su posición desde la izquierda),
Sennett diferenció su lógica “dialógica” de la “dialéctica”, pues esta última
remite de nuevo al consenso desde su destilación final en la “síntesis”.
Tal simplificación o instrumentalización teórica dejó
claro que aquel no era un marco adecuado para un debate sobre posiciones teóricas
marxistas contemporáneas. Sennett siguió con su argumentación sobre las
ciudades, trazando mapas o haciendo ver por qué Londres tiene más en común con
Frankfurt que con, por ejemplo, Leeds. Para el urbanista, una nueva constelación
de ciudades en Europa es la solución para superar la caduca organización de los
estados-nación. No estamos ya ante la vieja dicotomía ciudad versus campo, sino
ante la necesidad de trazar mapas entre ciudades gemelas, hermanas o primas. Lo
que de algún modo se planteaba era la posibilidad de imaginar nuevas cartografías
de minorías, identidades y lenguas dentro de Europa. Algo que ya tiene un fondo
en todo lo que se ha venido hablando sobre un regionalismo crítico aplicado al
urbanismo y al concepto de estado-nación.
Gilroy ocupó el centro del debate entre Mouffe y Sennett,
y más bien se erigió en un enlace entre los dos primeros, recordando cómo la
seguridad es el principal obstáculo para una relación europea próspera.
Asimismo salieron las bienintencionadas propuestas de trabajar menos y consumir
mejor, apostar por la sostenibilidad, hasta la defensa y recuperación de la
posición del artesano (por ende del arte) en esta necesidad de reconectar comunidades
a los procesos sociales y económicos (Sennett).
Una anécdota sobre la academización de esta clase de
debate político (no lo olvidemos, nos encontrábamos en una escuela de arte) se
produjo cuando Sennett comenzó lacónicamente a decir que él no tenía un pequeño,
sino un gran desacuerdo con Chantal, quien al escuchar aquello se revolvió
sobre su asiento llena de fruición exclamando “Great!” para regocijo del público
allí presente. Pero el aparente antagonismo quedó en nada, muestra de cómo la
propia teoría política ya no es capaz de identificar a ningún enemigo, sino
solo mediar la ambigüedad entre la diferencia y lo común. Para acabar: más
consenso.
* Publicado originalmente en A-desk, 27-03-2013.