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Nicolás de Lekuona, Cocteleras y farolillos, ca. 1932. Colección particular. |
Entre las figuras de la vanguardia
española más inquietas y predispuestas a la influencia de los “-ismos”, destaca
el artista guipuzcoano Nicolás de Lekuona (Ordicia 1913-Frúniz 1937).
Autor de abundante obra en un breve lapso de tiempo, su mirada abarca
prácticamente todas las influencias decisivas que un joven artista moderno debía
tocar: Escuela de Vallecas, Surrealismo, constructivismo y futurismo, fotomontaje
y fotografía, Nueva Visión, arquitectura racionalista, el arte del cartel,
proto-publicismo… Si bien su obra pictórica, sus fotomontajes y también su fotografía
cuentan con el reconocimiento de la historia del arte, fijémonos ahora en
pequeños dibujos y detalles que podrían situarle como un precursor de cierta
idea de “estilo”. Estilo no como el sello o marca de una autoría (en lo que es
un rasgo propio de la modernidad), sino “estilo” (con la S serpenteante de Style)
como la red de signos que emana de los modos y usos de lo cotidiano. El sistema
de la moda es, sin duda, uno de los lugares más propicios para la emergencia
del “estilo”. Pero, el Style no es
estrictamente la moda, la ropa o la vestimenta, sino el código maestro por el
que estos entran a formar parte de una consideración superior, abarcadora, sociológica,
estética. El estilo (ya sin comillas) hace su aparición en formas y detalles
que no claman por su atención, sino que subrepticiamente se mantienen flotando
a la espera de una mirada captiva, decodificadora. Interiores, decorados,
vestimenta, mobiliario, arquitectura, arte y arte aplicado, actitud y pose, etc.
El estilo no puede definirse únicamente a partir de ninguno de estos objetos,
sino más bien en el rastro o hilo que entre ellos se teje. Son estos pequeños
detalles los que resultan necesarios e imprescindibles para cualquier
definición de estilo. Esta noción del estilo es uno de los ejes que recorre la
exposición Una modernidad singular. “arte
nuevo” alrededor de San Sebastián 1925-1936 ahora a la vista en San Telmo
Museoa.
La categoría número 8 de la exposición y
del libro toca dicho tema. No agota, sin embargo, las conexiones que sobre el estilo
se dan en el resto de la exposición, así como en la obra de algunos autores
presentes (Lekuona pero también Aizpurua, Lagarde y Olasagasti). Dice así:
8.
estilo y dandismo
Las clases altas de Donostia/San Sebastián desarrollan su
propio estilo. La interacción entre el turismo aristocrático y la burguesía
urbana fomenta el juego (el casino), los salones, el dance-hall y la moda más chic.
Los estilos de vida (lifestyles) son
propios de la modernidad: son formas pautadas de investir de valor social y
simbólico aspectos de la vida cotidiana. El arte y la arquitectura generan
estilo y son permeables a la influencia del lifestyle.
El art déco, el dandismo y cierto
regusto esnob relucen en el arte del periodo.
¿Sería Lekuona un pionero del estilo? Por
ejemplo, existen no pocos dibujos en los que el artista presta atención a los
modos y usos del vestir, especialmente a la moda femenina moderna que en aquella
época comienza a despertar, presentando una mujer participativa en la esfera
pública, dinámica y vital. Una ilustración azul muestra dos figuras femeninas
que bien parecen estar sacadas de un anuncio de revista. Otro dibujo se centra
en unos rojos labios sensuales en medio de un imaginario surrealista: vistos de
manera aislada, anteceden al canapé concebido por Dalí. Otros dibujos están
llenos de bailarinas, trapecistas, malabaristas de circo, motivos decorativos,
florales, etc.
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Nicolás de Lekuona, Sin título, 1935, tinta/fotografía, 8,7 x 13,7 cm. Familia Lekuona.
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El interés de Lekuona por la moda
femenina puede explicarse en su biografía. Entre 1932 y 1935, Lekuona
frecuentaba Madrid, donde estudiaba aparejador, y allí mantenía una relación
casi familiar con las hermanas Echevarría, modistas de Beasain, localidad
vecina del artista. Más tarde Jone Echeverría se casó con su amigo íntimo, el
pintor José Sarriegi. Ya en la foto del Kursaal de 1934, durante la inauguración
de la exposición de Oteiza, Narkis Balenciaga y el propio Lekuona, destaca la
presencia de Jone Echeverría y su hermana en primer plano. Aquí, la nueva moda
femenina se destaca en medio de los clásicos trajes masculinos. Esta
predisposición hacia la moda femenina y el universo de la mujer tiene una
amplia presencia en sus fotomontajes, donde es posible rastrear el origen de
muchas de las fotografías salientes de anuncios de publicidad de revistas que
presentan un nuevo nicho de consumo en la belleza y la moda. Parte de esta
fascinación por el universo de la mujer era consustancial en otros artistas de
vanguardia, el caso más conocido el de Man Ray, quien realizara sus mejores
fotos a partir de modelos femeninos (Kiki de Montparnasse, etc.). La influencia
de Man Ray en la fotografía de Lekuona ha sido comentada en numerosas ocasiones.
Junto a las imágenes sacadas de las revistas de moda, Lekuona también fotografiaba
a las hermanas Echeverría, y posteriormente usaba recursos de cómic y
caricatura sobreimpuestos a la técnica fotográfica.
La corta carrera de Lekuona, truncada por
la Guerra Civil, no ha permitido conocer demasiados rasgos de su personalidad,
si bien el testimonio de sus hermanas, recogido en su día por Adelina Moya, y la
transmisión en la actualidad por sus sobrinos, nos proporcionan información
sobre una persona elegante en el vestir y muy consciente de su imagen. Un
pequeño dibujo (casi una caricatura) delante de un espejo, de un señor
anudándose el nudo de la corbata nos da pistas de esta preocupación por la
imagen y la representación que de esta se da en los medios de masas y las
revistas ilustradas. Su autorretrato jugando a la tragaperras y otros retratos
nos presentan a un Lekuona para quien la bohemia no cotiza tan al alza como el
dandismo y la elegancia urbanitas. El modelo de Cocteau también planea alto. Los
dos retratos que Sarriegi hace de Lekuona arrojan luz de esta modernidad en la
vestimenta: en el más conocido, un amplio jersey de lana con rombos recoge la
complexión fibrosa y de aspecto frágil del artista, aún con la corbata y el
cuello bien anudados. En otro retrato de cuerpo entero (que ahora preside la
sala de juntas del ayuntamiento de Ordicia) el artista viste de riguroso negro,
minimalista, un hábito solemne que diferencia a un artista de cualquier otra
profesión de la época. Modernidad sin extravagancias.
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Nicolás de Lekuona, Hormas de sombrero, 1933. San Telmo Museoa. |
El bonvivantismo
de Lorca, Buñuel y Dalí sobresale en los ambientes artísticos de la época y
la influencia de este trio se siente. En el contexto guipuzcoano, el paradigma
del estilo y el buen gusto era el arquitecto Aizpurua. En la semblanza que
Oteiza hace de éste en el número monográfico de la revista Nueva Forma (en 1969) este rasgo queda resaltado (“la elegancia en
el vestir”). En algunas imágenes, incluido un auto-retrato, Aizpurua aparece
vistiendo un diseño concebido ad hoc
por el modisto Cristóbal Balenciaga; en concreto un kaiku reconvertido en chaqueta de traje a ser usado con boina o txapela ladeada. (Un kaiku es una chamarra vasca típica hecha
de lana, larga hasta la cadera, con escote en caja y manga larga, de fondo azul
oscuro o negro con cuadros o dibujos en rojo. En resumen, la prenda de abrigo
utilizada por los marineros vascos los domingos). La utilización o
interpretación del kaiku por
Balenciaga que hace Aizpurua es un
gesto de auto-consciencia y determinación. Balenciaga diseña esta pieza a
petición o encargo del arquitecto. La síntesis de lo vernáculo y autóctono en
el interior de la modernidad es una característica para esta generación de
artistas. Por otra parte, la excentricidad en el vestir es algo bastante
excepcional en la cultura vasca; el buen vestir sí, aunque siempre de un modo
bastante clásico y equilibrado.
Como he sugerido, el estilo bebe de la
moda, pero no solo de ella. El estilo organiza los modos de vida individuales y
colectivos al prestar atención a los resquicios placenteros de la vida:
el recreo y el tiempo libre, la amistad, el juego, la distribución del hogar,
la vida en los cafés, el mobiliario, un corte de pelo, etc. Cocteleras y farolillos (1932), por
poner un ejemplo, reproduce este universo de fiesta para los sentidos, la
víspera de una gala, la proyección de un cartel futurible y el divertimento
artístico. El estilo puede ser una cuestión de rigor y auto-disciplina (como en
Loos), o en otra versión puede también travestir las identidades y jugar con
las apariencias. Allí donde hay estilo hay deseo y con ello proyección, querer
ser, afirmación y promesa a la vez. El estilo atraviesa de lo femenino a lo
masculino y viceversa. Sirve al género mediante el desmontaje del genre. Su presencia diluye la
subjetividad, y con ello las masculinidades monolíticas, volviéndolas
complejas, contradictorias, abiertas e indeterminadas. Una relectura de Nicolas
de Lekuona en esta dirección puede abrir una perspectiva para una
interpretación renovada de la historia del arte vasco.