-El Bienalismo es uno de los síntomas del estado de la cultura dentro del capitalismo tardío y el Bienalista es su espectador.
-Es interesante constatar hasta qué punto es posible desbloquear la acción de la representación nacional. Sin embargo, las deconstrucciones de las identidades (nacionales) no pueden tener lugar en Venecia a pesar de las retóricas post-nacionales.
-“Fare Mondi - Making Worlds” es el título de la sección comisariada por Daniel Birnbaum. El título es ilustrativo de sus intenciones y que (sin apenas leer su texto de intenciones) pasaría por la recreación del potencial de la Utopía para imaginar nuevos mundos y una fe en el poder de la imaginación artística para proporcionar aliento dentro del convulso mapa económico-político actual. Existen, por lo tanto, muchos de los tópicos asociados a esta proyección utópica: arquitetura y proyección (Yona Friedman, Marjetica Potr, Tomas Saraceno, Carsten Höller, Gordon Matta-Clark), retro-modernismo posmoderno (Falke Pisano -ver foto abajo-, Tobias Rehberger), “Tropicalia” (Cildo Mereiles, Lygia Pape, Oyvind Fahlström), orientalismo (Haegue Yang, Gutai), monócromo, post-minimalismo y revisión del pasado de la Bienal (Blinky Palermo, Andre Caderé, Sherrie Levine, Pistoletto), etc. Existe un deseo de abogar por una idea politizada de la “Forma”, pero sin embargo no está llevada al extremo, diluyéndose en una mera intención (por otra parte muy en consonancia con ciertas tendencias de rescate vernacular del modernismo). La exposición es plana. Es como si el propio formato del gigantismo bienalista se tragara las intenciones del comisario. Una exposición que se olvida según se ve.
-Las fotografías “formalistas” (¿o debemos decir monócromas?) de Wolgang Tillmans operan como apuntes para esa estética tan buscada por el comisario.
-La sala del Palazzo delle Exposizioni en Giardini que mejor quiere reflejar la abstracción de Birnbaum es aquella en la que se juntan Philippe Parreno y su trailer-film El sueño de una cosaproyectado sobre unos paneles monócromos de Robert Rauschenberg con música de Edgard Varese, vitrinas con modelos en papel de colores de Lygia Pape, monócromos de Tillmans y Sherrie Levine y un Caderé (sobre el que recae la nueva “tendencia” curatorial de diseminar la obra de un artista por todos lados, a la manera de John McCraken y Gerwald Rockenschaub en la pasada Documenta de Kassel).
-Existe a su vez cierto consenso sobre la mejor obra de toda la bienal. El vídeo sincero y modesto (a modo confessional) de Dominique Gonzalez-Foerster acerca de la imposibilidad de hacer algo provisto de un mínimo de sentido en esta su quinta Bienal de Venecia. Un documento que engancha al espectador por su poso de tristeza y por la desnudez del testimonio. El documento es el plato fuerte de una intervención, prácticamente invisible en su modestía, en Arsenale (que no tuve el gusto de ver). El repaso biográfico de cada una de las bienales en las que ha participado Dominique sirve como contrapunto ecológico a la vez que un ejercicio de memoria. Brillante.
-Existe cierta tendencia a obras de arte que hablan de sí mismas y se repliegan a la propia situación de la bienal así como reflexiones sobre los pabellones y demás. Por ejemplo: al mencionado de Gonzalez-Foerster habría que añadir la película de Dorit Margreiter (Pabellón Austria), Liam Gillick (Alemania), Elmgreen & Dragset (Nórdico y Dinamarca) y obras como la de Simon Starling (“Making Worlds”), éste ultimo demostrando que la complejización de las relaciones de interpretación y adquisición de significado de la obra de arte puede ser llevada hasta el paroxismo meta-lingüístico.
-Hay quien ha interpretado la representación de Emiratos Árabes como de auto-promoción turística del país (como una especie de Fitur) sin darse cuenta de la ambición del proyecto que es, de lejos, la más cuestionadora del formato bienalista. “It’s not you, it’s me” comisariada por Tirdad Zolghadr casi presciende de la artista representada, Lamya Gargash, para someter el conjunto del dispositivo a sus intereses comisariales. El artista es Tirdad, pues suyo es el discurso. La utilización de la cultura en Abu Dhabi, con su próximo Guggenheim y sus jeques árabes hablando del rol del arte en la economía es de los momentos a destacar. Incluye algunos clichés de la post-Crítica Institucional: audioguías, maquetas de museos imposibles, horas de entrevistas con auriculares, parodias de ruedas de prensa y ese humor autocuestionador característico de Tirdad. A tenor por la recepción del público y de la crítica, Emiratos Árabes es uno de los ganadores.
-Liam Gillick representa a Alemania, y estos, los alemanes, no están contentos. Es interesante el encuentro entre Gillick y Hans Haacke unos días antes de la apertura de la Bienal, narrada por el propio Gillick en una conferencia. Cuando Haacke realizó el Pabellón de Alemania en 1993 (una de intervenciones que han pasado a la historia, con ese suelo roto, hecho añicos) éste barajó la posibilidad de demolir el edificio entero cuya arquitectura abiertamente fascista de los años 30 sobresale. “Es imposible destruirlo, es demasiado viejo, tiene demasiada historia” parece que pensó, y en su lugar destruyó el suelo. Ahora Gillick reflexiona sobre esa intervención de Haacke. El edificio cuenta ahora con dos suelos, el “Nuevo” post-Haacke y el original de los años 30. Preguntando Gillick a los arquitectos responsables actuales del mantenimiento del edificio por el suelo estos respondieron: “es mejor no tocar el suelo nuevo, sin embargo con el viejo puedes hacer lo que quieras”. Interesantes conclusiones. Mientras tanto, un edificio que no tiene sala para los trabajadores, ni tiene baños, ni cocinas bien merece ser destruido. O no. Retóricamente, Gillick proporciona un reflexión sobre el rol del modernismo aplicado a través de eso que le falta al edificio: cocinas. Aunque para ello tenga que indagar tanto en su propio catálogo de formas estilizadas y en la réplica de una de las primeras cocinas modernas diseñadas y construidas: la de la arquitecta vienesa Margareta Schütte-Lihotzky en Frankfurt (1927). Unas cortinas de plástico de colores señaliza la entrada y las salidas de emergencia, como esas cortinas utilizadas en casas veraniegas durante los meses de calor para alejar a las moscas, si bien Maria Lind me recuerda que la cocina de Schütte-Lihotzky estaba pintada de verde, pues al parecer es el color que espanta a los insectos. Mientras tanto el gato animatrónico continúa con su discurso.
Esto es todo de momento, en otro post deberé abordar la representación de naciones sin estado a tenor de las presencias de Cataluña y la región de Murcia.