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Jonathan Crary, 24/7 Late Capitalism and the Ends of Sleep, Verso, 2013
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La escena tuvo lugar hace unos días en una exposición de
cine-vídeo. Una pareja de unos treinta años sentados en un sofá, en la
oscuridad de una sala perfectamente acondicionada para la obra cinematográfica
de Laida Lertxundi. En lugar de observar la gran pantalla donde se pasaba la
obra, cada uno de los dos permanecía absorto en sus pequeñas pantallas
líquidas, reseteando información. Luz blanca en sus rostros. Multitarea.
La atención es un estado perceptivo al que, al menos desde
la modernidad, se le ha prestado no poco interés. Recordemos la aperción de la
obra de arte reproductible en Walter Benjamin, esto es, la arquitectura o el
cine modernos experienciables desde un estado de distracción. Por otro lado, la
observación de los modos de percibir la ciudad moderna y el desarrollo de una
conciencia cinematográfica también condujo a la reinvención de los puntos de vista
y el movimiento en la experiencia de la arquitectura. (Por ejemplo en la
concepción para el urbanismo del Townscape, una mezcla entre la clásica representación del
paisaje y el espacio urbano).
La atención es ahora un estado para la dispersión. La distracción
tiene en la concentración su opuesto, y mucho del stress y la ansiedad que el
trabajador inmaterial sufre en nuestra contemporaneidad pasa por una pérdida de
la capacidad para la concentración. El aplazamiento o, mejor dicho, la
dilación, se ha convertido en el modo en el que gestionamos nuestro tiempo. La
demora o detención de algo por algún tiempo produce al mismo tiempo una
gratificación inmediata como una sensación de pérdida a la larga. Los ejemplos
de cómo los dispositivos de uso y los aparatos electrónicos tienen un impacto
en formas sociales a pequeña escala (una comida, una conversación, en una clase
escolar) se han convertido en un lugar ya común. Para Crary, la externalización
de lo individual en un lugar de escrutinio non-stop y de regulación es algo que está
en perfecta continuidad con la organización del estado del terror y el
paradigma militar-policial del dominio del espectro-total. (Crary, p. 32)
Argumenta que los cambios más recientes conciernen no a nuevas máquinas para la
visión, sino más bien a una desintegración de las habilidades humanas para ver,
especialmente una habilidad para la discriminación que incluya valoraciones
sociales y éticas.
En medio de procesos de
homogeneización, redundancia, aceleración y una masiva sincronización de las
temporalidades, al contrario de lo que muchos argumentan, existe una progresiva
disminución de las capacidades mentales y preceptúales más que su expansión o
modulación. No creo que haya que realizar muchos estudios para comprobar que un
% altísimo de retuits que llevan links a artículos en la red se realizan sin ni
siquiera haber comprobado antes el contenido de texto que difundimos. Lo mismo
ocurre con los artículos que añadimos al apartado de favoritos para leer en
otro momento y a los que nunca regresamos. La cantidad de libros que
chequeamos, juzgamos, recomendamos y promocionamos sin ni siquiera haber leído
una mínima parte; las películas que vemos a partir de traileres; las
exposiciones que leemos en la prensa pero que no visitamos. Más que contenido
propiamente, retenemos indicios y marcadores (markers) de su existencia.
La multitarea en la educación y la pérdida de la atención
genera desórdenes en adultos y adolescentes a través no de una intensificación
aparente de los estímulos que provoca un estado de excitación permanente. (El
concepto de “la señorita”, según la descripción del colectivo Tiqqun. es 100%
un tipo evolucionado de 24/7). Chequear 14 veces al día Facebook cuando se
puede vivir la vida entera en la interfaz Facebook. La atrofia del cerebro
incluye papeles importantes en el comportamiento y la cognición como son la
actividad motora, la motivación y la recompensa, el sueño, el humor, la
atención y el aprendizaje.
Algunos fragmentos sobre esta
monitorización global del tiempo 24/7 son:
“Because one’s bank account and
one’s friendships can now we manager through identical machinic operations and
gestures, there is a growing homogenization of what used to be entirely
unrelated areas of experience”. (…) “Real-life activities that do not have an
online correlate begin to atrophy, or cease to be relevant. There is an
insumountable asummetry that degrades any local event or Exchange. Because of
the infinity of content accesible 24/7, there will always be something online
more informative, surprising, funny, diverting, impressive than anything in
one’s inmediate actual circumstances”. (…) “Even in the absence of any direct
compulsion, we choose to do what we are told to do; we allow the management of
our bodies, our ideas, our entertainment, ald all our imaginary needs to be
externally imponed. We buy products that have been recomendad to us through the
monitoring of our electronic lives, and then we voluntarily leave feedback for
others about what we have purchased”. (Jonathan Crary, p. 59-60)