Robin Hood encarnado por Gad Elmaleh en La Capital (2012) de Costa-Gavras |
El pase de Le Capital de Costa-Gavras durante el
Festival de Cine de San Sebastián deja el regusto de una película irónica en la
que el director ha decidido, casi sin pestañear, apretar a fondo el acelerador.
En tanto que thriller financiero, Le Capital apunta a un género en ciernes del que quizás aparezcan
nuevos documentos en un futuro no muy lejano (¿affaire Strauss-Kahn?) No en vano, se le
debe a Constantin Costa-Gavras el ser uno de los inventores del género del
“cine político” (o militante) mediante obras imprescindibles como Z (1969), Etat de Siege (1972) o Missing (1982); thrillers sobre conspiraciones, secuestros
y asesinatos políticos, dictaduras y movimientos de liberación nacionales. El
paso de géneros narrativos, las transiciones de un género a otro o la
emergencia de nuevos géneros puede explicarse por razones muy distintas. Una de
éstas puede estar en la propia evolución de la política internacional durante
las últimas cuatro décadas, en la que el expansionismo del capital habría
condenado cualquier expectativa de “socialismo en un solo país”, además de
reordenar los diferentes movimientos de liberación nacional, debilitamiento a
su paso cualquier alternativa económicas haciendo de la globalización el único
horizonte posible. En esta coyuntura, la política queda en un refinado derivado
de la economía mundial y el reemplazo de un género por otro es una cuestión tan
difícil de distinguir como determinar si El Capital de Marx es un tratado económico o
un libro político.
Pero el cine político es ahora cine financiero, y Le
Capital su
tragicomedia más disparatada: la historia del ascenso imparable de Marc
Tourneuil (Gad Elmaleh), un sicario del capital, al frente del Phenix, un gran
banco europeo en proceso de transformación, renovación o lo que quieran. La
elección de Gad Elmaleh como actor principal se desvela como un golpe bajo,
pues este monologuista francés de ascendencia marroquí, pero judío, (y he dicho
bien), es toda una estrella en el país galo. Elmaleh interpreta a un Tourneuil
impertérrito, sin apenas una sonrisa en todo el metraje. Sin embargo la mezcla
del propio actor con un tratamiento tan serio produce momentos de hilaridad.
Costa-Gavras ha optado por el humor como contrabalanza a un tema tan serio. No
advertir que esta película es satírica de principio a fin es no entenderla
(como aquel crítico que no se la cree. ¡Como si hubiera que creérsela! ¿acaso
la sátira no ha sido siempre un potente instrumento crítico de la realidad a
través de la deformación y la exageración? Porque en tanto crítica del sistema,
Le Capital es
un documento inapelable. No se trata de una película cínica, sino una película
sobre el cinismo de los bancos. Sobre la inversión de Robin Hood en el banquero
especulador actual, que roba a los pobres para dárselos a los ricos. “El dinero
es el amo, no el instrumento” dice en un momento ese depredador financiero que
da vida convincentemente Gabriel Byrne, la contrabalanza americana al personaje
de Tourneuil. Pero además, desde un punto de vista teórico, Le Capital describe de manera reveladora la
fase actual del capitalismo que es la del capital financiero; esa abstracción
que está en el eje de la actual crisis económica y que no es sino un estadio
necesario en el fortalecimiento del capital. El capital financiero es,
entonces, la pura abstracción, una fluctuación de la que nadie sabe qué es,
como funciona, quien la dirige, etc. En un momento del filme, Tourneuil habla
de unos ingenieros matemáticos que tienen, brillantes, para a continuación
preguntar: “¿Qué es lo que vendemos?” Ni idea. ¿Qué es lo que se compra?
Tampoco ni idea. La retorcidísima trama financiera tejida por Costa-Gavras
(Phenix-compra-Mitzuko-Phenix se devalúa-inversores yankis se hacen con Phenix,
etc.) no pretende en ningún momento tener visos de verosimilitud.
De hecho, esa complejidad no es plausible, como tampoco lo es pretender que actualmente alguien tiene alguna idea de cómo funciona la economía mundial. Esto es algo que ha sido constatado por diversos analistas económicos, los cuales o ellos mismos actúan como sicarios del capital o en un acto de honestidad argumentan que efectivamente no tienen ni la más remota idea de lo qué está sucediendo. Analizar qué es el capital financiero se antoja como el reto teórico de nuestro tiempo. Pero además, este capital financiero existe como una abstracción en los tiempos de la globalización, de acortamiento infinitesimal del tiempo y el espacio en la cibernética y la tecnología digital que permite transacciones de cifras astronómicas en segundos de una parte a otra del globo. La ironía sobre la pérdida de referencia del valor del dinero aparece varias veces en el filme, pues para Tourneuil da lo mismo si se trata de 27.000 € por el hotel de la supermodelo Nassin o un millón en un cheque para dicha modelo. Tourneuil maneja cifras (globales) como puras abstracciones, mientras que la reducción de plantilla, el desempleo al que dirige a miles de empleados se estima sobre % muy calculados.
Pero además, el aparato cibernético tiene un papel preponderante, pues uno de los rasgos del filme está en las continuas videoconferencias, telefonías globales, Iphones y las pantallas como interfaces perennes que organizan todo la esfera de la circulación de los bancos.
Las pantallas devienen en metáfora y la imagen diagramática de las altas y las bajas en la pantalla del ordenador se convierte en una representación fidedigna de la propia abstracción del capital financiero. Podría decirse entonces que la economía mundial se dirige sola, por capricho, y que son las propias máquinas y ordenadores las que activan y desactivan las transacciones astronómicas de capital.
(La imagen de los niños pegados a las pantallas de sus juguetes electrónicos en el encuentro con su familia en Navidad se le aparece a Tourneuil como una imagen del presente que prepara el relevo a lo que él mismo representa). Pues además, y ya fuera del filme ¿acaso el valor abstracto de la ganancia no se ejemplifica de mejor manera que cuando un niño grita que ha ganado delante de la pantalla de su videojuego? ¿Ha ganado el qué?
De hecho, esa complejidad no es plausible, como tampoco lo es pretender que actualmente alguien tiene alguna idea de cómo funciona la economía mundial. Esto es algo que ha sido constatado por diversos analistas económicos, los cuales o ellos mismos actúan como sicarios del capital o en un acto de honestidad argumentan que efectivamente no tienen ni la más remota idea de lo qué está sucediendo. Analizar qué es el capital financiero se antoja como el reto teórico de nuestro tiempo. Pero además, este capital financiero existe como una abstracción en los tiempos de la globalización, de acortamiento infinitesimal del tiempo y el espacio en la cibernética y la tecnología digital que permite transacciones de cifras astronómicas en segundos de una parte a otra del globo. La ironía sobre la pérdida de referencia del valor del dinero aparece varias veces en el filme, pues para Tourneuil da lo mismo si se trata de 27.000 € por el hotel de la supermodelo Nassin o un millón en un cheque para dicha modelo. Tourneuil maneja cifras (globales) como puras abstracciones, mientras que la reducción de plantilla, el desempleo al que dirige a miles de empleados se estima sobre % muy calculados.
Pero además, el aparato cibernético tiene un papel preponderante, pues uno de los rasgos del filme está en las continuas videoconferencias, telefonías globales, Iphones y las pantallas como interfaces perennes que organizan todo la esfera de la circulación de los bancos.
Las pantallas devienen en metáfora y la imagen diagramática de las altas y las bajas en la pantalla del ordenador se convierte en una representación fidedigna de la propia abstracción del capital financiero. Podría decirse entonces que la economía mundial se dirige sola, por capricho, y que son las propias máquinas y ordenadores las que activan y desactivan las transacciones astronómicas de capital.
(La imagen de los niños pegados a las pantallas de sus juguetes electrónicos en el encuentro con su familia en Navidad se le aparece a Tourneuil como una imagen del presente que prepara el relevo a lo que él mismo representa). Pues además, y ya fuera del filme ¿acaso el valor abstracto de la ganancia no se ejemplifica de mejor manera que cuando un niño grita que ha ganado delante de la pantalla de su videojuego? ¿Ha ganado el qué?
Le Capital de Costa-Gavras es una película cuya espectacularidad y
aparente convencionalidad esconde todo un arsenal para la interpretación
marxista. El intento de representación de una abstracción conceptual
irrepresentable lo hace todavía más difícil, dificultad que aparece en toda su
crudeza dialéctica en la lectura de Jameson de El Capital de Marx (un libro imposible de
comprender y necesario al mismo tiempo). “En su forma más simple, todavía
engañosa, ¿cómo puede obtenerse beneficio del intercambio de valores
equivalentes? ¿Cómo podemos escapar del mercado y de la esfera de la
circulación hacia algo distinto, algo mucho más dinámico y expansivo, algo
histórico y no estático como el bazar o la feria estacional, la factoría o el
barrio de los comerciantes? ¿Cómo puede el dinero convertirse en capital? Y,
¿por qué estas dos entidades se distinguen e incluso se oponen?”[1]
[1] Fredric Jameson, Representing
Capital: el desempleo, una lectura del capital, Lengua de Trapo, 2012, p. 84