Quadrophenia, 1979, dirigida por Franc Roddam y producida por The Who |
Un visionado de la película producida por
The Who en 1979, Quadrophenia,
certifica que las llamadas subculturas pueden historizarse como pasado. No es
únicamente el tiempo transcurrido (cuarenta años), ni tampoco la repetición del
estilo convertido en todo un manual de guardarropía. Toda aquella rebeldía de
clase y antagonismo respondía a una causa estructural enrraizada en la
sociedad británica desde la segunda guerra mundial; desde la "invención" de esa nueva categoría, el tennager, a la socialización del consumo para las clases medias y obrera.
El tono documental del filme, realista, dirigido con habilidad por Roddam, lo emparenta con otros grandes del realismo británico como Loach y Anderson. La batalla de los mods con los rockers en Brighton saca a relucir lo mejor de este realismo. No puede ser éste y otros elementos de realidad, propios del documental, la mejor herramienta para capturar un descontento y resentimiento de clase.
El tono documental del filme, realista, dirigido con habilidad por Roddam, lo emparenta con otros grandes del realismo británico como Loach y Anderson. La batalla de los mods con los rockers en Brighton saca a relucir lo mejor de este realismo. No puede ser éste y otros elementos de realidad, propios del documental, la mejor herramienta para capturar un descontento y resentimiento de clase.
Lo verdaderamente interesante es la propia
periodización del filme, el cual reproduce el revival mod alumbrado por The Who y Pete Townshed, quienes pocos años antes
publicaban el álbum homónimo que da título a la película. Este revival mod en 1979 historiza, abarca un bucle
temporal: trata del pasado, en concreto de 1964 en el que los media británicos
cubrieron entre sorprendidos y escandalizados las peleas entre mods y rockers en las playas de Brighton y Margate. Al principio de la
película, el protagonista mod, Jimmy
(Phil Daniels), pega con orgullo en su habitación de adolescente recortes de
1964. Más tarde, el filme recrea aquellas luchas. Desde el año de estreno de Quadrophenia, 1979, este revival mod se ha hecho perenne. Desde The Jam y Paul
Weller primero, la new wave después,
y el Britpop de los noventa, el “estilo”, literalmente la moda mod, es uno más dentro del catálogo de la diversidad del capitalismo de consumo. El
polo Fred Perry, que Jimmy viste en la película, ha pasado a connotar
ideologías completamente opuestas a las de su origen; el significado del estilo
se carga y se descarga ideológicamente a partir de apropiaciones y détournements variados.
La melancolía de Quadrophenia no está en un estilo que ahora mismo es casi mainstream. La melancolía está en la
constatación de que, como bien describiera Dick Hebdige en su seminal Subculture: The Meaning of Style, lo que hace comprensible una subcultura para
sus miembros es el significado del estilo, si bien, con el final estructural de
la subcultura, lo único que pervive es el estilo. ¿Pero para qué finalidad?
¿Para únicamente vestir con significado?
Quadrophenia describe, al
baile de My Generation de The Who, el
dilema de la juventud de clase trabajadora en el Reino Unido de los 60 y 70: individualizarse,
no ser uno más dentro del redil, a la vez que formar parte de un colectivo, de
una identidad de grupo. La vieja dialéctica moderna que atraviesa todo el siglo
XX, el individualismo y la masa (en una sociedad de y para las masas). A su
vez, el filme trata con acierto el siempre espinoso asunto de la ideología; la
relación del adolescente, el mod, con
toda una serie de Aparatos Ideológicos del Estado (Althusser obliga); la
familia, la policía, la justicia y el trabajo. En este sentido es directa y
transparente. Los significados políticos de Quadrophenia
se alían con los más puramente estilísticos. Es esta combinación la que
proporciona, aún hoy, fuerza a la película.
El gusto de los mods por el traje chaqueta lo resignificaba por completo. La
inconfundible parka verde M51 del ejercito por encima del traje chaqueta
cumplía una doble función: por un lado era la típica apropiación subcultural
que dotaba al individuo mod de un
uniforme con el que ingresar en una colectividad, y por otra cumplía una
función, proteger al mod del viento y
la lluvia en sus traslados en sus Lambrettas (otro “mito” barthesiano
profusamente analizado en otro lugar por Hebdige). Era típico de las subculturas
la producción de dobles significados, el bricolaje, a modo de collage
surrealista, de yuxtaponer dos realidades presuntamente incompatibles: Union
Jack/parka; agujero/camiseta; o los peines de metal como metáfora del
narcisismo del mods y arma de lucha. Pero
a toda esta fascinación por el estilo sumémosle la ideología, la clase, y toda
una poética de la desviación y la marginalidad.
Beatniks, hipsters, teddy boys, rockers, mods, punks… son hoy los estilos de una nostalgia post-punk que no cesa
de reproducirse a cada instante, en todas las boutiques y canales off y on line.