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Cazador cazado. Fotografía de Dora García en The Tetley, Leeds, febrero 2017. |
He encontrado en mis archivos esta entrevista/cuestionario anónimo de hace dos años que no recuerdo quien me lo envió para responder. Al cabo del año uno siempre recibe esta clase de preguntas para ámbitos académicos o para otras finalidades. Lo publico aquí con una edición mínima. Se trata de posiblemente el primer y único texto en este blog Crítica y Metacomentario que trata sobre mi propia biografía y recorrido.
01.Peio, formado en Bellas Artes en la
UPV, tu inicial práctica como artista fue derivando en una dedicación a la
crítica, el comisariado, la investigación y la edición. ¿Cómo surge tu interés
por el comisariado, cómo entiendes su práctica y cómo dialoga con tu actividad
en torno a la crítica?
Fue una mezcla
de curiosidad y causalidad lo que motivo ese paso, y no fue para nada inmediato
sino algo progresivo. En 1993 estudiaba en tercero de carrera de Bellas Artes
cuando alguien vinculado a la casa de cultura de mi pueblo, Elorrio, en
Bizkaia, al saber lo que estudiaba, me propuso llevar la sala de exposiciones
del AKA Arriola Kultur Aretoa. Era una labor altruista, pero a cambio podía
acudir a todas las sesiones de cine, teatro y conciertos. Inmediatamente
comencé a exponer a colegas de cursos superiores y del mío, también profesores.
Casi siempre eran exposiciones individuales, también dos colectivas
improvisadas de estudiantes, en 4º y 5º como final de curso. Por ejemplo, Ibon
Aranberri realizó allí su primera exposición individual en 1995 y otros muchos.
Aquello no era todavía comisariado, pues todavía el término no se había
popularizado ni yo era del todo consciente. Se trababa de organizar exposiciones,
algo dinámico basado en la necesidad recíproca y que me permitía un modo nuevo de
socialización. Aprendí a montar exposiciones y a encargarme de aspectos
prácticos. Un viernes de cada mes había una inauguración y venía gente con
aspecto “moderno” al pueblo. A esto hay que sumar el descubrimiento de la
filosofía: primero Baudrillard, y seguido Foucault y Deleuze. También mi
curiosidad por la arquitectura y la teoría arquitectónica. Todo ello conformó
un deseo de apertura y concepción de una práctica que no estuviera
estrictamente basada en el objeto artístico; algo experimental y abierto superase
los clichés de la pintura y la escultura de los años 80. El proceso de esta búsqueda
duró hasta el año 2000. Descubrí que no disfrutaba haciendo arte y exponiendo
objetos y que, sin embargo, estar en la trastienda, con los artistas, producía un
mayor bienestar. Había descubierto mi manera de estar en el arte. Al mismo
tiempo ensayaba con una práctica artística donde la escritura jugaba un rol
importante, un poco a la manera del Arte Conceptual aunque con una vocación más
narrativa. Primero comencé con una máquina de escribir; luego con mi primer
ordenador personal. Después de distintos ensayos de prueba y error, en el 2000
publiqué mi primera reseña crítica de una exposición en un periódico, y mi
identidad quedó definitivamente orientada hacia la crítica y el comisariado.
Fue importante que nada más empezar a ejercer, ya con menos dudas, entrara en
contacto con otros agentes que realizaban las mismas actividades a nivel
internacional. De todo esto se puede deducir que mi ejercicio de la crítica y
el comisariado (a veces juntos y revueltos, otras veces separados) configura
una práctica artística personal pero por otros medios.
02. Una gran parte de tu actividad se ha
desarrollado en el contexto vasco, acentuado por un importante componente
generacional. ¿De qué manera ha influido en tu manera de trabajar, y cómo
afecta a la hora de afrontar otros proyectos?
Se puede decir que uno es producto de una situación o contexto, y a la
vez productor de ese mismo contexto. Es una relación bidireccional. Hay un
fuerte sentido de la historicidad en mi práctica. Entre 1998 y 1999 pasé un
periodo en Francia y me di cuenta de que el localismo, el provincialismo, es un
problema, y que finalizando los 90 solo podía haber un único contexto
artístico, que a la vez pasaba por ser local e internacional. El comisariado
estaba entonces en lo más alto, era la gran novedad en el arte contemporáneo. Cuando
regresé me empeñé en trabajar desde el contexto local, el vasco, pero internacionalizándolo,
dejando de mirar a lo que entonces era el foco de atención: Madrid, sobre todo ARCO...
Estamos hablando de los todavía buenos años de Arteleku, los proyectos de
consonni, etc. Luego estuvo D.A.E. (Donostiako Arte Ekinbideak) que fue la
plataforma curatorial en la que más experimenté y aprendí. Si actualmente
existe una idea o una proyección generacional de artistas vascos sin duda se
debe a aquel periodo catalizador, que además era más internacional de lo que es
ahora. Con la llegada del comisariado y la descentralización del arte de las grandes
ciudades y focos (ejemplos como el fenómeno de Glasgow, Escandinavia u otras
ciudades de Europa del Este), la ansiedad anterior por estar en las grandes
urbes o capitales mundiales se redujo en gran medida. Además, la nueva
conectividad permitía trabajar desde cualquier sitio. Se produjo una
regionalización altamente productiva. De este modo me asenté definitivamente en
San Sebastián, aunque siempre con un pie fuera. En cuanto a lo generacional, cualquier
noción de contexto, comunidad y colectividad solo puede ser buena cuando es
productiva y liberadora. Si no, se convierte en castradora.
03. Tu trabajo se ha desarrollado
principalmente como comisario independiente en relación con distintas
instituciones, y sobre todo con distintos artistas del contexto con los que has
tenido una relación cercana. ¿Cómo entiendes la figura del comisario
independiente dentro de un contexto particular?
He trabajado y trabajo con artistas de distintas latitudes. No los
selecciono por su origen, ni ellos me seleccionan a mí. De nuevo en esto hay
una mezcla de curiosidad y causalidad y, a veces, también interviene el azar.
La cercanía puede ser un agenciamiento de esta causalidad, aunque no siempre.
He sido siempre free lance o
comisario independiente, incluyendo esa etapa comentada de D.A.E., que fue un
proyecto satélite alternativo salido de Arteleku donde organicé intervenciones en
el espacio público entre 2001 y 2005, muchos de ellos conjuntamente con Leire
Vergara. Mi praxis como comisario independiente no se basa en una relación de
oferta y demanda con las instituciones. Más bien trato de forjarme una
identidad artística o un cuerpo de trabajo (un body of work) en base a intercambio con artistas, temáticas, líneas
de trabajo y demás. Entonces, de vez en cuando, sucede que las instituciones me
llaman o me hacen una propuesta de colaboración o encargo. Sin embargo, y esto
es muy importante, el comisariado es solo una actividad entre otras muchas que
conforman esta identidad y que incluye: crítica y escritura, edición y
publicación de libros y otros ítems, enseñanza (sobre todo a través de
talleres), conferencias, investigación, asesoramiento, trabajo en red, etc. Entiendo
el comisariado como un aspecto más dentro de esta miríada de actividades
paralelas. De hecho, comisarío bastante poco. Distingo además en mi cabeza los
proyectos por el grado de subjetivación empleado (o si queréis podemos llamarlo
“autoría”). Hay algunas exposiciones más pragmáticas y otras más autoriales. La
cuestión de contexto puede estar presente, o no, en cada una de estas dos
categorías. No es exclusivo. Evidentemente al residir en un contexto geográfico
concreto, en mi caso el País Vasco, un lugar pequeño, acabas agotando un tipo
de actividad (por ejemplo escribir reseñas de exposiciones), sin embargo se van
abriendo siempre nuevas posibilidades y retos, espacios en los que dejar tu
huella y conocimiento. No hay fronteras al trabajo.
04. Has escrito en diversos medios,
catálogos para artistas, publicaciones y desde hace años en tu propio blog
“Crítica y Metacomentario”. ¿Cómo abordas la escritura en tu trabajo, de qué
formas acometes su producción?
Como he comentado, he experimentado con la escritura prácticamente en
todas sus facetas. Al comienzo se trataba de imaginar una escritura que fuera
apoyo de la obra de arte o mi práctica artística. Escritura ficcional o
especulativa. Sin embargo nunca he llegado a sentirme cómodo con la ficción y
la literatura. Más tarde simultaneé de manera radicalmente separadas el
comisariado de proyectos en el espacio público, con la escritura de reseñas
críticas. Traté de introducir el género del reportaje de viajes, por ejemplo, en
la crítica de exposiciones. Fue después de la etapa de D.A.E., y a la vista la
asimilación de la figura del comisario por el sistema, cuando puse en práctica
lo que denomino “post-comisariado”: fui dejando de lado el reseñismo sobre la
actualidad, y al mismo tiempo distanciándome del comisarido asimilado en el
museo y la institución. Surgió de ello una tendencia más subjetivista y
orientada hacia la forma del ensayo. Se produjo asimismo una reentrada
sistemática de la teoría crítica, que en la etapa más comisarial había quedado
temporalmente aparcada o entre paréntesis. Fue el cansancio y la dificultad de
mantener una relación fluida con revistas y editores (nacionales e
internacionales) lo que hizo que el blog apareciese como un espacio de libertad.
Podía además centrarme en mis pasiones además del arte; cine, música,
arquitectura, lo que fuera. El formato blog participaba de la que ha sido una
de mis señas: si no tienes espacio, constrúyete uno a tu medida. A partir de
ese momento mi escritura fue cambiando y mejorando, tanto en la forma como en
contenido. Más profundo y más largo. Para acabar, no puedo dejar de señalar la
importancia que la tradición de la crítica literaria marxista ha tenido en mi escritura.
05. Publicaste hace dos años La línea de producción de la crítica con
consonni, que incide en cuestiones como la función de la crítica en un tiempo
que privilegia la comunicabilidad y la accesibilidad por encima incluso del
contenido o de qué modo escribir crítica de arte cuando ya no existe la
distancia crítica. ¿Cómo ves el presente y sobre todo, el futuro de la
actividad crítica?
Podría resultar paradójico que la tradicional crítica de arte haya
sido sustituida por una criticidad expandida si no fuera porque ésta última se
ha convertido en dominante y hegemónica. Así que la criticidad está ahora por
todas partes, permeando todas las disciplinas y como algo separado, o no
necesariamente ligado, a la escritura. Pero cuando nos referimos a crítica de
arte, todavía pensamos en la escritura sobre arte, sea constructiva o con una
carga de opinión o negación. Mi crítica al comisariado se establece en que ha
desactivado en parte el potencial mismo de la escritura privilegiando otros
aspectos; la discursividad sin texto, la conectividad, la inmediatez (o la
mediación), la visibilidad y el presentismo. En mi opinión, eso ha llevado a
una homogeneización del comisariado. Está muy bien que no haya canon ¿pero qué
somos capaces de producir en esas circunstancias? Pienso que si hoy en día
todavía se desea producir una diferencia, emplearse a fondo y mejorar, la
escritura puede ser el mejor camino. Luego están los propios medios de
publicación, con la prensa y los suplementos culturales a la cabeza, que no
pueden pensar en términos de no rentabilidad publicitaria. Como explico en mi
libro, todos los agentes operacionales dependen de la publicidad; museos,
comisarios, artistas y hasta los propios críticos y reseñistas también. El
futuro de la crítica de arte pasaría por un regreso a la materia del texto como
pilar y forma de expresión, como espacio libidinal generador de colectividad.
El argumento de que comisariar exposiciones es realizar crítica de arte pero
con otros medios no se sostiene, pues la ontología y la metodología de cada una
de las actividades difiere completamente. Así, con todo, tampoco es posible
retroceder a ningún tiempo mejor o pre-curatorial. Eso sería reaccionario. Así
que no nos queda otra que combinar ambas, teoría y práctica. La escritura y su
posterior lectura pueden todavía movilizar conciencias, inducir a un cambio en
el comportamiento.
06. Acabas de inaugurar, en el Museo de
San Telmo de Donostia, la exposición Una modernidad singular. “arte nuevo”
alrededor de San Sebastián 1925–1936. Se presenta como el estudio de un
momento histórico en el que confluyen importantes figuras y que resultó
fundacional para el arte vasco. ¿Cómo se aborda un proyecto de estas
características desde los frentes de la investigación académica y el
comisariado?
Para mí la expresión “investigación académica” reenvía la pregunta a
la universidad, a la academia, y esta exposición no participa en absoluto de
ella. Hay investigación, claro está, pero no es académica porque no se produce
en ese ámbito. Eso no quita para que no haya estudio, es más, se trata quizás de
la exposición para la que más he leído y más he “investigado”. Todo ello
desemboca en la muestra y en un libro o catálogo paralelo que es su par
necesario y donde se encuentra la investigación propiamente. En esta exposición
actúo desde el rigor del historiador del arte y desde una metodología
sistemática pero atravesada, subjetivizada, por muchas de mis lecturas… por
ejemplo mi interés por el display, el
estilo y la noción de ideología. La exposición aborda un periodo concreto, los
años 20 y 30 del pasado siglo, y la recepción de las vanguardias (o los –ismos,
la idea misma del “arte nuevo”) en un contexto geográfico que es a la vez
particular y universal. Podría parecer, de nuevo, que esta idea de contexto
está hiperbolizada en mi trabajo, pero no lo creo. Mi pasión principal es la
modernidad y sus discursos, su forma estética, y en este sentido el llamado
periodo de Entreguerras ofrece el relato más fascinante, no importa dónde. He
trabajado en el pasado con arte contemporáneo que hacían alusiones a lo moderno
y a la modernidad, y ahora he tenido oportunidad de trabajar con artistas que
hicieron arte en aquella misma época. Esta exposición posee además uno de mis
rasgos como comisario: en vez de montar una exposición “cerrada” (donde cada
obra y artista es, de alguna manera, explicado).
Presento una estructura “abierta”, a partir de unas imposiciones restrictivas
interpretativas que buscan comprometer al espectador en la compleción de
sentido. Las obras hablan por sí mismas pero buscan una conversación a escala
1=1 con el espectador. Creo que es la exposición más completa de las realizadas
hasta la fecha.