Depeche Mode, Music for the Masses, 1987 |
El populismo ha jugado un papel determinante en el desarrollo de la(s) industria(s) cultural(es), y la ilusoria democratización del arte moderno (y contemporáneo) accesible para todos está pagando ahora su precio en la progresiva recesión de las ayudas económicas destinadas al sector. No es solo una situación coyuntural la que subyace, la crisis, sino que el problema reside ahora en la pérdida de confianza en el arte contemporáneo, o lo que es lo mismo, la ilusión o el efecto-globo del arte como tractor socioeconómico ha quedado desvelado en lo que tenían de ficción. Todo apunta más claramente a una contradicción, si no a un revelación, pues mientras se le vaciaba al arte contemporáneo de su contenido y de cualquier experiencia real en aras a su mercantilización institucionalizada se le negaba a su vez de la esencia constitutiva del arte moderno (y contemporáneo), esto es, su radical diferencia para ser subsumida sin conflicto dentro del consumo y el entretenimiento (a la vez que mantenía intacta su cualidad reificada necesaria para seguir siendo arte). De esta manera, mientras más se invertía (en el pasado) más se le empujaba hacia el precipicio (en el presente). La relación del arte con la cultura vuelve a estar problematizada desde el momento en que los recortes afectan a la institución que vio nacerse de una mezcla de voluntad política y casuísticas variadas. La situación en Holanda, de recortes drásticos por parte del Estado sobre los museos, instituciones, becas y ayudas de todo tipo, siendo dramática en sus efectos, debería servir como señal de que el populismo transfigura sus discursos encontrando renovadas coartadas o chivos espiatorios: “el arte es un hobby de izquierdas”, dice Gert Wilders.
En España, el descrédito hacia el arte contemporáneo hay que encontrarla en el interior de la configuración de la industria cultural. El arte es parte de la cultura, y por lo tanto, de la industria cultural, al mismo tiempo que manifiesta su independencia de ella, a la que pertenece pero a la que a menudo rechaza. El reproche creciente de “elitista” hacia el arte contemporáneo muestra la queja de quienes se sienten excluidos, y es ahí que la concepción adorniana de la industria cultural empieza a aflorar, “porque junto a aquellos que no tienen idea de la experiencia artística, se le debe hacer un lugar a aquellos que creen que la tienen, y debe crearse ahora la caracterización y el análisis de un sucedáneo de arte (ersatz) para todas esas personas que miran una pantalla o escuchan una radio creyendo que están participando de una experiencia cultural, pero que todavía no saben lo que es el arte y que nunca han tenido una ‘genuina experiencia estética’ y, sobre todo, que no llegarán nunca a saber que están privados de ella”.[1] Siempre alguien se siente excluido, pero ¿no es acaso el ressentiment una fuerza de transformación y rebelión interior con efectos inmediatos en el mundo exterior? Ha llegado a ser una cantinela que se deja oir que el arte está demasiado encerrado en sí mismo, o que es demasiado singular, difícil y complejo. El problema parece establecerse en una cuestión de números, audiencias, etc. Desde el momento en que el arte parece satisfacer a unos cuantos, o a unos pocos, o incluso a una minoría, ya no satisface a todos los demás (a los excluidos) por lo que es mejor que la cultura ya no satisfaga a nadie en absoluto. Poco nos costará identificar que ese “hobby de izquierdas” y ese “elitismo”, en sí categorías antitéticas, bien significan la misma cosa. Mientras tanto, la palabra “arte” se ve reemplazada por el término “imagen”, pero sin que nadie se pregunte por cuales han sido las transformaciones de la imagen en su fase posmoderna. Una categoría sustituye a la otra (o podemos encontrar una tercera), pues se tratan simplemente de palabras-faro de muy corto recorrido que solo sirven para abrirse camino en la opinión pública. Hemos pasado de una situación en la que nadie sabe en qué consiste el arte contemporáneo pero donde todos fingían saberlo a otra en la que nadie lo sabe pero ya no importa.