Christopher Williams, Pacific Sea Nettle, Chrysaora Melanaster, Long Beach Aquarium of the Pacific, 100 Aquarium Way, Long Beach, California, August 9,2005, 2005, copyright Christopher Williams |
Un texto publicado en Afterall # 28 y de título Semiotic Ghosts; Science Fiction and Historicism continúa con algunas temáticas desarrolladas en estos últimos años: la modernidad desde el punto de vista posmoderno, la confusión de temporalidades o la siempre espinosa relación con el tiempo histórico, así como con las “ciencias” inventadas para su percepción; el historicismo, la historicidad… Que la ciencia ficción sirva como resorte para estas cuestión de amplio calado teórico no significa que el texto tematice la ciencia ficción en tanto género literario o narrativo. Más bien, la ciencia ficción (y más concretamente el sub-género del ciberpunk) me es útil en tanto que sirve para pensar el tiempo histórico desde una manera especulativa y nueva, mientras que otras formas culturales mantienen restricciones metodológicas sujetas a limitaciones disciplinares y donde los bordes de lo historicamente correcto se ven empujados hacia sus límites exteriores. De alguna manera, este nuevo texto es una continuación de la exposición que comisarié en el 2007 en la sala rekalde de Bilbao, Arqueologías del Futuro (referencia al libro de Jameson de mismo título). Sí allí la novela de William Gibson Mundo espejo (Pattern Recognition), servía de elemento de anclaje conceptual, en este nuevo texto se trata del imprescindible El continuo de Gernsback (auténtica cápsula conceptual y literaria del posmodernismo). No es solo la consideración del futuro como pasado, o las utopías modernas como obsoletas o pasadas de moda, o la idea de los muchos “futuros perdidos” (por ejemplo, las proyecciones estéticas de las utopías socialistas) lo que subyace en este nuevo texto (continuación no solo de aquella exposición sino también del ensayo que le daba forma, Notas sobre la historia, reconocimiento de pautas, periodización y estilo), sino lo que se trata ahora es de a la vez que se trabaja en el contenido, ensanchar la forma del texto mismo. Por forma no me refiero al estilo literario (neutralizado a partir de la traducción y la edición) sino sobre todo en la determinación o el establecimiento del género del texto en sí. No solo se trata de la multiplicidad de áreas culturales o temáticas coincidiendo en un único texto (arte reciente, arte de los 80, ciencia ficción y ciberpunk, literatura, teoría crítica, arquitectura, cuestiones como la historicidad, el posmodernismo, fenómenos como el post-apropiacionismo y el referencialismo), sino sobre todo clarificar a qué clase de género pertenece el texto. Aunque se hable de artistas contemporáneos, la intención del texto no es la de ilustrar con conceptos prácticas recientes; tampoco es el clásico texto temático sobre arte contemporáneo o crítica de arte; tampoco es un texto de crítica literaria ni un texto de teoría crítica per se (demasiado énfasis en prácticas artísticas). Quizás es un texto de “crítica”, a secas, en lo que en la “era afterpop” debería ser un imperamento para cualquier escritor, esto es, refundar los géneros, hibridizar, mezclar ad infinitum.
Sin embargo, el ensayo (corrijo lo de texto) recoge cosas de todos los géneros y campos y, aún manteniendo la autonomía de cada uno, los disuelve en un orden superior o en una nueva totalidad haciendo indistinguibles cada una de las partes. Escapar de la tematización debería ser el imperamento principal para cualquiera que quiera pensar o escribir dialécticamente. Pero de manera más general podría decirse que la “temática” que sobrevuela es el posmodernismo, esto es, la actualidad de la modernidad (modernism), y que para analizar tal situación, el autor acude a cualesquiera sean las esferas de la cultura y el pensamiento que necesite para elaborar el cuadro histórico que pretende analizar. Existe un desplazamiento del centro gravitatorio de los géneros así como la propia temática; así, si intentamos pensar en la relación entre la ciencia ficción y el arte más reciente, los estereotipos que pudieran crearse en la mente de cualquier lector conocedor de estas prácticas estarán lejos de coincidir con los ejemplos concretos que el autor introduce. El cliché de la ciencia ficción o el ciberpunk como géneros fantásticos que elaboran alegorías de nuestra realidad a partir de futuros salidos de la imaginación se revelan falaces a la luz de una repolitización de esos mismos géneros en tanto sustitutos de otros, por ejemplo el clásico del realismo, de manera que la forma que más se adecua a nuestro “realismo capitalista” (como ha definido Mark Fisher al sistema-mundo en el que nos hallamos) ya no puede ser ningún sistema de representación del realismo (aunque sea uno sucio) sino que necesita el componente de “extrañamiento” brechtiano necesario que se aloja en la ciencia ficción y el ciberpunk.
Llevando todo esto al arte, ni el trabajo de Christopher Williams, ni Carol Bove, ni David Maljkovic, ni Mathias Poledna tratan explícitamente sobre ninguna temática o contenido concreto de la ciencia ficción (mucho menos estéticamente) pero todos ellos negocian de una u otra manera con el pasado histórico y sus souvenirs, y hoy en día una clase de historicismo de ciencia ficción puede hacerse a partir del almacenaje de archivos y found footage, reliquias espectrales y fantasmales de un pasado extinto que nos parece tan inalcanzable como cualquier pensamiento futuro (y quizás Chris Marker sea un buen ejemplo de este historicismo sci-fi). Todo ensayo corre el riesgo de ser malinterpretado, mal-leído, o simplemente interpretado bajo las leyes del sentido común y de la lógica, o desde la búsqueda de lo idéntico. Sin embargo, conviene hoy en día arriesgar en las propuestas teóricas y críticas más allá de lo ya pensado, escrito y teorizado por la institución (y la academia) de lo teóricamente correcto). La relación de historial natural versus la historia humana, nuestra situación con respecto a la temporalidad o el “eterno presente” en el que nos hallamos, o lo cultural-pop son dominios donde se negocia nuestra percepción con el pasado y la modernidad. Y para bucear en el río misterioso de la historia hace falta imaginación y asociación de momentos culturales aparentemente desconectados. En otro post quizás me toque hablar de la medusa de Williams. ¿Qué quiere la medusa?