11/26/2017

Cuatro imágenes del siglo XX

Una imagen de August Sander para reconocer las profesiones, en este caso, una secretaria de radio en Alemania (1931). La feminidad y la Nueva Objetividad fueron dos aspectos principales en la República de Weimar (1918-1933). Una historia del estilo se recorre en esta imagen, desde el corte de pelo al cigarrillo.


He aquí otra imagen de producción de estilo. Una fotografía de un joven Bertolt Brecht con puro y abrigo de cuero. Los pliegues y brillo del cuero nos dice algo, subcultural y juvenil. No menos importante parece el corte de pelo. 


Uno de los iconos visuales del siglo anterior. Marlene Dietrich en El ángel azul de Josef Von Stenberg (1930). Lola y el cabaret prefiguran una imagen de la República de Weimar fascinante en la antesala del fascismo. Una imagen tan alejada que parece enterrada para las nuevas generaciones. Un fantasma semiótico sacado de las ruinas del siglo anterior.


Peter Lorre en M (1931) de Fritz Lang. Su mirada de terror al descubrirse en el espejo con la letra M escrita en su espalda es una imagen-icono por derecho propio. El debate sobre el expresionismo en los años 30-40 es uno de los grandes temas a considerar, todavía hoy.

11/24/2017

Técnica e inteligencia. Anni Albers




Anni Albers, Red and Blue, 1954. Imagen cortesía Museo Guggnheim Bilbao



Los textiles de Anni Albers como claves interpretativas de la modernidad en las artes.

El textil y la tejeduría están cada vez más presentes en el arte contemporáneo. La combinación de arte aplicado y popular, artesanía y bella arte, hacer y pensar en telares y tapices ha puesto de relevancia los sentidos de la vista y el tacto. Una tela incorpora la memoria de su fabricación. También una emoción táctil en una materialidad principalmente migrante. El tejido, la textura, pueden verse como un microcosmo ampliado de lo social: a una línea vertical (la urdimbre) le atraviesa otra horizontal (la trama).

Un precedente fundamental, y moderno, a esta actualidad es Anni Albers, nacida Annelise Fleischmann (Berlín, 1899 – Orange, Connecticut, 1994). Su obra contribuye ahora a una reconstrucción moderna inacabable que recupera historias consideradas no-canónicas o al margen. Esta muestra corrobora la relevancia de Anni Albers en la comprensión de la forma como principio básico de la modernidad estética. Esta aventura que aúna vida y obra comienza cuando ella abandona en 1922 la comodidad de su pudiente entorno familiar. La respuesta la encontraría en la Bauhaus, donde la artista siente la atracción emocional por la nueva sencillez y sobriedad de la vida moderna. Annie entra en el departamento textil, uno de los talleres más exitosos. Es allí donde encuentra a la persona con la que compartirá su vida, el pintor Josef Albers. Sus años en la Bauhaus (entre 1922-1932) se caracterizan por el influjo de Walter Gropius y, especialmente, Paul Klee, quien mantuvo una estrecha relación con el taller textil. Su biografía señala que un día oyó decir a Klee que dibujar era sacar una línea a pasear y, entonces, pensó: “pues yo llevaré el hilo a donde pueda”.

La aventura de la línea sobre el plano auguraba una dialéctica que afortunadamente, y para goce del espectador, permanece irresuelta: esto es, el dualismo de la tejeduría entre arte aplicado y arte independiente, o autónomo. El término Gestaltung, que en su polisemia significa diseño, composición, delineación o figuración, compendia esta dialéctica. La lógica de Gropius era que la artesanía y el trabajo manual debían centrarse en el desarrollo de prototipos para la industria. Esto significaba que la tarea de la Bauhaus era la producción y distribución igualitaria de forma, no de objetos. Ello reunía al artista con el diseñador, el arte y el diseño como un solo campo enfangado en el juego de la forma. 

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11/13/2017

Los Ángeles: recuerdos de viaje (relecturas)

Westin Bonaventure Hotel, (1974-1976) John C. Portman


Hay algo de amor adolescente en el descubrimiento de Los Ángeles: la excitación de la primera vez junto con la lectura de señales titubeantes que uno trae incorporadas como clichés. Después del subidón inicial viene la caída, y con ella un lento y fructífero aprendizaje. Para los foráneos asentados en la macrourbe, todo neófito proporciona un recuerdo diferido de su propio descubrimiento. Los recuerdos de viaje fueron para Walter Benjamin una manera de rememorar lugares y también una oportunidad para divagar en los compartimentos que la experiencia construye. ¿Cómo sería un recuerdo de Los Ángeles? ¿Y cómo recordar releyendo algunos textos que previamente contribuyeron a forjar una imagen, idealizada o distorsionada, de ese lugar? El recuerdo es como una habitación abandonada. Lo que importa no es cómo algo era realmente, sino cómo creo mi propia memoria de ello.


MAPAS
Desde el suelo, lo primero que se observa en L.A. es una maraña de conexiones e islas de cemento entre los enlaces de las arterias vertebradoras. En su libro de 1971, Los Ángeles. La arquitectura de cuatro ecologías, Reyner Banham amplió el concepto mismo de ciudad al establecer cuatro ecologías de estudio que gobiernan en este paisaje: las playas, las colinas, las planicies y la red viaria. Sobrexcitado por la energía que desprenden los nudos de las autopistas, Banham comentó que aprendió a conducir con el fin de leer la ciudad correctamente. En 1972 realizó un documental para la BBC, “Reyner Banham Loves Los Angeles”, donde alquilaba un coche y una cinta de grabación a modo de audio-guía con el fin de establecer un sistema de orientación en la ciudad. Más tarde se hizo recurrente la teoría urbana de que a la hora de navegar por el espacio posmoderno necesitamos de “mapas cognitivos” que nos sirvan para la comprensión de una totalidad que se ha vuelto indiscernible. A partir del estudio pionero de Kevin Lynch, La imagen de la ciudad (1960), Fredric Jameson señaló que la alienación urbana es directamente proporcional a la dificultad que tenemos para mapear las grandes superficies del tejido urbano. En su estudio anterior, Lynch informaba que los usuarios podían entender el entorno a través de mapas mentales consistentes y predecibles, estableciendo una serie de elementos o puntos de referencia como caminos, calles, aceras, bordes o límites percibidos como paredes o edificios; distritos o zonas de las ciudades que se distinguen por una identidad; nodos o puntos focales, así como intersecciones y, finalmente, monumentos u objetos identificables. Para Jameson, los mapas mentales de Lynch pueden extrapolarse a partir de los mapas mentales sociales generales y globales que todos llevamos en nuestras cabezas de forma confusa (sin menospreciar el dominio de la imaginación en la creación de esos mapas). Sin embargo la situación es ahora otra, y la actual geolocalización tecnológica de sentirnos constantemente ubicados en un punto supone al mismo tiempo una novedad y una alteración de la experiencia urbana.

Son compañías como UBER las que transforman completamente ese agudo sentido de la percepción que es sentirte todo el rato en un lugar concreto. El mapa coincide con el territorio casi por ósmosis o penetración recíproca. UBER ha modificado la idea misma del mapa cognitivo, aunque más relevantes y no menos indetectables son sus efectos en el trabajo, la circulación y la gentrificación urbana. Estas señales son completamente perceptibles en L.A. aun en un periodo corto de tiempo.



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11/10/2017