10/30/2015

EDITORIAL: Estilo


Tener un estilo artístico o no tenerlo es una cuestión que ha dejado de estar en el centro de la educación artística en escuelas de arte y masters. Ésta era una cuestión heredada de un modelo de masculinidad artística que perseguía la reproducción del sistema. Un artista ha de tener un estilo, se promulgaba. El poseer un estilo personal e intransferible era una de las señas de lo moderno y del modernismo estético. Los estilos de vida son propios del mundo moderno o la modernidad. Pero el estilo es, al mismo tiempo, una cualidad no estrictamente vinculada a la identidad del artista sino también un término apto para definir los modos de vida. Si la década de los setenta es un indicio de las cosas por venir, el término estilo de vida pronto lo incluirá todo y significará todo y nada al mismo tiempo. El término se utiliza para todo y sin embargo no hay un consenso definitorio que nos diga algo concreto de él mismo, más allá de una nebulosa de asociaciones. La cuestión del estilo resulta incomprensible para quienes no habitan en sociedades modernas. Cuestionarlo es poner en tela de juicio la globalización. Aunque los estilos culturales dependen de las formas culturales, los estilos de vida son conjuntos de prácticas y actitudes que resultan significativos en contextos determinados. Como escribe Dave Chaney “…la gente utiliza los estilos de vida en sus vida cotidianas para identificar y explicar complejos más amplios de identidad y afiliación (…) Los estilos de vida son, por tanto, formas pautadas de investir de valor social y simbólico a ciertos aspectos de la vida cotidiana”.[1]
El actual fenómeno hipster (que es más masculino que femenino) puede verse como la reificación suprema de los valores de construcción de sujeto que la promesa del estilo pudo una vez tener. Está por ver cuales son las secuelas que este fenómeno dejará en una noción emancipadora del estilo.





[1] David Chaney, Estilos de vida, Talasa ediciones, Madrid, 1996, p. 23, 57


10/23/2015

Imagen y texto

Omer Fast, Her face was covered (Part 2), 2011,
GB Agency, París. 

Una conferencia sobre el modo en el que la imagen opera en el actual sistema visual no dejó espacio para mostrar o poder comentar una obra del artista Omer Fast. Uno de los trabajos que, desde la sencillez y economía de medios, mejor definen la actual esquizofrenia entre la imagen y el texto. Uno de los trabajos que más me han llamado su atención desde que lo viera no hace mucho expuesto en la galería GB Agency.

Her Face Was Covered (Part 1), y (Part 2) ambos de 2011, habla de la disyunción entre imagen y texto, la discrepancia entre las intenciones y los enunciados y las ambigüedades de la comunicación y la narración. En Part 2 muestra una escena aérea de un convoy destrozado por un misil y la narración de un operador de un dron militar sobre la acción militar. La ambigüedad entre lo real y la ficción nos devuelve a la virtualización de la guerra y sus horrores, algo tan real como actual, y que está en el centro de atención de algunos artistas cuando se trata de pensar la representación.

En Part 2, la transcripción de la primera parte de la obra (el relato del militar que “explica” el “incidente” se representa como una serie de diapositivas de texto, intercaladas con imágenes que se encuentran a través de búsquedas de Google generadas por escribir en una sola línea las palabras del militar, a lo que sigue la selección aleatoria de una de las imágenes resultantes. La aleatoriedad de este tipo de lógica construye una imagen de la naturaleza traicionera del lenguaje.

Fast se constituye aquí, así como en el resto de su trabajo, en un artista en la herencia de los Farocki, Brecht, Didi-Huberman, etc. Un artista que, al igual que Hito Steyerl, no cesa de interrogar el rol y la función de las imágenes en nuestra sociedad. Haciendo caso al título del libro de Harun Farocki, un artista que se impone desconfiar de las imágenes (Caja Negra, 2014).

En 1929, Karl Krauss carga contra los periódicos, pues estos no cesan de “publicar”, es decir, de “suministrar” o “colocar” (bringen) su mercancía desfigurada, mal pensada: por lo tanto, no se debe cesar de “liquidar” (umbringen) ese sistema.

Si el periódico era tan inmediato, tan sobrio, tan rico, tan fácilmente controlable como la realidad, entonces sin duda podría, como ésta, comunicar experiencias vividas. Sólo que ofrece una realidad que no es segura, que está filtrada –y una realidad a la que da una forma insuficiente, lo cual quiere decir, por consiguiente: una realidad falsificada. Porque no hay otra objetividad que una objetividad artística. Solo ella puede representar un estado de cosas de manera conforme a la verdad.


Omer Fast, así como una legión de artistas trabajando en la ontología de la imagen fabricada y prefabricada, son necesarios porque nos desvelan el lado oculto de las cosas y nos brindan la posibilidad de pensar dialécticamente sobre la complejidad de un mundo donde la guerra se filtra, como decía Sontag, en nuestra sala de estar y también, añadiría yo, hasta en nuestros dormitorios y sueños más profundos.


10/18/2015

Fredric Jameson. Autobiografía intelectual



Fredric Jameson, Fundación March, Madrid, 9-12-2014

10/14/2015

Pop Político: Música para las masas


Si New Order periodizan un tiempo histórico y capturan su zeitgeist ¿qué decir de esa otra
banda inglesa que marcó los 80 y los 90 consiguiendo convertirse en un fenómeno de masas
en todo el mundo? Sí, me refiero a Depeche Mode. El visionado del documental del artista
Jeremy Deller y el documentalista Nicholas Abrahams The Posters Came Down From the
Wall (2007) supone un buen recordatorio de los logros de los chicos de Basildon. Lo que
hace de DM un grupo único son sus fans. Ya en 101, el magnífico documental sobre el mítico
concierto en el Rose Bowl de Pasadena en 1988 dentro del Tour Music for the Masses
dirigido por el legendario D. A. Pennebaker, los fans eran el hilo conductor. En The
Posters… se va un poco más lejos, pues los fans son los únicos y principales protagonistas. 
San Petersburgo, Moscú, New York, Berlín Este, Teherán, Bucarest, etc. La celebración por
parte de decenas de fans del cumpleaños de Dave Gahan el 9 de mayo coincidiendo con una
fiesta nacional en San Petersburgo da entrada a este documental que ofrece un retrato de la
cultura de masas y los procesos de interiorización y subjetivación de la misma.  Ser un grupo
para las masas y al mismo tiempo mantener un grado alto de culto y devoción; ese es el logro
para la música popular de DM. Como un acto de justicia histórica, la coincidencia del
derrumbe del Muro de Berlín y la caída de los regímenes comunistas en Europa del Este
coincide entre la gira de Music for the Masses y la publicación de Violator (1990). DM es la
banda sonora para decenas de miles de jóvenes que ven en sus ídolos un objeto para la
identificación subjetiva. La música hace el resto, canaliza el deseo y la pasión. Una música
que es un género en sí mismo. El título del documental replica el momento en el que un
deseo colectivo se materializa; la caída del muro y la actuación de DM en Berlín Este pocos
meses antes.

El documental tiene todo lo que identifica el trabajo de Deller y sus exploraciones del
folklore y lo popular; desde una misa en una iglesia a ritmo del álbum Playing the Angel
(2005) a versiones de “Personal Jesus” por coreografiadas orquestas de brass, y un continuo
reguero de situaciones que rayan lo freak. Pero lo interesante del documental está en que
incluso deviniendo en un producto más de la factoría DM (cuenta con la colaboración de
Mute y la propia banda) no pierde nunca el pulso a la forma de contar, manteniéndose
siempre en ese punto medio del documental de artista.

Podría pensarse, a partir de este visionado, en DM como un sutil producto del capitalismo
para convertir conciencias y disolver el antiguo orden del socialismo, un apéndice inoculado
para finiquitar la Guerra Fría. Pero como dice una fans rusa, lo que distingue a DM es su
poesía, que suena a música celestial traducido al ruso, mientras que no hay otra banda que
sea tan espiritual, trascendente y místico, algo muy presente en el alma rusa.

Un rasgo a destacar en DM está en la fuerza con la que llegan a sus fans y como la definición
del propio término de “fan” (fanático) encuentra en el culto a la banda su mejor y máxima
expresión. La subjetivación es un proceso donde los procesos colectivos son decisivos. Es la
explicación del fan quien después de un concierto explica el sentimiento de devoción,
energía y colectividad (togetherness) alcanzado en comunión con sus iguales, sus pares. La
potencia del individuo en la masa. A este momento grupal hay que sumarle los procesos de
individualización que la música otorga a los fans a través de la canalización de diferencias
(de identidad, de clase, etc.)


El documental puede verse en este link a UBU





10/13/2015

Blue Monday, EP design cover




El diseño del single “Blue Monday” de New Order en 1983 tiene algo de único. Afortunados aquellos veteranos o coleccionistas que lo posean (en su versión inicial y no en sus reediciones posteriores). El packaging imita los antiguos discos de ordenador o floppy disks de 8 pulgadas con sus 3 círculos en la cubierta. Al inicio, el troquelado de cada unidad hacía que con la venta de cada single se perdiera dinero, aunque posteriormente esto quedó sobradamente amortizado pues como es sabido “Blue Monday” es el 12 pulgadas más vendido de toda la historia. Posteriores versiones del EP tenían un color plateado donde los círculos.El single no tiene escrito en ningún sitio el nombre de New Order ni la canción, únicamente una identificación “FAC SEVENTY THREE” en el delgado lomo. Los colores de la esquina, sin embargo, reproducen en código encriptado la frase “FAC 73 BLUE MONDAY AND THE BEACH NEW ORDER”, un significado sólo decodificable a partir de la tabla circular de colores que publicarán en la parte trasera del álbum Power, Corruption and Lies

El modernismo de Peter Saville y asociados raya aquí a un nivel estratosférico, al emplear uno de los modos de dirigirse típicos del modernismo estético y su herramienta estética propia, el lenguaje de la abstracción, aquí mediante el empleo de la codificación encriptada. No es sólo el señuelo de la digitalización en lo analógico a lo que este packaging apunta, sino también el comunitarismo devoto de los fans quienes han de pasar la prueba del encriptamiento, más bien el conocimiento auto-consciente de que pertenecen a un culto selecto y único en expansión: el que va de la mitología de Joy Division a New Order.