En The
Man Who Fell to Earth (1976) de Nicolas Roeg, David Bowie interpreta a
Thomas Jerome Newton, un “ser” venido de otro planeta cuyo misterioso físico y
objetivos a cumplir en la tierra provocan no poca atracción y misterio. Es una
adaptación de la novela de Walter Tevis y, como en todo film de Roeg, la trama
se sucede de manera entrecortada y fragmentada con espacios en blanco a rellenar
por el espectador. Hay una narrativa, pero ésta es sólo el esqueleto de lo
demás. Hay múltiples películas dentro de la película, múltiples temáticas y
también géneros. Considerado como un film de culto dentro de la
ciencia-ficción, The Man Who Fell to
Earth es también un melodrama, una película de conspiración satírica y
hasta tiene toques de comedia. Es imposible sin embargo contemplar cada uno de
estos géneros (y sus contenidos agregados) como independientes unos de otros.
Su gran valor reside en esa cualidad típica del posmodernismo que Jameson
definía al señalar que “los más interesantes cineastas actuales –Robert Altman,
Roman Polanski, Nicolas Roeg, Stanley Kubrick- son todos, en sus diferentes
modalidades, practicantes del genre,
pero en un cierto sentido históricamente nuevo. Cambian de género como los
modernistas clásicos cambiaban de estilo”.[1]
Habría que añadir (pensando en Roeg) que no sólo cambian y juegan con el género cinematográfico, sino que lo combinan y
superponen en el interior de una misma película.
El plan de Newton consiste en hacer el
suficiente dinero revolucionando la industria y la tecnología terráquea con el
que poder financiar un viaje espacial de regreso a su planeta con la fórmula
para solucionar una terrible sequía que está acabando con los suyos. Pero una
vez en el planeta tierra las cosas son distintas, impredecibles incluso para
una mente superior. Merece la pena observar este film desde un punto de vista
socio-político como un claro ejemplo de un posmodernismo cultural con un claro
equivalente en la globalización económica. Newton trae desde su planeta una
serie de patentes que revolucionan la tecnología. Un alienígena a lo Howard
Hughes. Ésta es la primera analogía de una globalización que irónicamente ya no
se limita al globo terráqueo. Este avance tecnológico contrasta con el modo
artesanal y semiarcaico con el que se describe el planeta de origen, muy
interesante desde la arquitectura y el paisaje.
En la tierra Newton tiene un aire de
ejecutivo extravagante y el centro de su imperio se llama World Enterprises Corporation
un emporio de la comunicación. Las transformaciones de estas innovaciones
causan furor y revolucionan el consumo. World Enterprises domina el mercado de
la producción de la imagen, cámaras de fotografía, libros de arte, la industria
discográfica y también se extienden hacia otros aspectos tecnológicos,
energéticos y medioambientales. Una escena en una gasolinera es explícita al
respecto. Las grandes marcas de la imagen como Eastman-Kodak y DuPont quedan a
merced de un corporativismo multinacional a medio camino entre una organización
mafiosa y el Estado. En este sentido, la ambigüedad entre los poderes de la
corporación y del Gobierno es total. Roeg se las arregla para orquestar varias
situaciones de fusión (merging), algo
muy típico de él desde Performance (1970).
Fusión de capital, fusión de identidad, fusión de sexualidades, fusión de
género (genre y gender). Una escena vital es la que muestra a un hombre vestido
como de la CIA en lo alto de la colina siendo testigo de los primeros pasos de
Newton en la tierra. Una escena que Roeg repite en otro momento del film. Esta
figura representa al “Watchmen”, al ojo invisible dentro del capitalismo que
todo lo controla y que en su ambigüedad tipológica (un hombre de traje con cara
de espía) unifica los intereses del capitalismo multinacional y del Gobierno.
World
Enterprises es en cierto modo una sátira de Eastman-Kodak o DuPont,
corporaciones de una larguísima historia cuyo foco de atención se ha ido
diversificando. En los 70 estás corporaciones todavía controlaban el mercado de
la producción de la imagen pero ya estaban inmersas en procesos de
“colonización” de recursos naturales. La necesidad de reinvención de estas
compañías desde entonces contrasta con la emergencia de nuevos emporios de la
comunicación amparadas en la digitalización del mundo: Apple, Sony, Nokia,
Google, Facebook y demás. Kodak o DuPont son en este sentido herederos de un
mundo analógico en vías de extinción (como en extinción está la especie a la
que Newton da vida). Un vistazo a las webs de Kodak y DuPont actualmente da
cuenta de que la producción de imagen es casi a lo último a lo que se dedican.
Los cultivos, las energías sostenibles y una serie de discursos semi-mesiánicos
parecen más acordes a una realidad multinacional que parece escapar a cualquier
entendimiento. La película es en este sentido completamente presciente (uno de los rasgos de la
buena ciencia-ficción) y World Enterprises podría hoy en día ejemplificar más
que Kodak o DuPont a algo del estilo de Amazon, Apple y Google juntos. De nuevo
la fusión (de capital, de empresas, de tecnologías) es clave, y en la película
la trama corporativa alcanza un estatus alegórico
del mejor cine de conspiración y paranoia.[2]
Es terrible comprobar que el mundo que
Newton ayuda a crear con sus inventos revolucionarios se parece de manera casi
mimética al que vivimos hoy. Una de las mejores escenas es en la que Newton y
Mary Lou (Candy Clark) ponen música usando una bola de plasma o cristal en el
interior de un extraño tocadiscos piramidal (en lo que podría representar el
mundo digital todavía subdesarrollado). Irónicamente la escena final tiene como
lugar la sección de discos de unos grandes almacenes, donde se puede comprar el
disco (analógico) que Newton ha publicado con el nombre artístico de The
Visitor y con el que espera algún día llegar a sus seres queridos en el otro
planeta. Newton revoluciona el mundo, pero al final el mundo se olvida de él y
sus inventos. Todo sigue igual. Lo mismo pasa con la temporalidad del filme:
pasan décadas y Newton no cambia un ápice mientras que Mary Lou y el profesor
Nathan Ryce (Rip Thorn) envejecen. Sin embargo, el mundo que les rodea es el
mismo, no cambia, como se puede comprobar en la escena final de la terraza.
Este juego con las temporalidades y el estilo en la moda y en el ambiente
muestra una determinación y una autoconsciencia de Roeg supremas.
Lo que nos importa, y lo que le importa
al artista de hoy en día, es saber quién controla los medios de producción y en
manos de quién están. World Enterprises Corporation controla la producción de
contenido (impagable la escena, completamente metafórica, con el libro de obras
maestras del arte y el cuadro de Bruegel sobre la caída del Ícaro) y como tal controla la producción en su sentido
más amplio. World Enterprises produce contenido y lo que nos importa es
determinar si actualmente Google no sólo es la fuente de contenido para el
artista sino el principal motor para la producción. Éste es, entre otras
consideraciones sobre la identidad, la sexualidad, el tiempo, la percepción y
la pérdida, el principal mensaje a descifrar en The Man Who Fell To Earth, cuya ambivalencia ya está desde el mismo
título: fell literalmente “caer” pero
también “sentir”, sentimentalmente fell
in love, etc.
Este film, profundamente melancólico y
trágico, posee el encanto de algunas pequeñas joyas secretas y bien guardadas.
La complejidad de sentimientos crece a cada visionado. Todavía es posible
sentir el atrevimiento de Roeg y todo su equipo, algo que le costó 20 minutos
de metraje. Se comprende por qué Bowie declaró una vez que la experiencia fue
tan mágica que no quería que el rodaje acabase nunca. “Tras cuatro meses de
interpretar el papel fui Newton durante seis meses” declaró. (Marzo de 1976).